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martes, mayo 17, 2016

REFORMA LABORAL SINDICAL CHILENA EN BUSCA DE LA CREATIVIDAD LEGAL

Cambio constitucional y ley interpretativa se abren espacio para reponer titularidad sindical

Ante el desfavorable fallo del TC, el oficialismo busca alternativas. La Moneda se tomará "una semana más" para analizar el documento.

  • Por Narayan V. Caviedes
    Cambio constitucional y ley interpretativa se abren espacio para reponer titularidad sindical

    Al interior del gobierno se mantienen las diversas interpretaciones sobre el fallo del Tribunal Constitucional (TC) que eliminó la titularidad sindical y la extensión de beneficios por afiliación al sindicato de la reforma laboral. Las discrepancias se extienden a nivel parlamentario. Sin embargo, en La Moneda y en las filas de la Nueva Mayoría concuerdan en una cosa: es "casi imposible" entregarle un rol preferente al sindicato en la negociación colectiva.

    Por eso, el oficialismo explora diferentes salidas para materializar la titularidad sindical. Una, es una ley interpretativa del inciso quinto del artículo 19 N°16 de la Constitución, que aclare que si bien la negociación colectiva es un derecho de los trabajadores (como lo resolvió el TC), éste se ejerce a través de los sindicatos, como lo recomienda la OIT.

    Esta reforma, elaborada por la presidenta de la comisión de Trabajo del Senado, Adriana Muñoz (PPD), y el senador integrante de la instancia, Juan Pablo Letelier (PS), requiere la aprobación de 3/5 del Congreso, un escenario plausible para la Nueva Mayoría: necesita sumar dos votos en el Senado e igual número en la Cámara de Diputados.

    Sin embargo, un senador de la DC advirtió que el fallo del TC "es bastante claro" sobre el precepto constitucional de la negociación colectiva, por lo que este proyecto -que fue presentado a la ministra Ximena Rincón- sería inviable.

    Otro camino, más drástico, es una reforma constitucional del artículo 19 N°16 inciso quinto. Un grupo de senadores de la DC ya presentó un proyecto que busca asegurar que son los sindicatos -y no los grupos negociadores- los encargados de promover la negociación colectiva.

    A ellos se podrían sumar las bancadas de la Nueva Mayoría en la Cámara, que estudian actualmente la misma fórmula.

    Eso sí, una modificación de este tipo necesita de 2/3 del Parlamento, es decir, el oficialismo tendría que convencer a cuatro senadores y 10 diputados, ya sean independientes o de la oposición, bloque que votó en contra de la titularidad sindical en la reforma laboral.

    La senadora y presidenta de la DC, Carolina Goic, sostuvo que el Ejecutivo debe "garantizar que el cumplimiento de los derechos colectivos se ejercen a través del sindicato, cuando existe uno en la empresa", y que "no es lo mismo la negociación con los sindicatos, que con los grupos negociadores". Agregó que a la DC "le gustaría mucho" el respaldo del gobierno al proyecto presentado por los senadores de la colectividad.

    En el Ministerio del Trabajo consideran que ambas opciones, una ley interpretativa y reforma constitucional, son "atendibles", aunque lo primero es tener un análisis completo del fallo del TC y definir la estrategia legislativa para "equilibrar" la reforma laboral, vía veto presidencial y ley corta. La tarea, que parece sencilla, ha vuelto más compleja de lo previsto.

    "Una semana más"

    En el comité político, en La Moneda, y en las reuniones de coordinación legislativa, en Hacienda y Trabajo, se escuchó el mismo mensaje: el gobierno se tomará esta semana para analizar el fallo del TC y sus implicancias en la actual legislación y en la reforma laboral.

    Según comentaron parlamentarios, el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, habría "retrocedido" en su análisis preliminar, sobre la titularidad que mantendrían los sindicatos para suscribir pactos de adaptabilidad. Esta visión estaría en sintonía con el análisis del Ministerio del Trabajo, donde alertan que los grupos negociadores podrían quedar, con el fallo del TC, en idénticas condiciones que los sindicatos. Así, podrían no sólo firmar convenios de flexibilidad laboral, sino que gozar de fuero sindical, derecho a huelga e, incluso, extender beneficios.

    Eso sí, se mantienen "diversas interpretaciones" en La Moneda, según comentó una fuente de gobierno, lo que explicaría el tiempo que se están tomando el Ejecutivo para resolver los contenidos de la ley corta que "muy posiblemente" se presente en junio. Tanta es la incerteza que tendría el gobierno, que la Presidenta no pronunciaría "una palabra" sobre la reforma laboral, en su discurso del 21 de mayo

Fuente:

Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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cinco pilares del populismo comunista

Los cinco pilares del populismo comunista

16/05/2016-18:58Selectos
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POP

Jaime G. Mora

Los politólogos Axel Kaiser y Gloria Álvarez desmontan las políticas que han arruinado América Latina.

Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Fidel y Raúl Castro, Rafael Correa, Evo Morales, Dilma Rousseff… Pablo Iglesias. «Si Bolívar viviera hoy y pudiera ver lo que ha ocurrido» en los países latinoamericanos, sostienen el intelectual chileno Axel Kaiser y la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez en «El engaño populista» (Deusto, 2016), «su depresión probablemente lo llevaría al psiquiatra». Los dos expertos desmontan en su libro las políticas de la ola populista que en los últimos años han «arruinado» la región.

La corriente bolivariana que manda en Latinoamérica no pertenece a la tradición de izquierda, dicen Kaiser y Álvarez, son puro populismo. El líder de Podemos, como los presidentes a los que ha tomado como modelo, «ha promovido deliberadamente un gran engaño, que es el de prometer bienestar para todos con ideas y proyectos políticos cuyo resultado no puede ser otro que la destrucción de las posibilidades de progreso y las libertad de los ciudadanos». Los pilares del «socialismo del siglo XXI» son cinco.

El «Pueblo» contra el «antipueblo»

El líder populista distingue en su discurso el «pueblo» del «antipueblo», y él es quien encarna el «pueblo». Los autores del libro mantienen que esta dualidad «fomenta el odio en la sociedad dividiéndola entre buenos y malos», y recuerdan el lema del Che Guevara en 1967: «El odio como factor de lucha».

Una vez establecido quién es el enemigo, «el segundo paso consiste en eliminar la libertad económica», siempre dentro de una «adoración febril del poder del Estado, su motor último». Según Kaiser y Álvarez, el populismo es estatista y, «más allá de la complejidad de las comparaciones, ideológicamente, gente como Mussolini, Hitler, Stalin y Mao estuvieron en la misma trayectoria de un Chávez, Perón, Castro, Iglesias». El fascismo y el nazismo están inspirados en gran parte en el socialismo marxista, argumentan los dos politólogos.

El líder «salvador» frente a los otros

La culpa de todos los males la tienen los otros, ya sean los ricos, los «gringos», el capitalismo o la CIA. El político populista siempre es la víctima y se presenta como el «salvador» que pondrá «fin a la conspiración conjunta de las oligarquías nacionales y los perversos intereses capitalistas internacionales».

Kaier y Álvarez explican que este complejo surgió hace varios siglos con el filósofo Montaigne, con la idea de que «el mercado es un juego de suma cero donde lo que uno gana se debe a que otro lo pierde».

Una idea, la de culpar a otros de los propios errores, que ha sido desarrollada por sucesivos autores a lo largo del tiempo y «sigue estando tan viva como nunca». Es una característica esencial de los populismos latinoamericanos.

Paranoia antineoliberal

«El«neoliberalismo» es una especie de genio maligno que amenaza con sumergirnos en las tinieblas para siempre», escriben en «El engaño populista». Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Kirchner en Argentina…

Todos han señalado al «neoliberalismo» como causante de las desigualdades y ofrecen el socialismo del siglo XXI como salvación. No saben que el término, acuñado en 1932 por el intelectual alemán Alexander Rüstow, hacía referencia a un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo.

En su origen, el «neoliberalismo» estaba «más cercano al mundo socialista que al mundo propiamente liberal». Según los autores del libro, el uso populista del «neoliberalismo» es una trampa para justificar moralmente su «indefendible ambición de poder». Los números demuestran que los ingresos de los pobres son diez veces mayor en los países con más libertad económica que en los que esta queda restringida: «No es lo mismo ser pobre en Suiza que en Venezuela».

«Destruir la democracia desde dentro»

Si el socialismo clásico aspiraba a derrocar el orden burgués a través de la revolución violenta, el populismo «pretende llevar adelante su programa autoritario aprovechando los mecanismos electorales para destruir la democracia desde dentro».

Según su lógica, quienes se oponen a las decisiones de las mayorías gobernantes son «golpistas o antidemocráticos». Kaiser y Álvarez se detienen en Pablo Iglesias, «el más leído y escrito entre la nómina de populistas actuales», quien declaró que la democracia «es el movimiento dirigido a arrebatar el poder a quienes lo acaparan (el Monarca o las élites) para repartirlo entre el pueblo». La idea de democracia del líder de Podemos es «aquella que propusiera el verdugo Maximiliano Robespierre en tiempos de la Revolución francesa».

Cuando el secretario general de Podemos dice que la democracia solo es posible si desaparecen los privilegios de la clase dominante en favor de la mayoría desfavorecida, en realidad está diciendo que «la democracia equivale al socialismo, es decir, a la redistribución igualitaria de la riqueza», dicen los politólogos. Advierten de que Iglesias usa el concepto de democracia como una «mascarada, una verdadera farsa para avanzar proyectos populistas que buscan apariencia de legitimidad popular».

«Igualdad en la miseria»

El discurso populista, influenciado por el marxismo, se articula a partir de la igualdad material. Pero los propios líderes socialistas vulneran sus principios: Fidel Castro, con un patrimonio de 900 millones de dólares, es uno de los políticos más ricos del mundo. «Siempre es una élite la que reemplaza a otra», advierten Kaiser y Álvarez: «A lo sumo se puede decir que el populismo socialista ha logrado cierta igualdad, pero una igualdad en la miseria». La consecuencia de este igualitarismo es la corrupción: Transparencia Internacional sitúa a Venezuela al nivel de países como Haití y Corea del Norte.

ABC – Madrid






















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Rodrigo González Fernández
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