Una de las creencias más equivocadas es que basta con cumplir un código de ética.
Hasta pronto
Esperamos que este curso les haya ayudado a comprender que las decisiones en ética no son arbitrarias, sino que responden a una lógica, a una metodología, a un modo de hacer las cosas conforme a los principios más nobles que mueven al ser humano: la verdad, la bondad, la belleza y el bien, y que actuar éticamente es bueno para el ser humano y la mejor forma de enfrentarse en la vida con uno mismo y con los demás.
Sólo en una sociedad donde imperen valores morales será posible incentivar a las personas a que inicien nuevas empresas, generen riqueza, y creen más empleos, pues no son muchos quienes están dispuestos a crear compañías en un ambiente donde reine la corrupción o donde tengan que poner entre paréntesis valores rectores que animan su ser y actuar.
Para finalizar este curso, revisaremos los principales mitos sobre la ética.
Mito 1: Un buen código de ética es suficiente garantía para que las conductas de las personas en la empresa sean las adecuadas.
El que una acción o una decisión se ajuste a la legalidad vigente y se rija por el código de ética de una empresa, aunque es buena cosa, no basta para asegurar que sea éticamente aceptable, porque resulta imposible que dichos códigos aborden todos los casos, situaciones y circunstancias que se pueden dar al interior de la empresa.
El código no reemplaza ni disminuye la responsabilidad personal o institucional.
Mito 2: Las normas éticas varían de acuerdo con las situaciones.
No cabe duda que las circunstancias de las decisiones en una empresa tienen muchas veces un alto dramatismo: se está jugando la sobrevivencia de la organización, la posibilidad de ganar o perder mucho dinero o poder, la estabilidad laboral de una o muchas personas. Esto puede hacernos dejar de lado los principios más fundamentales de la convivencia humana, como son el respeto al otro, a la palabra empeñada, a la verdad, a la justicia. Es una tentación muy grande dejarse llevar por las circunstancias antes que por las normas éticas para optar por una u otra decisión.
Mito 3: Los ámbitos familiar y de la empresa exigen comportamientos diferentes.
No existe una escala de valores y normas éticas para la vida privada y otra para la vida pública. Una persona que se muestra con una doble moral siempre será alguien en quien no se va a poder confiar, porque esa misma actitud podrá usarla respecto de otros.
Es difícil pensar que quien no tiene un comportamiento ético en su vida personal y familiar lo va tener en el mundo de los negocios, o que quien tiene actuaciones reñidas con la ética en el campo laboral será recto en su vida familiar.
Mito 4: La ética es un conjunto de normas que no demandan mayor esfuerzo.
El juicio moral requiere de mucho esfuerzo, metodología, recolección de antecedentes, reflexión y análisis. Decisiones que incorporen adecuadamente la dimensión ética deben contar con una fundamentación teórica adecuada construida sobre la base de una visión del hombre y el proyecto de la empresa. De no plantearse desde esta perspectiva, que asume la vida de una manera más integral, la ética en la empresa no pasará de ser una serie de buenas intenciones, como un mero barniz superficial, pero que no va a calar con profundidad ni en las personas ni en la organización.
Mito 5: Con un poco de tiempo y dedicación se puede incorporar la dimensión ética en la empresa.
Lograr un ambiente en la empresa donde la ética sea un elemento fundamental de su accionar no es producto de la improvisación. Hay que generar un camino pedagógico con fundamentos teóricos y casos prácticos. Este trabajo que puede tomar mucho tiempo, se basa en la idea fuerza que la ética no es un manual, es decir un conjunto de normas, sino la reflexión profunda sobre los actos humanos en su bondad o maldad con repercusiones personales y sociales.
Mito 6: Con buenos controles se puede generar un ambiente ético.
Lo central es la formación de la conciencia moral de las personas. Los controles se logran muchas veces a costa de quitar autoridad o poder a los trabajadores, lo que por cierto entorpece el buen funcionamiento de la empresa. Se trata más bien de formar personas correctas para darles la mayor autoridad y poder posibles.
Trabajar, no improvisar.
La ética más allá del cumplimiento
* Caso desarrollado por Generación Empresarial.
Rodrigo es el nuevo gerente de Cumplimiento de una importante cadena de retail. A fines del año pasado esta organización lanzó su código de ética, la declaración de valores y la línea de denuncia que se especifica en el Modelo de Prevención que indica la Ley de Responsabilidad Penal de las empresas (Ley 20393).
A pesar de estos esfuerzos, en los últimos meses ha sido informado de casos en los que si bien no se ha llegado a cometer un delito, se han generado potenciales conflictos de interés y abusos de poder.
Si bien Rodrigo cree haber invertido en un excelente programa de difusión de las buenas prácticas de su empresa y ha visitado todas las sucursales del país comunicando la importancia de estas políticas, no entiende por qué sigue encontrándose con situaciones que pueden ser potencialmente riesgosas para su empresa.
Rodrigo debe decidir cómo enfrentar esta seguidilla de malas prácticas. Una solución es quedarse tranquilo; ha cumplido con la ley, y por ende, lo que restaría es despedir a todos quienes han actuado desalineados con la empresa. Otra solución podría ser abordar la institucionalización de la ética, incorporando a su programa aquellos componentes referidos al liderazgo y formación de las personas, para gestar un ambiente donde los valores se acuñan en el modo de hacer de la empresa.
El primer camino podría sentar un buen precedente que deje los límites claros y el segundo es de más largo plazo y desde su perspectiva le compete al área de Personas de su empresa.
Si usted estuviese en el lugar de Rodrigo, ¿qué camino elegiría? ¿Son los valores y la ética en la empresa estratégicos para la sostenibilidad de la firma? ¿Es suficiente con cumplir las leyes? ¿Qué rol debieran jugar los líderes en esta decisión? ¿La formación ética es necesaria para crear conciencia de los impactos de las decisiones y/o comportamientos? ¿Qué importancia tiene el liderazgo, entendido como el ejemplo?
Si se elige el segundo camino, ¿a qué área le correspondería liderar este desafío? ¿Se pueden medir estos temas para gestionar mejor?
Responda en www.generacionempresarial.com/claseejecutiva10
Gestionando de cara a la sociedad
Es frecuente encontrar a una empresa preocupada de su entorno y compartiendo el valor económico que genera con sus trabajadores, las comunidades, organizaciones gremiales, ONG, aportando a actividades culturales o deportivas, haciendo grandes esfuerzos por cuidar el medioambiente, etc. Pero ¿está realmente satisfaciendo las necesidades del sistema? ¿Cuánto aportar? ¿Cómo aportar?
Para pensar en satisfacer las necesidades del sistema es necesario partir por entender cuáles son los verdaderos satisfactores de cada integrante. La forma de hacerlo es estableciendo relaciones entre personas, desde las cuales se puedan entender objetivos, intereses, motivaciones. Claramente, nos vamos a encontrar con tremendas necesidades económicas, pero también ambientales y sociales, muchas de ellas espirituales y que no requieren de un esfuerzo económico.
Entonces, al integrar en una visión sistémica a los grupos de interés, podremos concluir que la responsabilidad social de la empresa es maximizar el valor para el sistema, lo cual también maximiza su propio valor en el largo plazo. Y ese valor no es sólo económico.
Esta visión de negocio presenta tremendos desafíos de gestión, partiendo por la medición del valor, por cuanto el valor agregado al sistema no es el que alguno de sus miembros determine, sino el que el sistema mismo percibe. Habrá valores económicos fáciles de medir, pero cuál es el valor del saludo cordial y alegre para cada uno de nuestros trabajadores, o el valor de una mejor educación para niños de una comunidad vecina de escasos recursos.
Desde esta visión de negocio resulta evidente que la empresa ya no comparte valor con la sociedad en el sentido de entregarlo, sino que coconstruye el valor con cada uno de sus grupos de interés, generando relaciones que son de beneficio mutuo.
Así, a partir de relaciones de confianza, la empresa puede ir agregando valor en un esfuerzo conjunto con cada uno de sus grupos de interés. Este esfuerzo conjunto genera además el que todos estén en la búsqueda del mismo objetivo (de agregación de valor para el sistema), el cual obtendrán rápidamente a través de aquellas acciones que más valoren a las personas.
La empresa y sus grupos de interés (accionistas, comunidad) deben agregar valor al sistema.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile
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