LO NUEVO Y LA POLÍTICA
¿Qué subyace en el proceso político que permite una incipiente irrupción de nuevos conglomerados? Chileprimero y el Partido Regionalista Independiente (PRI), obtienen altos porcentajes de conocimiento y positiva evaluación. Escribe José Miguel Izquierdo S.
El informe mensual del "tracking" Adimark GFK incluyó un resultado que parece sorprendente y advierte sobre la posibilidad de que se produzca un epifenómeno político. Consiste en que cerca de un 30% de la muestra ---tomada en las 17 principales ciudades del país--- manifestó conocer al movimiento político social Chile Primero. Un 17% lo hizo respecto del Partido Regionalista Independiente (PRI). Este nivel de conocimiento, para un sistema de partidos con unidades antiguas, arraigadas y con posiciones ideológicas fuertes, es un hecho poco común.
A lo anterior se agrega la evaluación realizada por quienes conocen los nuevos referentes. En el caso de Chile Primero, el 52% lo califica con notas superiores a 5. Al PRI, un 49%. No podemos comparar ello con la forma en que fueron evaluadas las coaliciones tradicionales, pero vislumbramos que, mientras lo nuevo capta atención y es bien recibido, la Alianza y la Concertación sólo concitan una aprobación en torno al 18%.
A partir de esta evidencia, nos preguntamos qué subyace en el proceso político que permite esta incipiente irrupción de nuevos conglomerados. Y, de confirmarse la tendencia, qué reacción podemos esperar de las coaliciones tradicionales respecto de los nuevos referentes.
En primer lugar, la literatura (Zaller, 1992) nos refiere a situaciones de polarización política que derivan en un aumento en las probabilidades de que los individuos identificados con referentes políticos pierdan sintonía con las soluciones propuestas a los problemas públicos los mismos referentes.
Algo de esta situación, comprobada empíricamente, está ocurriendo en Chile. De hecho, el sistema político ha perdido parte de su capacidad para generar soluciones institucionales a los problemas que emergen en la agenda pública. Esto ha sido una tónica particular del gobierno en curso y nos habla de la principal causa de esta pérdida sistémica. Mientras la Secretaría General de la Presidencia no logre representar a las bancadas de la Concertación en las negociaciones con la Alianza, cualquier tipo de acuerdo será cada vez más difícil de alcanzar y se sucederán las descoordinaciones que, presentadas ante el público, no pasan de ser entendidas como reyertas y escaramuzas carentes de beneficio público.
Así, la principal causa de la desafección observada en los estudios de opinión hacia los referentes políticos tradicionales es la forma en que el Ejecutivo ha insistido en transformarse en un factor que divide a los actores políticos, más que conducirlos, provocando frustración ante los liderazgos.
Dado lo anterior, la reacción de las coaliciones con representación parlamentaria ante la emergencia de nuevos referentes debiese ser similar. Ello, debido a que ambas encuentran, en la coyuntura, incentivos para crecer. Aunque parece obvio, esta situación corresponde a momentos muy particulares del proceso político y está determinado por las percepciones de los actores políticos.
De acuerdo con la teoría de las coaliciones políticas (Ricker, 1992) los conglomerados amplían el número de sus componentes sólo en la medida en que sienten que están cerca de alcanzar el poder o, al contrario, de perderlo. De hecho, las coaliciones crecerán al punto de percibir que tienen el poder de convocatoria suficiente para alcanzar el fin propuesto. Pero lo racional es que no crezcan más allá de ese punto, el cual es denominado de coalición vencedora mínima. Ello, porque tendrían que repartir los beneficios de la acción colectiva entre más miembros que los estrictamente necesarios para mantener o acceder al poder.
Esta breve descripción permite entender a lo menos dos cosas. Una, por qué la Concertación nunca integró al Partido Comunista. Otra, por qué ahora el oficialismo, con la DC incluida, estuvo dispuesta a omitirse en ocho comunas a favor del PC. Lo nuevo de este hecho es que incluso la DC estuvo dispuesta a aceptar el pacto de omisión, porque se sienten perdedores.
Vemos, entonces, que la Concertación actúa en coherencia con la necesidad de ampliar su base. Pero, en relación con los nuevos movimientos sociales y políticos analizados arriba, el oficialismo encuentra más dificultades para generar el retorno de sus ex socios. Un ejercicio de este tipo se está realizando al plantear la posibilidad de competir el 2009 en dos listas parlamentarias, escenario que cae en la irracionalidad. Por lo tanto, la Concertación encuentra serias dificultades para lograr retener su capital de amplitud en este escenario.
Asimismo, la Alianza encuentra el mismo incentivo, por ser la alternativa natural a suceder a la Concertación en el poder. Es decir, las expectativas debiesen hacer que la coalición genere espacios para integrar nuevas unidades. Ciertamente, el esquema del binominalismo plantea una dificultad para hacer efectiva dicha integración. Sin embargo, sabemos, con Carey y Siavelis (2003), que el presidencialismo chileno ofrece una suerte de "seguro para los subcampeones electorales", que es capaz de seducir para integrar nuevas unidades que, aún perdiendo, obtendrán beneficios de la acción colectiva.
De ahí que la curva de expectativas nos permitiría presumir que, de realizarse un esfuerzo por ampliar las coaliciones, porque lo nuevo está pegando, la Alianza cuenta con una ventaja: la Concertación perdió "la póliza del seguro". El eje de la amplitud es, entonces, una clave en juego, muy relevante a la hora de evaluar la viabilidad de los proyectos políticos. ■■■■■
José Miguel Izquierdo S.
Instituto Libertad
REFERENCIAS:
Zaller, John (1992). The Nature and origins of mass opinion. Cambridge, pp. 97-118.
Ricker, William H. (1992). "Teoría de juegos y de las coaliciones políticas". En Diez Textos Básicos de Ciencia Política, Ariel, Barcelona. Cap. 6, pp. 151-169.
Carey, John S. y Meter Siavelis (2003). "El "seguro" para los subcampeones electorales y la sobrevivencia de la Concertación". Estudios Públicos 90, Otoño 2003. Pp. 5-26.
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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