Experto aboga por crear una corte internacional contra el cambio climático
El profesor Jeroen van den Bergh, ganador del Premio Medio Ambiente del Institut de Estudis Catalans (IEC), es un iconoclasta de la economía que rechaza un crecimiento del PIB a cualquier precio, y que aboga por crear una corte internacional, a modo de La Haya, contra el cambio climático.
Van den Bergh (Ossendrecht, Holanda, 1965), investigador ICREA en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, se muestra escéptico, casi cínico, sobre las iniciativas voluntarias para luchar contra el calentamiento, y defiende un organismo que regule a empresas, consumidores y a aquellos productores que utilizan la energía de forma ineficaz.
"Sé que es complicado llegar a un acuerdo de este tipo entre los países, pero no veo ningún sustituto posible", explica en una entrevista a Efe, donde duda además de la utilidad de las subvenciones a las energías renovables como vía para su desarrollo, si éstas no van acompañadas de un control más riguroso de las emisiones.
Para este experto, del que el jurado de los premios del IEC destaca su contribución al ámbito de la economía ambiental y los recursos naturales, la crisis no es un aliado, como algunos apuntan, en la lucha contra el cambio climático: se generará menos CO2, por la menor actividad industrial, pero también se invertirá menos en renovables.
"Que el CO2 baje un 2 o 3% no es suficiente, necesitamos un cambio más fuerte. En España las emisiones han bajado más por la caída del sector de la construcción, pero el sistema no es tan simple, hay muchos factores indirectos y a largo plazo no sabemos cuáles serán las consecuencias de la crisis", razona.
Doctor en ciencias económicas por la Universidad Libre de Amsterdam, centro del que también es profesor, rechaza la obsesión de los estados por mejorar su PIB, un indicador, a su juicio, sobrevalorado, y que además tiene efectos psicológicos negativos cuando se ralentiza: genera pesimismo y hace caer más la actividad.
"Los gobiernos deben preocuparse menos por el PIB y más por el empleo, por distribuir el trabajo entre gente joven que no ha podido entrar en el mercado laboral o en personas de 50 años expulsadas de él, unas tragedias cotidianas que tendrán efecto a largo plazo en lo personal", dice Bergh, que ve posible un crecimiento pausado pero con una tasa laboral más extensa.
Autor de una veintena de artículos y una quincena de libros sobre la llamada economía ambiental, asegura que muchas decisiones económicas se adoptan sin tener en cuenta sus costes sociales ni medioambientales, y señala que los sectores productivos están obligados a "internalizar" los costes derivados de su actividad.
Para Bergh es esencial conectar las ciencias que estudian la innovación tecnológica con la economía. En este sentido, remarca que sector público y administraciones deben ser más ambiciosos y apostar por aquellas tecnologías que aunque en la actualidad no resulten atractivas desde el punto de vista de la rentabilidad, lo puedan ser un futuro. Pero no es nada optimista, porque cree que el sistema político es "oportunista y eso es muy difícil de cambiar"..
No se define como antinuclear, pero subraya que "no vale la pena" seguir el camino de esta energía porque requiere invertir "mucho dinero" que podría destinarse a la innovación en renovables.
Aunque rebate la idea de que la energía nuclear sea barata, frente a la generada por otras fuentes, Bergh tampoco es partidario de exagerar los riesgos, ni trasladar a Europa lo ocurrido en Fukushima, fruto de la concatenación de un terremoto y un tsunami.
De hecho, y a pesar de la repercusión de la catástrofe japonesa, que ha reabierto el frente antinuclear, este experto insiste que en Francia el presidente Sarkozy ya ha rebatido que esto vaya a cambiar el escenario "y que la centrales francesas son muy seguras".
La resistencia a los cambios de los lobbys de los sectores energéticos más contaminantes será dura -advierte-, ya que en un momento de crisis la apuesta por las renovables no tiene "lógica". Mientras que el paso histórico dado de la madera al carbón y luego al petróleo era práctico en lo económico, la apuesta por las renovables se basa -dice- sólo en cuestiones ambientales. "Los economistas se tienen que dar cuenta de que es un problema extremadamente difícil de resolver", argumenta.
Estudioso del funcionamiento de una gran empresa como Royal/Shell, Bergh recuerda que la firma holandesa que invirtió en renovables, finalmente decidió deshacerse de este área. "Lo hizo porque este tipo de compañías no puede destinar mucho dinero a tecnologías que no son rentables de forma rápida", dice.
En el fondo, resalta, todavía impera el avaricioso paradigma de Milton Friedman: "the only businnes of businnes is bussines" (El único negocio del negocio es el negocio).
Fuente: El Economista.es
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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