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miércoles, febrero 21, 2007

desde telecinco

El hombre y la máquina, hijos de la
 
creación
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20 de febrero 2007

El mundo cambia demasiado rápido, más bien lo cambiamos nosotros. Somos tan eficaces en el desarrollo técnico que solemos dejarnos atrás el desarrollo ético que debería acompañarlo. Cuando 'Dios ha muerto' y nosotros intentamos asaltar el trono, no debemos olvidarnos de que la misericordia es condición sine qua non para ocupar la vacante.

AI. (Artificial Inteligence), la película surgida de la genial mente de Kubrick y materializada por Spielberg sitúa en un futuro no muy lejano la concepción de robots humanoides que no sólo son casi indiscernibles de sus progenitores, sino que están tan bien hechos que se nos plantea la duda de qué se les estará pasando por la cabeza a esos amasijos de cables cubiertos de látex cuando no hablan, si tienen imágenes mentales o, incluso, si serían capaces de mentir.


Máquinas capaces de amar

Pero no es el terreno intelectual el que trata la película. Lo que plantea es esencialmente la posibilidad de que una máquina sea capaz de amar, y de si seríamos capaces de hacernos cargo de ello. El apego es un mecanismo básico de supervivencia en todo el reino animal y, por tanto, sujeto al estudio y la manipulación por parte de la ciencia, pero también es (o debe ser) un objeto básico de debate en ética.

La bioética cada vez abarca más parte de la ética. Ya no suena muy potente el argumento teológico en un debate sobre el aborto, entrando mucho más en juego la determinación de en qué momento un sistema que empieza siendo unicelular pasa a ser un ser capaz de sufrir o de preferir vivir a morir, y por tanto, de consideración ética. La pregunta no tiene respuesta, pero parece ser antes del parto, de modo que el debate puede seguir: que no se preocupen los profesores poco creativos.


Del corazón al cerebro

Citando a Eric Drexler, - los médicos antes declaraban muertos a los pacientes cuando su corazón se paraba, ahora lo hacen cuando cesa su actividad cerebral-. Parece que el alma ha pasado del corazón al cerebro, y según el artículo titulado 'Un delfín que se muere de pena', los delfines tienen los tres elementos en cuestión.


El umbral del sufrimiento

De acuerdo con Peter Singer, autor de Liberación Animal y otros importantes textos sobre bioética, todo al final se reduce a la capacidad de sufrir (que reside en el sistema nervioso) y, por tanto, el deseo o la motivación para evitar el sufrimiento. Este es el principio básico a tener en cuenta a la hora de tomar a otro ser como digno de nuestra consideración ética.

Esta reflexión, que tiene la meta de ampliar los derechos de los animales, ya es enormemente díficil de entender por mucha gente, y por muy pocos en todo su alcance. Pero qué pensarán los defensores de esta tesis cuando haya robots sensibles a estímulos como altas temperaturas o deformaciones de sus tejidos y circuitos, interpreten esos estímulos como aversivos y ejecuten automáticamente la respuesta de evitarlos.

Esto se puede programar fácilmente, lo que no sabemos es el grado de sofisticación al que puede llegar en el futuro, sobre todo si pensamos que el perfeccionamiento de estas tecnologías no implicará sólo robots muy parecidos a los animales (nosotros entre ellos), sino que biología y tecnología acabarán fusionándose, dando lugar a organismos híbridos. ADN y chips de silicona funcionando juntos en un mismo organismo.


La nanociencia

Otro encuentro maravilloso entre lo natural y lo artificial, que se está dando ya mismo, es todo lo que tiene que ver con la nanociencia, que estudia la manipulación de los materiales a escala molecular (1nanómetro es igual a 10 a la -9 metros).


El visionario Drexler

Eric Drexler, el pionero visionario de esta ciencia, presentó, en 1986, en su libro Engines of Creation un mundo de superabundancia y salud en el que básicamente cualquier cosa puede ser engendrada de forma barata a través del auto-engranaje, es decir, máquinas a escala molecular que se fabrican o se transforman unas a otras, por si no se han dado cuenta, así es como funcionan las células.

En este mundo (matemáticamente posible) la contaminación y sus efectos pueden ser revertidos y la vida alargada. La nanomedicina trata de crear máquinas que puedan interactuar directamente con las células de nuestro organismo. No sólo eso, sino que las propias máquinas toman como modelo la estructura de viruses y bacterias y de hecho se crean a partir de estos organismos, ¿para qué inventar máquinas capaces de alterar las funciones celulares si ya existen?

Estas pequeñas máquinas, que se introducirán en nosotros para monitorizar y reparar nuestro organismo y realizar funciones metabólicas, borran aún más la barrera entre vida y artefacto.


Ética y tecnología

No es la intención de este artículo asustar al lector, sino señalar la necesidad de ir digiriendo estas cosas, de tener una posición ética, es decir, de juzgar qué seres son dignos de nuestra consideración y cuáles son los principios en que nos basamos para ello.

Es importante no tener miedo, porque el miedo lleva al rechazo, y el rechazo a veces a la violencia, como la de los rodeos pro-vida de A.I. en que, en alusión a otros eventos como las luchas entre gladiadores o el toreo, se desprecia a los otros y se disfruta con su aniquilación.

No es el instrumento, la tecnología, a lo que debemos temer, sino a los viejos errores y defectos, que no enumeraremos, que vienen acompañando a la especie humana desde que en un momento, también indeterminable, inventó la ética.;  más en telecinco:

http://www.informativos.telecinco.es/bioetica/alberto_oteo/hombre_maquina/dn_42108.htm
Saludos cordiales
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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