Creciente poder de las agencias calificadoras genera inquietud
A medida que sube su influencia, aumentan las presiones sobre la industria. Las firmas dicen que la falta de regulación es su garantía de independencia. Y pueden tener razón.
Por Renato García
Las agencias calificadoras de crédito han adquirido influencia creciente en la economía global. Pero sólo se puede dimensionar el poder que han alcanzado si se analiza lo que ocurrió el lunes, cuando Standard & Poor's rebajó a "negativa" la perspectiva para la deuda de EEUU, la mayor economía del planeta.
La medida provocó alarma por una nueva crisis, desató una ola de caídas en los mercados mundiales y obligó a la Casa Blanca a salir a calmar a los inversionistas. Sólo se puede especular con qué hubiera ocurrido si en vez de recortar la perspectiva, la agencia hubiera rebajado la calificación misma, y EEUU, la economía más segura del mundo, hubiera perdido su preciada nota máxima de AAA.
A pesar de esta enorme influencia, pocos saben quiénes están detrás de estos colosos y cómo operan. Esto ha alimentado suspicacias. ¿Quién garantiza la independencia de sus calificaciones? Las agencias sólo son responsables ante sus accionistas y sus clientes. También responden ante la ley, como cualquier empresa, pero no están reguladas por un organismo específico.
Pero, incluso si no hubiera dudas sobre su independencia, ¿qué tan confiables son sus análisis? Estas son las mismas compañías que asignaron la nota más alta a los CDO, los bonos estructurados que luego perdieron todo valor y desataron la crisis subprime, en 2007. Y economías europeas que hoy están al borde del colapso, como Irlanda y Portugal, hace poco más de un año contaban con su visto bueno. La actuación de las agencias durante la última crisis de crédito en Europa ha sido cuestionada.
En la mira
La situación entró en una nueva fase más crítica cuando S&P rebajó por primera vez la calificación de Grecia, en abril de 2010. Y se agravó aún más un año después, cuando Moody's, otra agencia calificadora, la recortó tres peldaños, llevándola a nivel de bono basura. La decisión disparó los costos de financiamiento de la pequeña economía e hizo aún más difícil para sus autoridades implementar un duro plan de austeridad. El ministro de Finanzas, George Papaconstantinou, calificó la decisión como "inexcusable", y dijo que le generaba "serias dudas". En marzo, Moody's rebajó la calificación de cuatro bancos españoles, sólo unas horas después de que las autoridades publicaran un reporte sobre las necesidades de capital del sector. El presidente de los ministros de finanzas de la eurozona, Jean Claude Juncker, cuestionó su actitud y la ministra de Finanzas de Francia, Christine Lagarde, dijo que el caso era un ejemplo de las falencias de las compañías. El vocero de Moody's, Francesco Meucci, respondió que el momento escogido para realizar los cambios depende exclusivamente de la "permanente vigilancia de la compañía a la calidad de crédito del emisor y su criterio sobre lo que exigen las circunstancias".
La agencias argumentan que durante gran parte de la última década, hasta antes de esta crisis, sus calificaciones para economías como Grecia y Portugal eran menores que las que les asignaba el mercado. "Ahora el mercado se ha movido de una complacencia extrema sobre el riesgo de la eurozona a un temor extremo", criticó el vocero de S&P en Londres, Martin Winn.
Las agencias se han visto atrapadas por las circunstancias. Desde su papel en la crisis subprime han estado cuestionadas y han tratado de ajustar las cuentas en esta crisis europea reaccionando por delante de la curva, lo que las ha llevado a hacer drásticos ajustes, explica Padhraic Garvey, director de mercados de deuda para países desarrollados de ING Bank, en Amsterdam. "A medida que los mercados se exceden en sus apuestas, hacen subir los CDS", los seguros ante el impago de un bono, que en la práctica actúan como un indicador de riesgo. De hecho, los niveles de los CDS ligados a la deuda de países como Portugal, Grecia e Irlanda, reflejan una posibilidad implícita de default mayor que la que indican las agencias. El alza en los CDS en la práctica "incrementa las apuestas a un default y las agencias se ven tentadas a volver a bajar sus calificaciones. Es un círculo vicioso".
La esencia del negocio
El punto central del debate, en última instancia, tiene que ver con la independencia de las agencias, y eso, en muchos sentidos, está en la esencia de su negocio. La agencias tienen dos tipos de clientes. En primer lugar están los inversionistas que contratan su información para tomar decisiones. Estas compañías pueden cobrar unos US$ 40 mil anuales por un acceso limitado a sus sitios de Internet. En segundo lugar están los emisores que las contratan para que asignen calificaciones a sus bonos, un requisito indispensable para que se puedan transar.
Por eso, las decisiones de las agencias no sólo sirven como recomendaciones, sino que tienen implicancias prácticas que mueven los mercados. Cuando la calificación de Grecia cayó a bono basura, las instituciones que tenían bonos griegos en sus carteras premium se vieron obligadas a liquidarlos.
Este esquema implica algunas complicaciones adicionales. Hace algunos años, los reguladores estadounidenses establecieron duros controles a los bancos de inversión, cuando detectaron que las unidades que emitían recomendaciones de acciones modificaban sus reportes para no complicar a sus colegas que asesoraban a las empresas para abrirse a bolsa, un negocio más lucrativo. También pasó algo parecido con las auditoras, implicadas en quiebras emblemáticas, como WorldCom y Enron. Las empresas obtenían mayores ingresos de sus negocios de consultoría, así que a la hora de auditar, su objetividad resultaba comprometida.
Pero a diferencia de algunas autoridades, la mayoría de los analistas confía en la neutralidad de las agencias. Una de las mejores pruebas de su independencia, señalan, es que cuando se secó el mercado para los bonos estructurados, en 2007, las agencias corrigieron rápidamente sus recomendaciones, a pesar del enorme impacto que eso tuvo.
Para entender la confianza que exhiben los analistas hay que comprender cómo funciona el sistema de calificación. Más que una revisión unilateral, es un proceso integrado. El emisor primero define qué nota quiere para su bono, y luego se reúne con la agencia para saber qué características debe tener el instrumento para recibir esa calificación. Si sospecha que no va a obtener el grado que busca, simplemente no pide la calificación.
"El mejor reflejo de que los inversionistas confían en la independencia de sus recomendaciones está en sus resultados, en sus balances", dijo el director de estrategia de Societe General, Ciaran O'Hagan, en París. "Como cualquier compañía, las agencias deben responder a los accionistas y su modelo de negocio depende de que sus clientes confíen en su independencia".
Bajo ataque
Las agencias argumentan que la falta de un regulador es de hecho una garantía. Muchas economías europeas están furiosas por sus calificaciones y gustosamente intervendrían en estas decisiones. La Unión Europea, por ejemplo, evalúa usar fondos públicos para financiar una agencia rival, y a mediados de marzo, un comité del Parlamento Europeo recomendó reglas más duras para el sector.
Aunque las decisiones de las agencias puedan agravar las crisis, los economistas advierten que sus decisiones no pueden guiarse por criterios políticos. "Su trabajo no es lidiar con las crisis políticas, sino sólo con los hechos", dijo a Bloomberg, Mark Schofield, director de estrategia para Citigroup, en Londres.
Los inversionistas necesitan calificaciones objetivas y aunque las agencias están hoy en la mira, los expertos concuerdan en que no hay nadie por ahora que las reemplace, menos aún los gobiernos.
Las agencias calificadoras de crédito han adquirido influencia creciente en la economía global. Pero sólo se puede dimensionar el poder que han alcanzado si se analiza lo que ocurrió el lunes, cuando Standard & Poor's rebajó a "negativa" la perspectiva para la deuda de EEUU, la mayor economía del planeta.
La medida provocó alarma por una nueva crisis, desató una ola de caídas en los mercados mundiales y obligó a la Casa Blanca a salir a calmar a los inversionistas. Sólo se puede especular con qué hubiera ocurrido si en vez de recortar la perspectiva, la agencia hubiera rebajado la calificación misma, y EEUU, la economía más segura del mundo, hubiera perdido su preciada nota máxima de AAA.
A pesar de esta enorme influencia, pocos saben quiénes están detrás de estos colosos y cómo operan. Esto ha alimentado suspicacias. ¿Quién garantiza la independencia de sus calificaciones? Las agencias sólo son responsables ante sus accionistas y sus clientes. También responden ante la ley, como cualquier empresa, pero no están reguladas por un organismo específico.
Pero, incluso si no hubiera dudas sobre su independencia, ¿qué tan confiables son sus análisis? Estas son las mismas compañías que asignaron la nota más alta a los CDO, los bonos estructurados que luego perdieron todo valor y desataron la crisis subprime, en 2007. Y economías europeas que hoy están al borde del colapso, como Irlanda y Portugal, hace poco más de un año contaban con su visto bueno. La actuación de las agencias durante la última crisis de crédito en Europa ha sido cuestionada.
En la mira
La situación entró en una nueva fase más crítica cuando S&P rebajó por primera vez la calificación de Grecia, en abril de 2010. Y se agravó aún más un año después, cuando Moody's, otra agencia calificadora, la recortó tres peldaños, llevándola a nivel de bono basura. La decisión disparó los costos de financiamiento de la pequeña economía e hizo aún más difícil para sus autoridades implementar un duro plan de austeridad. El ministro de Finanzas, George Papaconstantinou, calificó la decisión como "inexcusable", y dijo que le generaba "serias dudas". En marzo, Moody's rebajó la calificación de cuatro bancos españoles, sólo unas horas después de que las autoridades publicaran un reporte sobre las necesidades de capital del sector. El presidente de los ministros de finanzas de la eurozona, Jean Claude Juncker, cuestionó su actitud y la ministra de Finanzas de Francia, Christine Lagarde, dijo que el caso era un ejemplo de las falencias de las compañías. El vocero de Moody's, Francesco Meucci, respondió que el momento escogido para realizar los cambios depende exclusivamente de la "permanente vigilancia de la compañía a la calidad de crédito del emisor y su criterio sobre lo que exigen las circunstancias".
La agencias argumentan que durante gran parte de la última década, hasta antes de esta crisis, sus calificaciones para economías como Grecia y Portugal eran menores que las que les asignaba el mercado. "Ahora el mercado se ha movido de una complacencia extrema sobre el riesgo de la eurozona a un temor extremo", criticó el vocero de S&P en Londres, Martin Winn.
Las agencias se han visto atrapadas por las circunstancias. Desde su papel en la crisis subprime han estado cuestionadas y han tratado de ajustar las cuentas en esta crisis europea reaccionando por delante de la curva, lo que las ha llevado a hacer drásticos ajustes, explica Padhraic Garvey, director de mercados de deuda para países desarrollados de ING Bank, en Amsterdam. "A medida que los mercados se exceden en sus apuestas, hacen subir los CDS", los seguros ante el impago de un bono, que en la práctica actúan como un indicador de riesgo. De hecho, los niveles de los CDS ligados a la deuda de países como Portugal, Grecia e Irlanda, reflejan una posibilidad implícita de default mayor que la que indican las agencias. El alza en los CDS en la práctica "incrementa las apuestas a un default y las agencias se ven tentadas a volver a bajar sus calificaciones. Es un círculo vicioso".
La esencia del negocio
El punto central del debate, en última instancia, tiene que ver con la independencia de las agencias, y eso, en muchos sentidos, está en la esencia de su negocio. La agencias tienen dos tipos de clientes. En primer lugar están los inversionistas que contratan su información para tomar decisiones. Estas compañías pueden cobrar unos US$ 40 mil anuales por un acceso limitado a sus sitios de Internet. En segundo lugar están los emisores que las contratan para que asignen calificaciones a sus bonos, un requisito indispensable para que se puedan transar.
Por eso, las decisiones de las agencias no sólo sirven como recomendaciones, sino que tienen implicancias prácticas que mueven los mercados. Cuando la calificación de Grecia cayó a bono basura, las instituciones que tenían bonos griegos en sus carteras premium se vieron obligadas a liquidarlos.
Este esquema implica algunas complicaciones adicionales. Hace algunos años, los reguladores estadounidenses establecieron duros controles a los bancos de inversión, cuando detectaron que las unidades que emitían recomendaciones de acciones modificaban sus reportes para no complicar a sus colegas que asesoraban a las empresas para abrirse a bolsa, un negocio más lucrativo. También pasó algo parecido con las auditoras, implicadas en quiebras emblemáticas, como WorldCom y Enron. Las empresas obtenían mayores ingresos de sus negocios de consultoría, así que a la hora de auditar, su objetividad resultaba comprometida.
Pero a diferencia de algunas autoridades, la mayoría de los analistas confía en la neutralidad de las agencias. Una de las mejores pruebas de su independencia, señalan, es que cuando se secó el mercado para los bonos estructurados, en 2007, las agencias corrigieron rápidamente sus recomendaciones, a pesar del enorme impacto que eso tuvo.
Para entender la confianza que exhiben los analistas hay que comprender cómo funciona el sistema de calificación. Más que una revisión unilateral, es un proceso integrado. El emisor primero define qué nota quiere para su bono, y luego se reúne con la agencia para saber qué características debe tener el instrumento para recibir esa calificación. Si sospecha que no va a obtener el grado que busca, simplemente no pide la calificación.
"El mejor reflejo de que los inversionistas confían en la independencia de sus recomendaciones está en sus resultados, en sus balances", dijo el director de estrategia de Societe General, Ciaran O'Hagan, en París. "Como cualquier compañía, las agencias deben responder a los accionistas y su modelo de negocio depende de que sus clientes confíen en su independencia".
Bajo ataque
Las agencias argumentan que la falta de un regulador es de hecho una garantía. Muchas economías europeas están furiosas por sus calificaciones y gustosamente intervendrían en estas decisiones. La Unión Europea, por ejemplo, evalúa usar fondos públicos para financiar una agencia rival, y a mediados de marzo, un comité del Parlamento Europeo recomendó reglas más duras para el sector.
Aunque las decisiones de las agencias puedan agravar las crisis, los economistas advierten que sus decisiones no pueden guiarse por criterios políticos. "Su trabajo no es lidiar con las crisis políticas, sino sólo con los hechos", dijo a Bloomberg, Mark Schofield, director de estrategia para Citigroup, en Londres.
Los inversionistas necesitan calificaciones objetivas y aunque las agencias están hoy en la mira, los expertos concuerdan en que no hay nadie por ahora que las reemplace, menos aún los gobiernos.
Fuente:
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
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