El zar del calzado: "Las mujeres parecen renos caminando con zapatos planos"
Vanessa Friedman / Editora de Moda de FT
Milán, durante la muestra de las colecciones otoño/invierno. La ciudad está atestada de gente del mundo de la alta costura, así que a nadie le sorprende ver trajes de lamé a las 10 de la mañana ni cristales Swarovski a medio día. Pero aún en medio de este esplendoroso epicentro del buen vestir, Manolo Blahnik, el zar del calzado y dandy de pelo color plata, logra llamar la atención.
Estoy en la recepción del hotel Four Seasons, intentando llamar a su habitación para avisarle que llegué, cuando Blahnik, de 66 años, se materializa de improvisto a mi lado, tratando de recuperar el aliento, y abanicándose con una mano. "¡Oh! siento mucho el atraso, pero me encontré con Hamish Bowles (editor para Europa de la revista Vogue) en las escaleras y sus manos se agitan levemente- "no podía irme".
Los observadores de tendencias dicen que estamos ad portas de una nueva era de la moda: que después de la marca y la cartera "top", 2009 marcará la era del zapato "in". Y si eso es verdad, si en tiempos de crisis la gente deja de consumir ropa en favor de accesorios y si de todos estos los zapatos son los más accesibles, entonces un hombre debiera saber esto más que nadie: Manolo, quien crea zapatos tan sensualmente delicados y decorativos que no necesitan logo o etiqueta.
"¿Son tan importantes los zapatos", se pregunta Manolo. "Si fuera mujer, usaría lo mismo por un mes y me cambiaría sólo el sombrero y los guantes. Quizás también los zapatos... Siempre se lo digo a los niños Blahnik es profesor honorario en el Royal College of Art en Londres y los "niños" son sus estudiantes- '!No hagan zapatos, hagan sombreros!'
A Manolo pareciera no gustarle mucho hablar de zapatos. Así que todo el almuerzo se torna en un juego de preguntas sin respuesta.
En esto está desde 1971, después que dejó su hogar en las Islas Canarias, donde su padre checo y madre española administraban una plantación de plátanos. Llegó a Gran Bretaña a través de la Universidad de Ginebra y conoció al fotógrafo Eric Boman, quien se lo llevó a Nueva York y le presentó a la entonces editora de Vogue en Estados Unidos, Diana Vreeland. Ella le dijo "anda a hacer zapatos". Blahnik quería ser diseñador de escenarios pero nunca pensó decirle no a la legendaria (y dictatorial) fashionista. Quizás para compensar sus frustrados sueños teatrales, ha sido todo un personaje desde entonces.
Y es que con Manolo ciertas palabras vibran y se alargan, porque él no dice "adoro" sino que "addddooroo", ni "detesto" sino que "deteeessto". Blahnik tiende la tendencia de hablar en monólogos. Toma un respiro sólo cuando recuerda una historia triste, como el funeral de Yves Saint Laurent. "Nunca más iré a un funeral, fue tan triste. Es que no entiendo a la muerte. Sí, sé que está ahí. Pero no la entiendo".
Durante todo el almuerzo, Blahnik sólo toma tres o cuatros cucharadas de sopa y no toca el pan. "Como mucho chocolate", me susurra cuando le expreso preocupación. "¡Me encaaaantaaaa el chocolate!".
Pero se sorprende con una pregunta básica: ¿por qué los zapatos?
"No lo sé", responde y alza los hombros. "Ya me acostumbré", y me mira para ver si con esa respuesta se puede salir con la suya. "¿Qué es esto tan lindo?", pregunta de repente, tomando el elástico roto que marca las páginas de mi cuaderno. "¡Me gusta!".
Levanto mi ceja y le recuerdo que estamos hablando de zapatos. Blahnik suspira. "Creo
que tienen vida propia", aventura. "Son independientes. Pero no pienso mucho en eso".
En su casa en la elegante ciudad de Bath, Inglaterra, tiene montañas de libros y DVD, junto con cada uno de los zapatos que ha creado. Hay cerca de 11.500, escondidos detrás de gabinetes en las murallas de su casa y la casa vecina. "Es un mausoleo del zapato", dice divertido. "Pero tengo una hipoteca ahora para la segunda casa, y estoy preocupado, así que fui a mi
cómo se llaman esos a los que les pides hipotecas
"
- ¿Banqueros?
- Sí. Fui donde mis banqueros y me dijeron: "Pero señor Blahnik, usted está bien, no tiene deudas", y yo les dije, "pero tengo una hipoteca", y luego me dijeron que estaba bien, pero aún así me preocupo. Es lo más difícil de toda esta crisis económica, porque pienso en los trabajadores de las fábricas que hacen mis zapatos. No me importa realmente si mis zapatos se venden, de verdad. Excepto que ahora soy responsable por esta gente".
Él sabe qué se vende y qué no en sus 200 puntos de venta en todo el mundo. Los preferidos por sus clientas son los zapatos altos y formales que él cree son "muy convencionales", especialmente cuando están en "colores estúpidos como rosa viejo. ¡Es un zapato seguro!".
Hace todo tipo de tacos pero dice que su altura favorita son los 3 centímetros. Ahora también le interesan los zapatos planos porque "con ellos es muy difícil caminar y a la vez verse divina y graciosa. Las mujeres parecen renos caminando con zapatos planos. La última vez que una mujer realmente supo andar bien con ellos fue en los '50", asegura.
"Demoré diez años en aprender cómo hacer el zapato apropiado y nunca he hecho el zapato perfecto", agrega. "He estado cerca, pero nunca. Todavía tengo que hacerlo. ¡Es que hay tanto que hacer! Pensé que me iba a relajar con el tiempo, pero me he vuelto más neurótico. Y sabes, ya no veo las noticias. Me rehúso a perder el optimismo
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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