Credibilidad es la capacidad de ser creíble y esta vinculado a los componentes objetivos y subjetivos que hacen que el discurso sea real para otras personas, que los contenidos que se expresan tengan un hilo conductor entre lo que se dice y se hace, de lo teórico a lo práctico. No se puede tener credibilidad sin proyectar confianza y veracidad. Tanto es así, que un individuo, grupo o institución, pueden estar diciendo la verdad y a pesar de todo no ser creíbles, precisamente por la falta de credibilidad entre lo que se dice y se hace. Por ende se pierde la capacidad de convencer y de hacer las cosas bien por el bien común de Chile.
La credibilidad esta estrechamente ligada a la verdad, cuando se demuestra que se transmite verdad se gana credibilidad, sin verdad no hay credibilidad entre los hechos prácticos que se relacionan en el tiempo y hacen que el discurso sea veraz. Cuando se sorprenden a personas, instituciones, empresas, partidos políticos faltando a la verdad, difícilmente lograran nuevamente la credibilidad, sobre todo cuando ha sido una práctica histórica sin una base de sustentación creíble. Haciendo que los individuos estén poco interesados y lamentablemente se pierde toda representación y lo que es peor, posibilita la concentración del poder y el abuso, que lo detentan los que se toman la molestia de tomarlo, ejercerlo y usufructuar de él y crea el caos y la ingobernabilidad. En política la credibilidad es un valor imprescindible y valioso. Un país sin credibilidad es un país al borde del abismo y de la anarquía.
La credibilidad tiene que ver fundamentalmente con la ética y la moral en la toma de decisiones para lograr procesos transparentes en la forma de actuar. Nos dan la forma de como nos relacionamos al interior de la sociedad y en Chile, lamentablemente, hemos perdido la capacidad de creer en los políticos y en las instituciones que manejan, que ha pesar de que puedan estar haciendo algunas cosas bien, la sensación en el ambiente es que todo anda mal, que algunos abusan en detrimento de otros y que toda solución es inviable porque no hay credibilidad.
El gobierno de Sebastián Piñera ha dicho públicamente a través de su vocera, que no entienden porque tienen tan baja aceptación de la ciudadanía, incluso entre sus mismas huestes, cuando ellos sienten que han hecho las cosas bien. La razón fundamental es la falta de credibilidad con que han tomado las decisiones y sin la debida transparencia. La ciudadanía que esta fuera de las ideologías de poder y de los partidos políticos, entienden que algo no anda bien y que todo tiene algo escondido. Es muy importante en la realidad actual como se obra y se hace y en como se designan los derroteros ante los diferentes modelos de desarrollo. Si estos no se deciden con objetividad, transparencia y sentido común, aunque puedan ser los caminos adecuados pierden sustentabilidad y por la tanto no tienen credibilidad ciudadana.
El mundo político derrocha energía en la actualidad, discursando que han cambiado, que aprendieron la lección, que ahora si harán las cosas bien, que propiciaran una renovación certera y de acuerdo a la nueva realidad social. Entendiendo a la ciudadanía en todos sus petitorios. Pero la realidad que se vislumbra es que en estas elecciones es más de lo mismo y los viejos estandartes o los candidatos del oligopolio como se reconocen en la actualidad, que deberían haber dado un paso al costado por el bien de Chile y permitir así una justa renovación después de tantos años, vuelven con mayor fuerza, sustentándose en promesas sin credibilidad alguna por la perdida del hilo conductor. El 79 % de los parlamentarios que están actualmente en funciones van a la reelección. Muchos de estos políticos dijeron hace algunos meses que no iban a la reelección, para generar la renovación que quería la ciudadanía. Hoy cambiaron de opinión y van nuevamente a la reelección.
La verdadera renovación hubiese sido posible con el entendimiento de parte de los partidos políticos, dejando el espacio a las nuevas camadas de candidatos, sin que tengan que luchar en contra de los viejos estandartes que detentan el poder económico de los partidos políticos, dando varios y largos pasos al costado para propiciar una nueva mirada en la forma de hacer política, con nuevas lideranzas y con los cambios reales que de verdad necesitamos para consolidar al país y hacerlo sustentable.
Hoy lamentablemente el mayor problema que encontramos en nuestra sociedad y, sin duda alguna, el más duro escollo que habrá que sortear, mucho mayor que la misma estrategia de sustentabilidad y la decisión del formato de desarrollo que necesitamos, es que definitivamente no nos creemos entre nosotros mismos y eso es muy grave, nos hace reacios a participar y no creemos en nada y en nadie. Todo lo vemos como una simple estrategia de grupos organizados, para lograr perpetuarse en el poder, escondiendo la verdad de sus intenciones, con discursos ideológicos preparados para seguir usufructuando del sistema, al igual que un canto de sirenas, que han producido un daño importante en el ciudadano normal, al punto de ser casi irreversible si no tenemos la capacidad de entenderlo y asumirlo. Haciéndonos una sociedad altamente individualista y anacrónica, entre lo que decimos y lo que hacemos.
La única manera de lograr salir del paso es con verdad, respeto y sentido común, en todos los ámbitos de la sociedad. Transparentando las decisiones, siendo claros a la hora de decidir las diferentes opciones. Por eso en Chile todos los temas de importancia vital en relación con el modelo de desarrollo se judicializan y lamentablemente aunque sea duro de decirlo debe de ser así, porque es la única forma de lograr ante la deficiencia del formato lograr la justicia social, ambiental y de desarrollo que necesitamos y todo por la falta de credibilidad de las instituciones que toman las decisiones y de los partidos políticos que las administran.