Juan Agustín Figueroa
"En este año ha sido muy evidente el enorme vacío que dejó Ricardo Claro"
Guillermo Turner Olea DF
El abogado, ex ministro, socio y amigo de Ricardo Claro Valdés, recuerda a este destacado empresario y ex presidente del directorio de Ediciones Financieras, sociedad editora de Diario Financiero, a un año de su fallecimiento. Palabras que complementamos con comentarios y recuerdos que nos han hecho llegar diversas personalidades.
"En este año ha sido muy claro el enorme vacío que dejó Ricardo", dice Juan Agustín Figueroa. Pocas personas conocían tanto al fallecido empresario como este destacado abogado y ex ministro de Estado. Fue su compañero, socio, mandatario general y, por sobre todo, su amigo.
A pesar de sus conocidas diferencias de opinión, tanto políticas como valóricas, forjaron una férrea amistad desde los primeros años universitarios, la misma que se extendió también al plano de los negocios. Como confiesa Figueroa, "siempre confié mucho en su criterio, así que donde él metía un peso, yo ponía un diezmo". Y les fue bien, al punto que antes de cumplir los 30 años ya avanzaban en el control de su primera empresa.
"Es que Ricardo tenía muchas condiciones personales, además de una extraordinaria inteligencia, una capacidad de trabajo excepcional, una preocupación por los asuntos generales y por los detalles, lo que le llevaba a conocer cada uno de los negocios en que estábamos involucrados, en su generalidad y en sus detalles. Era extraordinariamente cuidadoso en este último aspecto: insistía en la perfección absoluta en el cumplimiento de los respectivos deberes y las respectivas metas", recuerda su amigo.
-¿Por eso la fama de tan estricto?
-Ricardo era muy estricto con él mismo y esa exigencia la proyectaba hacia los demás. No era que fuese estricto con los demás y benevolente con él, sino estricto como conducta general.
-¿Cómo parte la relación entre ustedes?
-Con Ricardo nos conocimos en la universidad. Ingresamos juntos a los 18 años a la Escuela de Derecho.
-¿De qué año estamos hablando?
-Del año 52. Muy luego nos hicimos íntimos amigos. A él le gustaba mucho ir a mi casa y a mí me encantaba ir a su casa, donde su mamá nos recibía como unos verdaderos embajadores. Me hice muy amigo de él, no obstante las grandes diferencias valóricas que teníamos.
-Eso le iba a preguntar, ¿cómo surge una amistad de dos visiones tan distintas?
-Yo creo que eso mismo es lo que produce la atracción. El enfrentarse con una persona que, reconociéndola inteligente, con raciocinios adecuados, se va produciendo un constante ejercicio dialéctico que termina acercándolas.
-¿Y discutían mucho?
-En un comienzo. Después pasaron los años y ya cada uno nos aceptábamos como éramos.
-¿Las discusiones eran más en el plano político o en el valórico?
-Más valóricas. Porque Ricardo siempre fue un hombre de derecha, pero no podríamos calificarlo de extrema derecha. Era muy abierto. Y yo he sido siempre más de izquierda, de pensamiento social demócrata. Entonces, las posiciones no eran tan antagónicas en lo político, pero sí en lo valórico. Ricardo era un católico muy acendrado en sus convicciones, mientras que yo soy ateo, así que era juntar el aceite con el vinagre.
-¿Trató de convencerlo?
-No. Decía que rezaba para que me convirtiera, pero al parecer los rezos no fueron suficientes. Después surgió una muy cercana amistad entre mi mujer y la María Luisa, así que hicimos mucha vida juntos. Fue una convivencia extraordinariamente grata.
-¿Cómo eran esas discusiones? ¿Era don Ricardo una persona intransigente?
-No, en absoluto. De hecho, a sus colaboradores no les exigía que
coincidieran en su manera de pensar. Trabajé muy cerca de él y tuvimos mucha confianza, al punto que me dejó como mandatario general de todos sus asuntos cuando estuvo fuera del país y no hubo nunca una reticencia porque pensáramos distinto.
-Pero no transaba.
-Es cierto. Era muy firme en sus convicciones.
-¿Se echa de menos esa convicción hoy en Chile?
-La verdad es que en Chile se ha ido relativizando todo. Usted ve como Sebastián Piñera aparece partidario de las uniones de hecho, reconociéndoles eficacia legal. Eduardo Frei no está muy lejos. El control de la natalidad es prácticamente un lugar común en todo Chile.
Desarrollando negocios
-¿Cómo fue la evolución de don Ricardo en el mundo de los negocios?
-Ricardo recibió de su padre una modesta fortuna, representada en un paquete de acciones de Elecmetal, fuera de otros bienes menores. Y muy paulatinamente fue ahorrando y comprando acciones.
-¿Qué edad tendría?
-Unos 25 años.
-Entonces, estaban en la universidad
-Por supuesto. Ricardo trabajó un tiempo como procurador de Claro y Compañía y en la Bolsa de Comercio. En las dos actividades, porque todavía no decidía cuál de los dos caminos seguiría. Por entonces Ricardo fue comprando estas acciones de Elecmetal y yo siempre confié mucho en su criterio, así que donde él metía un peso, yo ponía un diezmo. Y así fue ocurriendo hasta hoy.
-¿Tenía fama de bueno para los negocios?
-Claro, porque como estaba en la bolsa tenía más información que todos nosotros.
-¿Qué era Elecmetal por entonces?
-Una fundición de acero que estaba en Vicuña Mackenna y se dedicaba a partes y piezas de acero.
-¿Pero era relevante?
-Lo era porque suministraba a ferrocarriles y también de partes y piezas para la gran minería.
-¿Cuándo toma el control de Elecmetal?
-Fue muy paulatino y bastante difícil. En un momento tuvimos un enfrentamiento por el control con otro grupo y gracias a una rápida gestión conseguimos que la familia Edwards Valdés nos vendiera su participación, que era el 4% de la compañía, y con eso nos consolidamos.
-¿Seguían siendo unos treintañeros?
-Debemos haber tenido unos 35 años.
-O sea, gente joven
¿Y en las negociaciones los miraban con cara de qué quieren estos niños?
-Claro
(risas). Y logramos consolidarnos como grupo controlador de Elecmetal.
-¿Y cómo se veía en esa época eso? No sé si estaba tan de moda el emprendimiento.
-Es que los empresarios eran relativamente pocos y los grupos estaban bastante consolidados.
-¿Qué cualidades de ese emprendimiento se extrañan hoy?
-Esa dedicación completa, intensa y absoluta. Ricardo vivía en función de sus empresas. Para él el 90% de su tiempo era sus empresas o prepararse para hacer frente a un requerimiento de ellas. Además, era muy universal, tenía empresas muy diversificadas.
-Hasta aquí estamos hablando de un Ricardo Claro en su faceta de inversionista. ¿Cuándo comienza a predominar el rol de empresario?
-Lo va absorbiendo la actividad empresarial. Además, a Ricardo le gustaba informarse muy a fondo tanto del panorama económico general del país como de las especialidades del negocio o empresas de que se encargaba. Se transformó en un técnico en el tema del acero, y luego en un técnico en el tema de los cristales o en la televisión. Se metía en profundidad en las cosas. Yo nunca hice de eso una profesión. Para Ricardo nunca eran inversiones a la pasada. Le gustaba invertir y permanecer y tener éxito industrial.
- A propósito del interés de don Ricardo por estar bien informado. ¿Es una característica que siempre tuvo?
-De siempre. Era una persona muy curiosa. Por ejemplo, cuando entraba en una conversación con una persona, en forma más o menos ostensible, lo interrogaba. Por eso, muchas veces pasaba a ser fuente de información.
-Estamos hablando de la época en que no existía Internet y que mantenerse tan informado no era fácil.
-Me acuerdo que cuando compró la casa en Zapallar se iba los fines de semana con una gran cantidad de listas, de libros y cosas salvajes.
-¿Después de Elecmetal, cómo sigue el proceso?
-El camino fue muy bonito porque primero que todo nos compramos en una licitación Cristalerías de Chile que estaba en manos de la Corfo. Realmente, fue un negocio estupendo.
-Y visionario porque no existía el desarrollo de industrias que hoy son clientes importantes, como el vino.
-Por cierto.
-A propósito, usted asumió la presidencia de Viña Santa Rita, una empresa bien particular porque don Ricardo le dedicaba especial atención.
-Ricardo se preocupaba hasta de si venían bien planchadas las etiquetas. Es imposible que yo lo pueda sustituir, pero he tratado de ver lo más a fondo posible. Por ejemplo, tenemos sesiones de directorio y sesiones de gerencia en las que se ve minuciosamente cada uno de los aspectos para estar bien encima de los asuntos de la empresa.
-¿Y también pregunta en todos los restaurantes de Chile y el mundo si tienen Santa Rita?
-Evidentemente.
-¿Mantienen también la contribución cultural?
-Claro, hemos hecho grandes esfuerzos con el Museo Andino y ahora estamos inaugurando una colección personal de mapas históricos. A nivel general, quizás por razones de la situación económica nos hemos restringido un poco, pero siempre estamos presentes. Es una vocación permanente por la contribución social. Además, como hablábamos al comienzo, Ricardo era muy estricto, pero al mismo tiempo muy amplio en su dimensión cultural. Por ejemplo, llevó al Teatro Municipal la obra Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta, lo que causó expectación porque hay escenas que parecían la interpretación de las madres de los detenidos desaparecidos, pero él se empeñó y ayudó a llevar esta obra a festivales de opera mundiales donde tuvimos una destacada recepción.
Coleccionando cultura
-Parte de su dimensión cultural se reflejaba en su afán coleccionista.
-Claro, era un gran coleccionista.
-¿Y eso también venía de joven?
-También, la condición de Ricardo es muy prematura. El empieza a los 30 años a juntar. Su madre tenía cosas bonitas en la casa, pero en general a Ricardo no le gustaban tanto. Por ejemplo, en esos gustos Ricardo fue evolucionando: primero tendió a la moda de la Casa de los Hasburgo y de ahí siguió evolucionando hacia lo autóctono, y se inclinó hacia lo precolombino
y como usted ha visto, el Museo Andino es un altar a la cultura precolombina.
-Otra cosa que le gustaban eran los medios de comunicación. Fue propietario de medios, pero antes participó activamente como columnista y panelista.
-Siempre tuvo la idea de tener influencia en los medios de comunicación. Yo me acuerdo que, incluso, en algún momento estuvo interesado en tomar el control, o por lo menos una situación gravitante, de La Tercera. Siempre le gustó, y escribió en El Mercurio, en La Tercera. Luego formó Megavisión y tomó el control de Diario Financiero y Revista Capital.
-¿Cómo panelista y columnista fue muy polémico?
-Era polémico. A él le importaba que su opinión fuera difundida. Creo que los medios de comunicación los vio como una manera de buscar una caja de difusión a su punto de vista.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
Diplomado en Gestión del Conocimiento de la ONU
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SANTIAGO CHILE
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