(Revista ELECTRICIDAD) El calentamiento global se ha convertido en un gran desafío para todo el mundo. La agenda que existe para combatir este fenómeno, ya no es sólo motivo de preocupación de los organismos internacionales y gubernamentales, sino también de las corporaciones, empresas e incluso de las personas.
La principal causa que provoca el calentamiento global es el efecto invernadero, fenómeno que genera ciertos gases atmosférico como el CO2 y O3. Disminuir la generación de dichos gases denominados GEI (Gases de Efecto Invernadero) se ha convertido en todo un objetivo, y para mitigarlos, el Protocolo de Kioto desarrolló herramientas de gestión y así ayudar a los países a cumplir con sus metas de reducción. Una de estas herramientas es la Huella de Carbono.
La huella de carbono es definida como el conjunto total de emisiones de GEI causadas directa o indirectamente por un individuo, organización, evento o producto. De acuerdo a lo que señala el Programa Bosques PROcarbono de la Universidad Austral, la huella de carbono "es un recuento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), que son liberadas a la atmósfera debido a nuestras actividades cotidianas o a la comercialización de un producto. Por lo tanto, la huella de carbono es la medida del impacto que provocan las actividades del ser humano en el medio ambiente y se determina según la cantidad de emisiones de GEI producidos, medidos en unidades de dióxido de carbono equivalente".
El registro de emisiones que efectúa la huella incluye todas las etapas y actividades del ciclo de vida de un producto, desde la cuna hasta la tumba o adquisición de las materias primas, hasta su gestión como residuo. Esta información ayuda, por un lado a las empresas a difundir sus esfuerzos para combatir el calentamiento global, y por otro a las personas a tomar decisiones sobre sus consumos, de acuerdo a los niveles de CO2 que se emiten los productos en sus distintas fases del proceso.
Sergio González, investigador del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (Inia) explica que la huella de carbono se puede transformar en un factor condicionante de las relaciones comerciales entre los países. Sin embargo, enfatiza que la huella no es de carácter obligatorio sino que su esencia se basa en la preferencia de los consumidores hacia productos de menor huella. "La implementación sería a través de una rotulación de los productos, que permitirá a los consumidores tomar decisiones informadas, al momento de comprar sus bienes y contratar sus servicios".
El cálculo de la huella de carbono de una organización puede ser el primer paso para reducir las emisiones que genera. Para efectuar este cálculo existen diversas metodologías y protocolos, entre ellas se destacan la GHG Protocol (desarrollada por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y el Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sustentable y se caracteriza por tener un enfoque corporativo); PAS 2050:2008 (elaborado por el Instituto de Normalización Británico y posee un enfoque de ciclo de vida de las emisiones de producción de bienes como de servicios) y el Protocolo del Vino (elaborado por distintas agencias internacionales).
La tendencia de la huella
El registro de la huella de carbono en los diferentes productos y servicios ya es una tendencia en los mercados mundiales, y quienes no logren 'subirse a este carro' corre el riesgo de perder competitividad, debido a que este indicador es visto como un nuevo factor de decisión de compra.
Los primeros indicios de esta tendencia se reflejaron en febrero de 2010, cuando en la Unión Europea (UE) comenzó a regir la nueva regulación sobre etiquetado ecológico, que tenía como objetivo aumentar la tipología de productos cubiertos por el sistema de etiquetado ecológico. El sistema actual cubre un total de 26 grupos de productos y más de 24.000 productos y servicios han obtenido la etiqueta ecológica.
En Inglaterra el British Standard Institute (BSI) presentó las normas PAS 2050, "Especificaciones para el cálculo de las emisiones de GEI en el ciclo de vida de productos y servicios", y el PAS 2060: "Especificaciones para demostrar la neutralidad de Carbono". Además, en 2008 elaboró el "Código de Buenas Prácticas para Emisión y Reducción de GEI", en el cual cerca de 5.000 debieron registrarse.
Los franceses publicaron la Ley Grenelle II, que regula la evaluación de las emisiones GEI en las empresas. La medida afecta a más de 3.000 firmas con más de 500 empleados en Francia, y más de 250 en el extranjero; a 1.137 instituciones públicas de más de 250 personas, y a 440 gobiernos locales, que están obligados a calcular su huella de carbono. Las empresas e instituciones deberán presentar sus evaluaciones, antes del 31 de diciembre de 2012.
Sin embargo, y a modo de interpretación, Sergio González indica que los plazos de vigencias de estas normativas se irán postergando debido a la crisis económica que enfrenta el viejo continente.
Y en noviembre de 2011, en Australia, el Senado aprobó un conjunto de leyes que buscan gravar las emisiones de dióxido de carbono a partir del 1 de julio de 2012 para combatir el cambio climático. El Gobierno impondrá una tasa de US$23 por la tonelada de dióxido de carbono.
A nivel sectorial, la huella de carbono fue impulsado principalmente por el retail, que comenzó a exigir esta indicador a sus proveedores. En Chile, es el caso de la cadena de supermercados Wal–Mart, que empezará a solicitar a sus proveedores un análisis de trazabilidad de carbono. En 2007, esta compañía ingresó al Carbon Disclosure Project, instancia donde se comprometió a reducir la huella de carbón al interior de las tiendas y en los productos que compran.
La huella en Chile
De acuerdo al informe elaborado por la Administración de Información de Energía de Estados Unidos (EIA), Chile fue uno de los países a nivel mundial que más incrementó sus emisiones de dióxido de carbono entre 2008 y 2009, situándose en el lugar 35 del ranking. Según el estudio, durante 2008 el país produjo 68.300 toneladas de dióxido de carbono y un año después llegó a 118.910 toneladas.
Este indicador se ve reforzado con el estudio que realizó la compañía Pacific Hydro en conjunto con el Programa de Gestión y Economía Ambiental (Progea) de la Fundación para la Transparencia de la Universidad de Chile, el cual concluyó que las emisiones de CO2 en el Sistema Interconectado Central (SIC) aumentaron en un 160% durante la última década, cifra que es concordante con el crecimiento del parque termoeléctrico.
La investigación precisa que en los últimos 10 años, 88 nuevas fuentes de generación termoeléctrica aportaron al SIC, 31 hidroeléctricas y cinco eólicas. Con respecto a la capacidad de generación, se incorporaron 1.410 MW de generación bruta de fuente hídricas, 176 MW de eólicas y 4.259 MW en centrales termoeléctrica.
De acuerdo al análisis que entrega el estudio se puede concluir que las centrales que operan a base de carbón, gas y diésel superaron en 2,6 veces a las que fuentes ERNC, lo cual significa que un aporte mayor de C02 a las huellas de carbonos de los productos nacionales.
Si Chile quiere ser competitivo a nivel mundial, debe tener claridad sobre los niveles de huella de carbono que presenta, debido a que ya existen países que están regulando las emisiones de los productos que se exportan.
En 2007, la BBC de Londres efectuó un reportaje sobre la huella de carbono y en él se reflexionaba sobre la compra de cerezas chilenas, debido a que para llegar al mercado europeo debía recorrer varios kilómetros, y con ello un alto registro sobre las emisiones de C02. Sin embargo, el estudio efectuado por el Inia "Huella de carbono en productos de exportación agropecuarios de Chile", echa por tierra dicha teoría.
La huella del sector agropecuario
En enero de 2010, los investigadores Sergio González y Francisco Tapia finalizaron este estudio para el Inia, cuyo objetivo era crear un indicador preliminar de los principales productos agropecuarios de exportación del país como uva de mesa, ciruelas, leche, vino tinto, manzanas, paltas, entre otros.
Sergio González explica la importancia de que Chile genere su propia información sobre la huella de carbono que presentan los principales productos agropecuarios de exportación, ya que de esta forma se pueden identificar sus fases críticas y definir estrategias de mitigación.
Una de las principales conclusiones que destaca el investigador del INIA sobre el estudio es que, de acuerdo a los criterios establecidos, el transporte marítimo no contribuye en forma relevante a la huella de carbono, y por lo tanto no debería constituir para los productos nacionales un factor limitante para acceder hacia los mercados extranjeros. "La situación cambia drásticamente cuando el transporte considerado es el aéreo, cuya inclusión en el cálculo hace aumentar drásticamente la huella de carbono de los productos por lo que se hace aconsejable estudiar la factibilidad de su reemplazo", detalla el documento.
El especialista sostiene que independiente del producto y su ubicación en el país, la estrategia de mitigación debe tener, como primera meta, aumentar la productividad puesto que se trata de la variable que más condiciona el valor asumido por la huella de carbono."Si no somos competitivos no es por el transporte marítimo es porque el productor es poco eficiente en la elaboración del producto".
"Si el productor agrícola es poco productivo la huella de carbono le va a subir. Primeramente, la huella de carbono es una medición de eficiencia energética y productividad".
González añade que se debe mejorar las condiciones de productividad a través del mejoramiento de la eficiencia energética. "Al estudiar las huellas de carbono de los diferentes productos, nos dimos cuenta que gran parte de sus emisiones provenían del tratamiento post cosecha, debido a que en esta etapa existe un mayor consumo energético".
El Estudio "Huella de carbono en productos de exportación agropecuarios de Chile" señala que el sector estatal debiera sumir dos grandes compromisos, con el fin de que los productos nacionales continúen siendo competitivos en el extranjero. El primero, está relacionado con establecer normas que obliguen a informar sobre la huella de carbono de los insumos.
El segundo aspecto apunta hacia el ámbito de la inversión, "hay una serie de temas relevantes, como la descarbonización de la matriz energética, el mejoramiento de la red vial para un transporte más eficiente de los productos, la recreación del transporte ferroviario (con menor factor de emisión que el camionero), y la generación de información que permita factores de emisión país-específicos".
Fuente/ Revista ELECTRICIDAD |
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