El vecino innovador
Últimamente la prensa internacional ha estado sometiendo a América Latina y el Caribe a un intenso escrutinio, pero no por las razones de costumbre.
Nuestra región se ha ganado el respeto de inversionistas y la envidia de gobiernos en otras partes del mundo, por su notable recuperación tras la recesión global. Los bicentenarios de la independencia hispanoamericana y las elecciones presidenciales en Brasil provocaron amplias reflexiones periodísticas, dentro y fuera de la región, sobre nuestro futuro promisorio.
Los artículos describen a una zona dinámica, lista para iniciar una década de prosperidad sin precedentes. Pero también advierten que para alcanzar nuestro verdadero potencial, debemos resolver varias tareas pendientes.
En muchos casos estamos atacando esos problemas con soluciones nacidas de nuestros propios gobiernos, científicos y emprendedores. Esto representa un gran cambio en nuestros países. Históricamente buscamos inspiración en las naciones más desarrolladas. Hoy los innovadores son nuestros vecinos.
Tomemos la infraestructura como ejemplo. El mal estado de las rutas, ferrocarriles y puertos de América Latina limita nuestra productividad. Nadie duda de que debemos invertir más en obras y mantenimiento.
Sin embargo, hay países que están haciendo exactamente eso. Chile ha montado un sistema de transporte y logística de calidad mundial. Uruguay y Colombia han logrado construir modernísimos puertos. Perú y El Salvador han perfeccionado programas donde empresas locales mantienen carreteras y caminos rurales. Panamá está creando uno de los ejes comerciales más eficientes del planeta.
En otras palabras, nuestra región puede diseñar, construir y mantener infraestructura de primer nivel. Entonces, ¿por qué no lanzar un esfuerzo regional para modernizar e integrar rápidamente nuestra infraestructura?
Muchos analistas advierten que invertimos poco en investigación científica y desarrollo tecnológico. De hecho, aún dependemos demasiado de nuestras exportaciones de materias primas. Pero hay una salida, y Brasil la ha encontrado. La mayor economía latinoamericana se está convirtiendo en una superpotencia agroindustrial, en gran medida gracias a los descubrimientos de Embrapa. Pocos fuera de Brasil conocen esta institución estatal de investigación, a pesar de su impactante trabajo en cultivos híbridos.
Entonces, ¿por qué no creamos una docena de Embrapas y nos convertimos en líderes tecnológicos en sectores estratégicos como la energía renovable?
La mala calidad de la educación es uno de nuestros flancos más débiles, pero esto puede cambiar. Gracias a una profunda reforma educativa, entre 2001 y 2006 los estudiantes chilenos registraron el mayor progreso en los exámenes de lectura entre los 57 países que participaron en las pruebas internacionales conocidas como PISA.
Uruguay, que obtuvo el mejor puntaje en matemáticas entre todos los países latinoamericanos que participaron en las mismas pruebas, está entregando computadoras portátiles a todos los niños en sus escuelas públicas. Trinidad y Tobago está invirtiendo buena parte de su renta gasífera en transformar su sistema educativo, desde el preescolar a la universidad.
Aprendiendo de estos países, ¿por qué no lanzamos programas mucho más ambiciosos en toda la región para mejorar la calidad de la educación?
La violencia suele empañar los múltiples logros de nuestros países. Pero no es un problema sin solución. En mi país, Colombia, varias ciudades en las que cundía el crimen han restablecido el orden mediante programas que combinan mejoras de infraestructura básica con vigilancia policial comunitaria y servicios sociales en zonas de alto riesgo. En Brasil, el estado de Sao Paulo bajó su tasa de homicidios en 70%, luego de mejorar la gestión de su policía y concentrarse en la captura de criminales. Por lo tanto, ¿por qué no compartimos esas estrategias para mejorar la seguridad en toda la región?
La conclusión es clara: podemos resolver nuestros problemas si aprendemos de los éxitos de nuestros vecinos. De hecho, el Banco Interamericano de Desarrollo está financiando proyectos que buscan replicar y llevar a gran escala soluciones latinoamericanas en sectores como el microcrédito, la asistencia social y el transporte limpio, entre muchos otros. Es parte de nuestro enfoque en profundizar la integración Sur-Sur, condición clave para liderar el crecimiento global económico en la próxima década.
Podemos hallar excusas por las cuales no nos hemos unido para enfrentar nuestros desafíos comunes. Pero en un momento en que América Latina está tomando las riendas de su propio destino, prefiero preguntar: ¿por qué no ahora?
Difundan libremente este artículo
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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