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El supremo Milton Juica se balancea hacia atrás en su sillón Bari mientras la luz del sol entra tenuemente en su oficina del tercer piso del edificio de los tribunales que da a la agitada calle Compañía. Acaba de guardar su notebook en el maletín y sólo atina a reír ante la pregunta: -Ministro, ¿con el reemplazo de Rosa María Maggi por Marcos Libedinsky, se acabó la Suprema de los chales? -(Ríe) Claro que se ve más moderna la actividad en la Corte Suprema, pero no pienso que sea una transformación tan drástica como usted lo plantea con su ejemplo, hace ya mucho tiempo que ha habido una tendencia en la Corte Suprema de modernizarse. Diría que viene desde la presidencia del ministro Enrique Tapia y siguió con Urbano Marín. Milton Juica habla desde su experiencia tras 42 años en el Poder Judicial (ingresó en 1968). Pero también como vocero de la entidad colegiada. Desde esa investidura es que Juica prefiere hablar más de modernización que de renovación. El mismo que con las recientes partidas de Ricardo Gálvez y Marcos Libedinsky no sólo bajó la edad promedio de sus supremos, sino que cerró su ciclo de integrantes divididos entre pinochetistas y concertacionistas y el pago de millonarias indemnizaciones por la jubilación anticipada de los miembros (del escalafón primario) de la época. Eso sí, la batalla contra el Instituto de Normalización Previsional (INP) continúa. Mediante acciones judiciales bien concretas, cada supremo que ha jubilado en los últimos 15 años ha logrado que sus mismos tribunales ordenen al organismo el pago de viejos beneficios que, para el INP, no están vigentes. Con tales prebendas, cada juez asegura mejoras en su pensión que, por lo bajo, aumentan en 50%. Y ese proceso de recambio de jueces ha implicado que sólo en los últimos tres años se ha producido la salida de siete altos magistrados que provienen de nombramientos anteriores a 1998, teñidos de un alto contenido político. Eran tiempos en que se hablaba de bancadas al interior del máximo tribunal, donde partidarios de gobierno u oposición iban siendo nombrados alternadamente. El tiraje ha sido fuerte y a la Presidenta Michelle Bachelet le ha correspondido encabezar este recambio, uno de los más fuertes que se recuerden. Desde que asumió a la fecha, ha propuesto candidatos para nueve vacantes. Once nombres fueron enviados al Senado (corporación que debe aprobar con al menos 2/3 de los votos la sugerencia). Pero de ellos, dos fueron rechazados: Carlos Cerda (vetado por la oposición debido a su papel en juicios de violaciones de los derechos humanos) y Alfredo Pfeiffer (vetado por legisladores de la Concertación por oponerse a investigar o condenar a militares en juicios por violaciones de los DDHH). Adiós a los chales Hoy, la mayoría de los supremos está muy lejos de abrigarse con chales y fumar pipa en sus privados. Más bien carga computadores portátiles, responde celulares, maneja agendas electrónicas y discute en pasillos sobre las últimas tendencias en normas legales basándose en sus viajes por el ciberespacio.Y así lo reflexiona el propio Juica: "La modernización de la Corte Suprema ha tenido un avance sustancial en la tramitación de las causas. Estamos trabajando con causas del año 2008, ése es más o menos el nivel de retraso que tenemos y es muy óptimo para las materias que se trabajan en este tribunal. Además, nuestros fallos están en red y se pueden buscar por materia, persona, palabra o artículo, sin tener que venir al edificio. Todo eso hace que el trabajo sea más rápido y más confiable, porque se sabe que nadie puede innovar en un asunto ya fallado. Esto ayuda mucho a la transparencia. Le da seguridad a la gente. Incluso acelera el trabajo, porque antes el pleno debía resolver las dudas en sesiones siguientes. Hoy es posible hacerlo en línea". -Muchos dicen también que se acabó la Suprema machista, ésa que ni siquiera tenía baños para mujeres. -Ahora tenemos un baño para damas muy bien hecho. Pero no es que fuera una Corte machista ni discriminadora. Tampoco se trata de que el ingreso de mujeres modernice a la Corte. En el Poder Judicial hay muchas mujeres, casi más del 50%. Lo que pasa es que, como la carrera es lenta, recién se está produciendo la llegada de mujeres con tiempo suficiente de carrera para llegar a la Corte Suprema. En este momento, con Rosa María (Maggi) serían seis las juezas que llegan al tribunal. Actualmente hay tres (Margarita Herreros, Gabriela Pérez y Sonia Araneda), además de la fiscal judicial y María Antonia Morales, que ya jubiló. -¿Y con la salida de Ricardo Gálvez y Marcos Libedinsky, se terminó con la Corte militar versus concertación? -Hoy por hoy hay muchos jueces nombrados por el gobierno democrático, pero hay un gran contingente, como el caso mío, que hemos recorrido distintas etapas: comencé con Eduardo Frei Montalva, pasé por Allende y luego caí en el gobierno militar. Pero bueno, cuando hay una dictadura no esperen que los héroes sean los tribunales de justicia. En Chile, salvo la Iglesia, que se portó a la altura de los sucesos, nadie puede decir que fue un adalid de la justicia. Nadie. Proceso de cambio Los cambios también han sido percibidos por los abogados. El especialista en derechos humanos Hugo Gutiérrez, uno de los mayores críticos en los tiempos de la "antigua corte", lo reconoce. "Nadie puede desconocer que estamos en presencia de una Corte mucho más transparente en términos de derechos humanos y tramitaciones. Es una Corte que asume desafíos en la normativa internacional", dice sin perder, eso sí, la oportunidad de lanzar un dardo al blanco. "Pero creo que aún demuestra un atraso en materias laboral y civil, temas donde los ministros siguen con una doctrina anquilosada. Por ejemplo, en lo relacionado con la responsabilidad contractual", enfatiza.-¿Cómo viven los abogados esta modernización o renovación? -Hoy hay muchas más posibilidades de entablar conversaciones y diálogos con el presidente de la Corte Suprema y con varios de sus ministros, cosa que antaño no se podía salvo que existiera, entre comillas, el famoso pituto. Pero hoy todos los temas jurídicos se abordan con mayor soltura y mayor transparencia. La Corte Suprema generó la transparencia antes de la Ley de Transparencia, lo que me parece correcto y conveniente. Entre los pasillos de tribunales la renovación se siente en las tramitaciones. Los ocho "jurimáticos", como son llamadas las máquinas electrónicas de consulta de causas ubicadas en el edificio de los tribunales, se suman al hecho práctico de que ya no es obligatorio recurrir al tribunal para informarse del avance de las causas. Internet no sólo permite informarse, sino también inscribirse para algunos trámites, presentar escritos sin moverse de la oficina y conocer los fallos casi al instante. En los Tribunales de Garantía y Orales en lo penal del país, por ejemplo, notificaciones, escritos o consultas son dirigidos por abogados o fiscales mediante correos electrónicos, reconocidos como medio seguro y legal. "Antaño, los abogados debían esperar afuera de las salas hasta el final de la jornada de trabajo de los jueces para saber si la causa había sido tratada, lo que era criticado por la falta de transparencia", recuerda el periodista Pablo Honorato, de Canal 13, quien por 30 años ha cubierto el sector. "La modernidad se nota en muchos aspectos. Primero que nada, en la actualidad la Corte Suprema cuenta con un aparato comunicacional. Hay un vocero, una especie de secretario general de gobierno, que es Milton Juica, quien se reúne todos los viernes con los periodistas para dar a conocer las novedades del pleno. Antes, uno podía conseguirse los antecedentes pero bajo cuerda, digamos que por amistad con algún ministro, oficial de sala o secretario que te conociera. También ha cambiado la composición. Hoy día la Corte está integrada prácticamente por ministros provenientes sólo de las cortes de apelaciones, jueces muy jóvenes. Lo otro importante ha sido la llegada de las mujeres, que antes era impensable ( ), ha cambiado 100% y para bien", enfatiza el hombre de las comunicaciones. Pero para algunos, argumentar como aspectos de modernidad el uso de nuevas tecnologías o la mejora en las condiciones de calefacción dentro de las salas de audiencia es una manera poco seria de entender un avance. La presidenta de la Asociación de Magistrados de la Región Metropolitana, Francisca Zapata, por ejemplo, dice que "hay gente más joven y que usa tecnología, pero ésa es una manera superficial para verlo. Una mirada seria, con perspectiva, necesariamente tiene que ser a partir de establecer reformas profundas, desde el punto de vista institucional. Y eso no existe." A la dirigenta de los jueces se le hace un tanto complicado referirse al tema, no por lo espinudo, sino por la nieta que sostiene en sus brazos mientras, al teléfono, reflexiona desde su hogar sobre este fenómeno a partir del recambio de ministros en la Corte Suprema. Antes de hablar de modernización o renovación, la jueza Zapata enfatiza que "lo primero es separar la función jurisdiccional y gobierno del Poder Judicial, eso es central. Usted sabrá que se resuelven casos judiciales y, al mismo tiempo, tienen facultades de gobierno, que son los nombramientos, promociones de jueces, calificaciones y lo disciplinario. Todo ese paquete de gobierno, a juicio de la Asociación de Magistrados, no debiera estar en la Corte Suprema, quien a nuestro juicio sólo debería realizar labores jurisdiccionales, uniformando el derecho a nivel nacional", explica. La solución para la dirigenta es que exista un organismo autónomo encargado de estas labores de gobierno. "Mientras eso no suceda, nadie puede hablar de modernización en serio", sostiene. Con respecto a los nombramientos de los integrantes de la Suprema con criterios políticos, asegura que es positivo que los candidatos "tengan legitimación democrática y eso implica que participe el Gobierno y el Parlamento". Reconoce, eso sí, que hoy el diálogo con la asociación es más fluido y que poco a poco los nuevos presidentes (Tapia y Marín) han reconocido como interlocutor válido a la organización. "Podría ser mucho más fuerte y no lo es, porque está organizado bajo las lógicas de una corporación de derecho privado y, por tanto, los jueces-dirigentes no tenemos fuero, tenemos poco tiempo". En los pasillos también se reconoce el fin de viejas prácticas que dieron mala fama al máximo tribunal. Pese a todos los cambios cosméticos, legales y arquitectónicos, las encuestas no revelan una mejoría de la percepción ciudadana respecto del Poder Judicial. Según un estudio de opinión de CERC, de septiembre del 2008, la credibilidad del Poder Judicial más que mejorar, empeora. Mientras en 1990 tenía 44% de credibilidad, hoy sólo alcanza el 21%. Los optimistas dirían que es un avance al ver que en abril de 2007 apenas alcanzaba el 18%, muy, pero muy por debajo de Carabineros, las radios, la Iglesia Católica, la Marina, la Fuerza Aérea, Investigaciones, la televisión, los diarios y la Contraloría. //LND |
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Fuente:LA NACION
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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