LA TOLERANCIA, UNA RAZÓN CON CORAZÓN
El corazón tiene razones que la razón ignora.
Blaise Pascal
La Organización de Naciones Unidas (ONU) estableció que el 16 de noviembre se organizara y celebrara en todo el orbe la Jornada Mundial por la Tolerancia. Si acudimos al DRAE, éste define tolerancia, en su acepción segunda, de la siguiente guisa: Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. Por lo tanto, cabe preguntarse si practican una verdadera tolerancia quienes, atiborrados de prejuicios, se niegan a escuchar razones contrarias a las suyas, quienes no están dispuestos a dejarse persuadir por los argumentos que aducen o esgrimen los otros, porque consideran, apriorísticamente, que las/los suyas/os son irrefutables, incontrovertibles, irrebatibles. Parece que no, porque la verdad gasta carácter interino, provisional; dura mientras no es contradicha. ¿Se puede tolerar la violencia, sean cuales sean sus manifestaciones? ¿Se puede tolerar el racismo, la xenofobia? ¿Se debe tolerar la ablación del clítoris? ¿Se debe tolerar la indignidad? ¿Se debe tolerar al intolerante? Parece que la tolerancia auténtica tampoco consiste en que se soporten recíprocamente todos los que son para propiciar que surja o creen entre todos los que son una zona en la que puedan convivir todos los que son.
Dándonos perfectamente cuenta del hecho o no, lo cierto es que nos gusta iterar hasta el hartazgo la gran necedad de que todos los pareceres son respetables. Tal vez porque no hemos llegado a desentrañar del todo el meollo de la cuestión, que lo único que es absolutamente respetable es el hombre y su facultad de pensar y expresar lo pensado, sea esto lo más idiota o lo más imbécil, lo que no merece ningún respeto, como es obvio. Pero de esto juzga la razón con corazón y lo extraordinario, el sentido común, que, como todo el mundo sabe, es el menos común de todos los sentidos humanos.
Como colofón, acaso no huelgue recordar aquí lo que dejó escrito el matemático, filósofo y escritor británico Bertrand Russell, quien recibiera el premio Nobel de Literatura en 1950, que la causa última que posibilita la existencia de la tolerancia es la reverencia; o, con otras palabras suyas, ¡Qué agradable sería un mundo en el que no se permitiera a nadie operar en bolsa a menos que hubiese pasado un examen de economía y poesía griega, y en el que los políticos estuviesen obligados a tener un sólido conocimiento de la historia y de la novela moderna!.
Blaise Pascal
La Organización de Naciones Unidas (ONU) estableció que el 16 de noviembre se organizara y celebrara en todo el orbe la Jornada Mundial por la Tolerancia. Si acudimos al DRAE, éste define tolerancia, en su acepción segunda, de la siguiente guisa: Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. Por lo tanto, cabe preguntarse si practican una verdadera tolerancia quienes, atiborrados de prejuicios, se niegan a escuchar razones contrarias a las suyas, quienes no están dispuestos a dejarse persuadir por los argumentos que aducen o esgrimen los otros, porque consideran, apriorísticamente, que las/los suyas/os son irrefutables, incontrovertibles, irrebatibles. Parece que no, porque la verdad gasta carácter interino, provisional; dura mientras no es contradicha. ¿Se puede tolerar la violencia, sean cuales sean sus manifestaciones? ¿Se puede tolerar el racismo, la xenofobia? ¿Se debe tolerar la ablación del clítoris? ¿Se debe tolerar la indignidad? ¿Se debe tolerar al intolerante? Parece que la tolerancia auténtica tampoco consiste en que se soporten recíprocamente todos los que son para propiciar que surja o creen entre todos los que son una zona en la que puedan convivir todos los que son.
Dándonos perfectamente cuenta del hecho o no, lo cierto es que nos gusta iterar hasta el hartazgo la gran necedad de que todos los pareceres son respetables. Tal vez porque no hemos llegado a desentrañar del todo el meollo de la cuestión, que lo único que es absolutamente respetable es el hombre y su facultad de pensar y expresar lo pensado, sea esto lo más idiota o lo más imbécil, lo que no merece ningún respeto, como es obvio. Pero de esto juzga la razón con corazón y lo extraordinario, el sentido común, que, como todo el mundo sabe, es el menos común de todos los sentidos humanos.
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Rodrigo R. González Fernández
Director
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Renato Sánchez 3586, Dpto. 10
Las Condes * Santiago * Chile
T: (56-2) 245 1168
rogofe47@hotmail.com
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