Un inicio accidentado
Aunque parezca otra cosa, el intercambio verbal entre el rey Juan Carlos y el presidente de Venezuela marca el inicio de un diálogo entre iguales.
Han pasado semanas ya desde el célebre ¿Por qué no te callas ?" dirigido por el rey Juan Carlos de Borbón al presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, y sin embargo, el intercambio declarativo continúa en pleno. Por una parte, diplomáticos españoles "filtran" este sábado a la prensa versiones según las cuales Chávez habría rechazado por lo menos un intento de conciliación tras el incidente ocurrido en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile.
Por otra, el mandatario venezolano toma y retoma el episodio a la menor provocación, lo mismo para destapar presuntas conspiraciones que para exigir disculpas al monarca. Nada de ello prefigura la real trascendencia de asuntos más profundos que, de una u otra forma, se esconden tras el incómodo intercambio.
Océano y brecha
Aquel día, el Atlántico dejó de ser océano y se tornó profunda brecha. En otras palabras, en la acción chavista y en la reacción borbónica afloraron fenómenos que ilustran cuán distintos son los dilemas de la democracia española y latinoamericana, y cuán diversa puede ser la percepción del diálogo según ambas perspectivas.Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: ¿El inicio del fin de la monarquía?
Del lado español se vio a un rey descompuesto e impaciente. Esto, sin duda, es reflejo del cansancio de una figura monárquica cada vez más cuestionada en una turbodemocracia como lo es la española.
El diario El País lo dijo más o menos así: "es hora de reflexionar sobre el papel de la monarquía en la democracia". Esta necesidad impactará en su totalidad en la era post-Juan Carlos que, de alguna manera, ya comenzó con el incidente chileno.
De la otra ribera surgió un Chávez conocido: locuaz y, según sus detractores, impertinente. Ciertamente, el tono general en las alocuciones del mandatario venezolano tiene poco que ver con la afinada y refinada estrategia detrás del chavismo; en cambio, está íntimamente relacionado con rencores y traumas históricos de los cuales se nutre una naciente clase política a lo largo y ancho de América Latina. ¿Podría ser de otro modo?
En lo internacional, naciones como Venezuela disfrutan de una presencia sin par desde hace décadas, merced al mar de petróleo y a la personalidad de su mandatario. Quiérase o no, hoy Chávez es tema geopolítico mundial. El dinero siempre lo ha sido.
En panoramas nacionales, la llegada de personajes como el presidente boliviano, Evo Morales, marca el fin de los tiempos en los cuales el poder era exclusivamente para los poderosos. ¿Debe pedirse a quienes representan a los amplísimos sectores marginados de América Latina o dicen representarlos- moderación y respeto absoluto a los protocolos? ¿Llegaron al poder para quedarse callados?
Las eternas injusticias
Es verdad que, por momentos, las medidas y pronunciamientos de presidentes y candidatos afiliados al clan que aún lidera Fidel Castro acusan innecesaria e incivilizada sed de venganza. La actitud misma de Chávez en la Cumbre de Santiago es poco defendible. Pero las injusticias sociales de las cuales surgieron tales liderazgos existen, y en algunos casos se siguen profundizando.
Por eso Chávez y sus aliados mantienen y mantendrán la irreverencia: porque refleja el imaginario de las grandes masas latinoamericanas y porque, en consecuencia, es redituable desde el punto de vista político. Y no por último, porque el saqueo histórico en algunas zonas de la región continúa.
Así, el "¿por qué no te callas?" fue un recordatorio para españoles y latinoamericanos, en cuanto a que la lista de temas pendientes entre ambos es tan amplia como los siglos que irremediablemente unen a ese país con esa zona del mundo.
En España se abollan las coronas. En América Latina el poder lo definen las masas. Los tiempos cambian, ni duda cabe, y es de desearse que ambas perspectivas se encuentren en medio del puente. El intercambio entre el rey Juan Carlos y Hugo Chávez es tan sólo el inicio, previsiblemente accidentado, de un diálogo entre iguales.
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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