Dicho de otra forma, en nuestro país y en el mundo, convivimos personas con diversas mentalidades. Hay quienes ven la vida con mentalidad de civilización agraria, hay quienes tienen mentalidad de civilización industrial, y existen otras que operan ya con visión de civilización cibernética. Los estudiosos de la teoría del conocimiento dirían que conviven en simultaneidad diversas epistemologías, o para decirlo simplemente, en nuestro mundo hay un "babel" de maneras de entender las cosas. Esto tiene muchas implicaciones cuando se trata de hablar de la educación cívica y de la ética comunitaria, ya que nuestras conductas están regidas por nuestros intereses, conocimientos, creencias, habilidades y valores.
Para el propósito de estas reflexiones, entendamos la ética como la serie de conductas que cada persona debe tener frente a sí misma, frente a los demás, y frente a la naturaleza que nos rodea y de la que somos parte esencial.
Conviene entonces hacernos las siguientes preguntas: ¿es realmente posible que todos nos pongamos de acuerdo en las conductas que deben regir nuestras vidas, a pesar de constatar el hecho de que no todas las personas pensamos igual sobre el sentido y valor de la vida?, ¿en dónde se marca la diferencia entre las conductas que debo tener en mi vida comunitaria, independientemente de mi religión, de mis preferencias políticas, de mis capacidades económicas, y del grupo social y cultural al que pertenezco?
Sin duda, es deseable que todos busquemos nuestra propia identidad como personas y seamos congruentes con nuestra manera de pensar; sin embargo, esto por sí solo no asegura la armonía y la paz social, ya que no todos compartimos los mismos valores profundos, ni tenemos las mismas experiencias de vida. Por esta razón, es necesaria la existencia de un ámbito de ideas y de conductas en las que todos debemos coincidir, independientemente de nuestras diferencias. A esto le podemos llamar el ámbito de la ética ciudadana.
La ética ciudadana debe establecer con claridad las conductas a las que todos estamos obligados. Es la agenda común que debemos cumplir para poder ser miembros activos y reconocidos de una comunidad plural, ya que es imposible y absurdo pensar que todos nos debemos poner de acuerdo en todos y cada uno de los aspectos de la vida.
La ética ciudadana señala los derechos que todos debemos exigir, y las obligaciones que todos debemos cumplir, sin importar nuestro sexo, raza, religión, partido político, capacidad económica, profesión, actividad, y cualquier otro aspecto que nos diferencie.
La ética ciudadana nos debe señalar la diferencia entre aquello que nos es propio por pertenecer al ámbito de lo que es estrictamente nuestra vida privada, y aquello que corresponde al ámbito de nuestra vida pública. Es muy difícil entender esta distinción, pero sin duda es muy necesaria para asegurar los equilibrios básicos indispensables en sociedades complejas y plurales como la nuestra.
Es urgente empezar a construir esta ética ciudadana en México, para poder salir de la crisis económica, política y social que estamos viviendo. Esperar que todos piensen como nosotros es una actitud inmadura y condenada al fracaso. Debemos crear los mecanismos eficientes para que la sociedad dialogue consigo misma, y con ello poder definir y consensar los contenidos básicos de la ética ciudadana.
Para que esto suceda debemos imaginarnos formas y mecanismos novedosos de promover una educación cívica, basada en la ética ciudadana. Como toda la educación auténtica, el punto de partida debe ser el fomento de la conciencia crítica de la persona. La comprensión y el análisis de uno(a) mismo(a) y de todo lo que nos rodea es el eje orientador de nuestro estar en el mundo. Sin esto, no podemos estar en condición de encontrar el verdadero significado de nuestra vida en comunidad, expresado en las formas de relacionarnos con las demás personas.
Sin conciencia de que somos sujetos de derechos y obligaciones no es posible crear una ética ciudadana. Este comportamiento en sociedad debe expresarse en todas las actividades que realizamos. Como personas podemos ejercer diversos roles en diversas etapas de nuestra vida: hijos, padres, estudiantes, profesionistas, empleados, patronos, gobernantes, amas de casa, vecinos, turistas, deportistas, maestros, electores, etcétera. Todos estos roles se expresan necesariamente en diferentes conductas, sin embargo, todas deben estar reguladas por una misma intención y propósito: construir el bienestar individual y el bienestar colectivo.
Educarnos cívicamente es educarnos en la corresponsabilidad. Los problemas que vivimos en nuestro país son de tal complejidad que no podemos esperar que una sola persona, o un reducido grupo de personas, por poderosas, capaces y bien intencionadas que sean, nos brinden las soluciones. Por ello, requerimos una educación cívica que resignifique nuestro quehacer individual y colectivo, en lo político, en lo económico y en lo social.
En este sentido, debemos entender que en los asuntos de interés público todos debemos asumirnos como gobernantes de nuestra propia comunidad; que en los asuntos de economía todos debemos concebirnos como responsables de la producción, conservación y distribución de la riqueza; y que en los asuntos de nuestra vida cotidiana, todos debemos entendernos como miembros de una sociedad civil participativa.
Ideas como ésta deben derivar en contenidos específicos de educación cívica y de ética comunitaria. Esto no es algo fácil de lograr, en razón de la pobre cultura ciudadana que tenemos, sin embargo debemos convencernos de que es la única salida posible de la complicada situación que vivimos los mexicanos.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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