Demos una mirada rápida a lo que estaba ocurriendo a esta misma altura, el año de las últimas elecciones presidenciales: hace menos de dos semanas irrumpió como candidato Sebastián Piñera. En el consejo general de RN, que debía proclamar a Joaquín Lavín, se levantó el ex senador, acicateado porque su rival no repuntaba.
Anoche se bajó Soledad Alvear. No pudo seguir ocultando que tenía todo en contra, no sólo en su partido. La arremetida de Piñera la dejó en cuarto lugar en las encuestas. Éstas revelaron también que ella no era la única que podía ganar a Lavín o a Piñera. En segunda vuelta Michelle Bachelet los derrotaba por mayor margen.
¿Qué pasa ahora? No es descabellado pensar que, si se ratifica que Enríquez-Ominami tiene mejor rendimiento en segunda vuelta frente a Piñera que Frei, el candidato DC, que hoy aparece segundo en las encuestas, pueda caer al tercer lugar. No al cuarto, como Alvear en su momento, sólo porque ahora hay un candidato único de la Alianza, y no dos como en 2005.
Escenarios parecidos el de Alvear-Bachelet y el de Frei-Enríquez-Ominami. Pero peor ahora para la Concertación, porque el DC es su candidato oficial y el socialista corre por fuera.
La Concertación tiene al menos tres opciones. La primera, seguir con Frei, aun a riesgo de perder; opción no tan extraña: es sabido que hay socialistas que consideran que, si se va a perder, es mejor hacerlo con un DC. La segunda, intentar "abrazar" a Enríquez-Ominami mediante una nueva primaria o con un apoyo recíproco pactado para la segunda vuelta. Aunque lo aceptara el diputado díscolo, no es posible que lo haga Frei, porque en ambas hipótesis puede perder. En la nueva primaria ya lo anuncian perdedor las encuestas. Y, con el apoyo recíproco, en segunda vuelta Enríquez-Ominami se potenciaría frente a Frei. De candidato testimonial que expresa el descontento dentro de la Concertación, pasaría a tener una opción indiscutible de ganar la Presidencia.
La tercera opción es bajar a Frei y apostar con otro candidato. No pudiendo éste ser Enríquez-Ominami por razones de decoro para la Concertación, sólo se podría pensar en alguien que combine la seriedad que se atribuye a Frei con el atractivo de Enríquez-Ominami y que frene la fuga de votos de la izquierda concertacionista. Ése podría ser el ministro Velasco, muy bien evaluado en las encuestas. O, aunque menos atractivo, se podría "invitar a la fiesta" a Ricardo Lagos. Pero esta opción es casi temeraria, porque resulta inaceptable para Frei y constituiría el golpe de gracia para la DC, si no el fin de la Concertación.
Difícil dilema el de la Concertación. Enríquez-Ominami la ha situado entre apuestas riesgosas, abrazos del oso y bajadas ignominiosas. Nada claro. Un efecto inesperado adicional es que está destruyendo el sistema binominal que ni los partidos de la Concertación quisieron cambiar.
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Fuente:ELMERCURIO.COM
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Rodrigo González Fernández
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