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jueves, octubre 21, 2010

cabildeo o lobby, que es esto.

¿Qué es el cabildeo? (1)

Una sociedad plural como la nuestra incluye a muchos grupos de interés, sean (digamos) empresas, sindicatos, organizaciones no gubernamentales o asociaciones profesionales. En ocasiones buscan al gobierno o a los legisladores para modificar una política pública o tener acceso a financiamiento.

Sobre todo, el cabildeo es una actividad que acerca al legislador con los ciudadanos independientemente del resultado que tenga la gestión. Es decir, el que un diputado o senador reciba al grupo de interés en sus oficinas, pasee a sus representantes por el recinto parlamentario, los invite a comer y les dé una palmada en la espalda es de gran utilidad.

Por otra parte, el gobierno y los legisladores necesitan del contacto con estos grupos de interés para recibir información, consejos y colaboración. Visto de esa forma, el cabildeo es una actividad vital para el mantenimiento de una democracia, donde ambos actores se necesitan mutuamente.

Sin embargo, el cabildeo debe realizarse de manera transparente. Si llega a percibirse que algún grupo tiene acceso privilegiado al gobierno o a los legisladores a costa del interés público, la actividad se desprestigia y con ello las instituciones públicas. Esta situación puede empeorar si existen acusaciones, sustentadas o no, de corrupción.

Algo similar ocurrió en el Reino Unido a finales de la década de los noventa. Cierto periodista, para hacer una investigación, se hizo pasar por representante de un grupo de interés y les pidió a varios legisladores si presentarían una pregunta a un ministro ante el Pleno. La mayoría dijo que sí y con gusto. Sólo dos pidieron una remuneración económica a cambio del favor, detonando un escándalo que les llevó a la renuncia.

Cuando algo así sucede, se reclama regular el cabildeo. Hay muchas formas de hacerlo, pero la más exitosa ha sido el generar políticas de transparencia sobre los ingresos e intereses externos de los legisladores. Esto es, listas públicas donde cada uno declara sus relaciones con grupos de interés, sean laborales o económicas.

Las leyes en torno al cabildeo no vetan la participación de algunos grupos de interés, pues sería antidemocrático. Tampoco ayudan a que el mal cabildero se transforme en uno bueno. Más bien, y como dicen en Estados Unidos, no es malo tener intereses sino el no declararlos. Esto es, con transparencia todos los actores tienen confianza en que sus peticiones serán escuchadas y debidamente atendidas.

¿Qué sucede en México?

El cabildeo comenzó a figurar como fenómeno político a partir de 1997, cuando dejó de haber una mayoría en la Cámara de Diputados. De esa forma los grupos de interés descubrieron que, además de acercarse al gobierno, debían influir en los legisladores.

Desde esos años han surgido repetidos escándalos en torno a prácticas corruptas durante el cabildeo, aunque ninguna ha sido probada. No obstante, siquiera la sospecha ha llevado a que el resto de los países establezcan leyes para normar la actividad. Desde 2001 se han presentado más de quince iniciativas al respecto, aunque ninguna ha sido aprobada.

El único avance normativo es el Reglamento del Senado, el cual entró en vigencia el 1º de septiembre pasado. Ahí se reconoce la existencia de este género de actividades y establece, en el marco de las obligaciones para las comisiones y los senadores, la de informar a la Mesa de las actividades realizadas ante ellos por cabilderos en la promoción de sus intereses. También se establece que ni los senadores ni personal del Senado pueden aceptar dádivas o pagos en efectivo o en especie por parte de cabilderos o persona alguna que de ese modo pretenda influir ilícitamente en las decisiones del Senado.

Aunque todo avance es bienvenido, resulta insuficiente en cuanto a sus alcances. La reforma poco hace para transparentar las relaciones de los senadores con los grupos de interés o reaccionar ante escándalos, reales o supuestos. ¿Falta algo en México para que se legisle como se debe?

El problema de fondo es que nadie asume los costos de un escándalo y por ello los legisladores no tienen por qué tratar el tema con seriedad. Si sólo van a estar en sus puestos por tres o seis años, no desarrollan una relación a largo plazo con los grupos de interés. Por ello todo cabildeo empieza desde cero cada inicio de legislatura.

Si no hay relaciones estables, tampoco se desarrolla la confianza entre los actores. Así pueden llegar a tener incentivos para decir que un cabildeo no funcionó porque fueron bloqueados por sus líderes de campaña. Y en casos extremos podrían desentenderse de un compromiso sin que eso les afecte.

Bajo este mismo argumento, si los legisladores no desarrollan relaciones de largo plazo con grupos de interés, tampoco necesitan transparentarlas. Al fin y al cabo su carrera no depende de ello. ¿Por qué habrían de autolimitarse si no están obligados a hacerlo?

Por último, al no haber necesidad de transparentar, el actual sistema se encuentra mucho más expuesto a la corrupción que cualquier otra democracia. Eso hace que, comparativamente, el cabildeo pueda llegar a ser más caro y menos eficaz que en cualquier otra democracia.


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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU

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