El 49% de la superficie chilena está en alguna medida erosionada. Al menos eso indican las cifras preliminares de un reciente estudio realizado por el Ciren. ¿Por qué pasa esto y cómo se puede frenar para seguir aspirando a convertir el país en potencia agroalimentaria? Una Ley de Protección de Suelos, programas de sustentabilidad y capacitación, son algunas de las soluciones que plantean los expertos para frenar la degradación. Martina Salvo de Oliveira La erosión es un problema grave... grave no, ¡gravísimo! Tanto por el daño ambiental que implica a una zona afectada, como por su impacto productivo. Y en Chile las cosas no están precisamente bien en este tema. Un reciente estudio denominado "Determinación de la Erosión Potencial y Actual del Territorio de Chile", realizado por el Centro de Información de Recursos Naturales -Ciren-, revela preocupantes niveles de erosión, lo que podría dificultar propósitos como el de convertir a Chile en potencia agroalimentaria. En un escenario donde el calentamiento global hace de las suyas es clave tener resueltos temas como la degradación de los suelos.
Los resultados del estudio son inquietantes y ponen de relieve la importancia de discutir el tema con mayor profundidad y promover políticas contundentes para frenar el actual y agresivo proceso de degradación en distintas zonas del país. Resultados del análisis
Una superficie de 36,8 millones de hectáreas, equivalentes al 49,1% del territorio nacional presenta algún grado de erosión. Esa es la impactante realidad que arroja el análisis del Ciren... La mitad del territorio nacional está en alguna medida erosionado. Ese es el indicador macro que incluye tanto la erosión causada por personas como la geológica o natural y sin distingos de tiempos en que se produjo. Porque no es lo mismo comparar un suelo degradado por su desgaste productivo, que los suelos del desierto de Atacama, erosionados hace millones de años por condiciones naturales. Por lo tanto, no todo el territorio erosionado es culpa del hombre y no todo territorio erosionado tiene potencial productivo.
"En el caso de las regiones desérticas del país, la erosión natural no reviste efecto apreciable para la agricultura, ya que son escasas las superficies silvoagropecuarias en la zona", puntualiza Eugenio González, director del Ciren. Pero aún excluyendo el desierto de Atacama y sus alrededores, sigue sorprendiendo lo alto de los indicadores de erosión inducida.
El talón de Aquiles, en términos de erosión, lo lideran las regiones de Coquimbo, con el 84% de sus suelos erosionados; Valparaíso, con 57%, y la Región de O'Higgins con el 52% de sus suelos degradados. Pero la erosión, además, tiene distintos niveles de intensidad y por tanto varía su impacto agroproductivo y ambiental en cada una de las regiones del país.
El estudio realizado por el Ciren clasificó los suelos según el nivel de daño en: erosión muy severa, severa, moderada y ligera. Mientras en la zona Central, entre Valparaíso y Biobío, los porcentajes de erosión severa y muy severa varían entre 20 y 25%, en la zona sur del país bajan a alrededor de 10%.
"En la intensidad y niveles de erosión influyen los problemas de solidez, salinidad, sobreexplotación de suelos, vegetación y el efecto invernadero hacia el medio ambiente, entre otras variables", sostiene Erick Zagal, presidente de la Sociedad de Ciencias del Suelo. Entre las conclusiones, el estudio determina que la zona centro sur es la más afectada por procesos de degradación inducidos, principalmente en el secano costero. Con ese balance lapidario, es fundamental tomar desde ya medidas para revertir o al menos frenar el actual impacto de la erosión. Culpas, problemas y soluciones
Los actuales niveles de erosión en Chile se explican por múltiples razones, que van desde el enfoque productivo que se ha posicionado por sobre la sustentabilidad, hasta la poca información actualizada que había sobre el tema y que, por tanto, dificultaba el uso más eficiente de los fondos y programas existentes en la materia. "La extensión de la actividad agrícola con una visión netamente productiva y sin tener en consideración la capacidad de uso, la reducción orgánica de los suelos y la extrapolación de la erosión de éstos sobre la base de datos escasos han precipitado la degradación", sostiene Manuel Casanova, director del Departamento de Ingeniería y Suelos de la Universidad de Chile.
La radiografía actual al recurso enriquece el escenario en términos de información, lo que permitiría identificar con mayor claridad los lugares que requieren mayor inversión, dónde los procesos de degradación se han acelerado y cuáles son las zonas críticas de deforestación. Es decir, el estudio posibilitaría develar al detalle las malas prácticas agrícolas, lo que es el primer paso para proponer soluciones, claves si Chile aspira a posicionarse como potencia agroalimentaria. "Con los resultados se puede establecer una metodología para promover políticas más efectivas y eficientes de conservación de suelos", sostiene Juan Pablo Flores, director del proyecto de Erosión Nacional de Ciren. Los expertos ya adelantan algunas ideas que podrían subsanar en el mediano y largo plazo, los preocupantes niveles de degradación detectados en algunas zonas del país
Una de éstas, apunta a debatir e implementar una Ley de Protección de Suelos. "Es necesario retomar el debate para constituir una Ley de Protección de Suelos, con la voluntad de todos los actores involucrados: agricultores, investigadores y líderes", sostiene Casanova.
Otra de las medidas sugeridas es que los cambios deben ir acompañados con la debida capacitación y actualización formativa, sobre las mejores prácticas para implementar en los distintos suelos del país. Una tercera propuesta, busca potenciar el programa de Incentivos para la Sustentabilidad Agroambiental de suelos Agropecuarios.
"Éste sería más acorde con las actuales necesidades, reemplazando al actual Sistema de Incentivos para la Recuperación de Suelos Degradados, del Ministerio de Agricultura", explica Casanova. Velar por la implementación de las Buenas Prácticas Agrícolas, desde una perspectiva productiva, social y altamente sustentable, es otra de las recomendaciones.
"La elección de las Buenas Prácticas para limitar la erosión, debe considerar no sólo el recurso suelo y el ambiente en general, sino que también debe tomar en cuenta los factores económicos y socio políticos particulares de cada zona del país", puntualiza Casanova. Otra de las iniciativas que permitirían limitar en alguna medida la degradación, sería formular políticas de construcción que vayan de la mano con una planificación sustentable.
"Entre el 5% y el 7% del territorio corresponde a suelos cultivables. Pero al planificar construcciones, carreteras y edificios, ese indicador no es tomado en cuenta, lo cual es inexplicable porque hoy se está construyendo en las pocas zonas aptas para cultivo, lo que va contra el propósito de ser potencia agroalimentaria", sostiene Neal Stolpe, profesor de Conservación de Suelos de la Universidad de Concepción. Sobre las políticas implementadas para la conservación hasta el momento, como el Decreto Ley 701 o el Programa de Incentivos para Suelos Degradados, hay expertos que las respaldan y otros que las critican.
"Creo que se han hecho grandes esfuerzos para controlar los procesos de degradación, pero faltaba un estudio territorial que permitiera seguir avanzando en políticas de protección. Desde el Decreto Ley 701 sobre fomento forestal, se han reforestado miles de hectáreas con un enfoque hacia la conservación. Lo mismo con el programa de recuperación que ha entregado miles de incentivos. Eso sí, ahora el estudio permitirá tomar decisiones con un mayor nivel de asertividad", indica Flores. Pero no todos opinan lo mismo.
"A mi juicio, las políticas específicas no han abordado el tema con la necesidad que se requiere. Hoy, los programas como el de recuperación de suelos se han trasformado en un instrumento de fomento encubierto a la producción, pero no han abordado de frente el tema de la erosión", sostiene Eduardo Arellano, profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica. La erosión es un tema que urge frenar y solucionar, más aún ante las condiciones del cambio climático y la aspiración de convertir al país en potencia agroalimentaria.
Dado que los suelos son la base que sostiene la agroalimentación, es clave intensificar desde ya posibles políticas orientadas al cuidado y sustentabilidad del recurso en el tiempo. La pérdida de la riqueza de suelos es en gran medida irreversible. Pero sí se puede evitar que siga avanzando. No hacer nada al respecto no sólo restringe las posibilidades actuales, sino que limita, además, el potencial de acción de las futuras generaciones. Las regiones con los suelos más erosionados son: Coquimbo, con el 84 por ciento, Valparaíso, con el 57% y O'Higgins, con el 52%. La zona centro sur es la más afectada por procesos de degradación inducidos, principalmente en el secano costero. Entre el 5% y el 7% del territorio corresponde a suelos cultivables, pero al planificar construc- ciones o carreteras ese indicador no se toma en cuenta. Indicadores sobre el estudioJunto a la labor del Ciren, la investigación contó con el apoyo de la Oficina de Desarrollo Agropecuario, la Corporación Nacional Forestal, el Servicio Agrícola Ganadero y el Instituto de Desarrollo Agropecuario. El trabajo que está en su fase conclusiva, es el diagnóstico más completo y avanzado que se ha hecho en la materia. Los análisis se hicieron a través de diversas tecnologías, como el Sistema Satelital de Observación Terrestre, registros aéreos y técnicas geomáticas, que analizaron 73.403.000 hectáreas del país (casi la totalidad de la superficie), con un nivel de precisión nunca antes registrado. El último estudio sobre degradación de suelos que contemplaba una gran amplitud del territorio nacional se hizo en 1979, pero con escalas, tecnologías y superficies que nada tienen que ver con la actual medición. Si el estudio de 1979 mostraba una escala de 1:500.000 que es muy generalizada, la radiografía actual alcanza una precisión mayor con dos escalas de 1:50.000 (en el sector silvoagropecuario IV-X) y de 1:250.000 (en las zonas extremas y cordillera de Los Andes). Además, el reciente análisis abarca el doble de la superficie estudiada hace 31 años. Las regiones más afectadas son: Coquimbo (84,3%), Valparaíso (56,7%), O'Higgins (52,5%). Mientras que las comunas más afectadas entre la IV y la X Región son: Punitaqui (94,8% - IV Región), Llay-Llay (77,6% - V), Alhué (70,1% - RM), La Estrella (95,1% - VI), Cauquenes (83,4% - VII), San Fabián (VIII), Purén (64,3% - IX), Panguipulli (40,1% - XIV) y Castro (69,3% - X).Iniciativas que se vienenUn proyecto y un Congreso se están trabajando en Chile a propósito de la degradación de suelos. El primero es un estudio entre el Instituto de Investigaciones Agropecuarias y la Universidad de Concepción para la sustentabilidad de suelos. La segunda iniciativa refiere al 16º Congreso Internacional de Conservación de Suelos, que se realizará en Chile entre el próximo 8 y 12 de noviembre, donde acudirán expertos de todo el mundo para discutir temas relacionados con la materia. Martina Salvo de Oliveira.
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