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jueves, agosto 26, 2010

Libertad y Ética: de la fuente al cauce

Libertad y Ética: de la fuente al cauce

26 de Agosto de 2010 | escrito por santos |

Independientemente de la corriente en la que se enmarque, el discurso ético tiene a la libertad como un tema central. El ser humano, en cuanto libre, es un sujeto ético. O dicho de otro modo: su obrar por ser libre es que se hace moral. En este punto, resulta sumamente ilustrativo el ejemplo que emplea Fernando Savater en su libro "Ética para Amador" (45a ed. Barcelona: Ariel, 2004. pp.23-28). Texto del que me he permitido extractar un pasaje y en el que además he resaltado algunas palabras.

Dice Savater: «Cuando su colonia es atacada por otras hormigas: las "termitas soldado" salen a defender a su especie, a pesar de la aplastante superioridad de sus adversarias que las hace perecer en masa, al mismo tiempo que las "termitas obrero" cierran a sus espaldas las paredes del termitero y las dejan fuera sacrificando sus vidas por la seguridad de las demás… Frente a este ejemplo, a continuación el autor nos ubica en la historia que cuenta la Íliada de Homero en la que Héctor, el mejor guerrero de Troya, espera fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, aun sabiendo que este es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber: defender a su familia y a sus conciudadanos. Entonces Savater cuestiona «…¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las  termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?. Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (…) Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas no pueden desertar, ni revelarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto (…) tiene la posibilidad de negarse a ser héroe (…) por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor».

La libertad es, por tanto, un valor constitutivo de "lo humano", un valor antropológico configurante que otorga significado a la existencia. El día en que perdamos nuestra capacidad de actuar guiados por la deliberación y el discernimiento (y comencemos a actuar movidos solo por el instinto y/o por una total determinación externa), automáticamente perderemos "humanidad", o sea nos degradamos en nuestra excelsa condición, eso que llamamos dignidad humana. Pero la libertad no es absoluta porque tiene un carácter instrumental, no es un fin, es un medio: Está al servicio del perfeccionamiento humano. Por lo tanto, la libertad no es una meta tras la cual correr, sino el hueso, el músculo y la fuerza misma que nos sostienen e impulsan en pos de la mayor meta posible: vivir la plenitud de nuestra humanidad. De modo que, contrario a lo usualmente proclamado, la libertad no es en sí misma el valor supremo. Nos debe interesar porque hay algo más allá, algo que la supera y le otorga su significado.

En otro plano están las llamadas "libertades" (donde se incluye la de expresión, reunión, asociación, propiedad…). Si bien en la cultura popular y los medios de comunicación se identifica, casi de modo exclusivo, a este plano o dimensión de la libertad con la libertad en pleno, es preciso un deslinde. Las libertades (individuales y colectivas), aunque concreciones operativas de la LIBERTAD en clave de valor antropológico, siempre han de ser reguladas por un marco jurídico, dado que no se trata de "hacer lo que me venga en gana", en cuyo caso sólo serían en verdad "libres", los mejor posicionados, los más fuertes o los más violentos. Es por tanto, en justicia necesario que todos los actores cuenten con un marco regulatorio para el ejercicio de las libertades propias sin detrimento de las de los demás. Ahora bien, cuando el «plano de las libertades» es ignorado, vulnerado o abiertamente suprimido, por un ente organizativo superior (un estado, un gobierno, una ley o autoridad), se lesiona el núcleo mismo de la LIBERTAD personal. De modo que es absolutamente ridículo e inconsistente reconocer la "libertad de conciencia" y a la vez negar la "libertad de expresión" de esa misma conciencia, o la "de asociación" de las conciencias similares, tal y como a estas alturas lo hace alguna constitución por ahí.

Aunque el hombre y la mujer están dotados de autonomía y sean dueños de sí, un obrar será plenamente humano en la medida que, además de auto-determinado, proceda de la voluntad guiada por la razón. Sin embargo, la libertad de elección no lo es todo, pues lo importante es elegir bien: La persona no es verdaderamente libre si escoge aquello que la degrada o va en contra de su propia dignidad o la de otros. Por otro lado, para que se exprese la libertad fundamental, es preciso que el individuo pueda acceder a la esencia y validez de las opciones particulares concretas, anticipando los posibles resultados de su elección. Por tal motivo, el referente esencial de la libertad humana es la verdad, pues esta ilumina a la razón y abre el campo de opciones entre las cuales escoger. ¿O acaso se puede afirmar que obró haciendo "pleno ejercicio" de su libertad, quien aun cuando por sí mismo caminó hacia un precipicio y cayó en él, realmente lo hizo en medio de la oscuridad de la noche e ignorando completamente su cercanía al peligro?. La persona cuando actúa, es capaz de saber lo que hace y por qué lo hace, escoge los medios para alcanzar sus fines, además de prever y asumir las consecuencias últimas de sus acciones u omisiones. La libertad implica pues, responsabilidad.

Por otro lado, cada elección libre siempre involucrará al mismo tiempo una, o incluso varias renuncias. Sólo en la madurez de la autodisciplina, expresada por la capacidad de renunciar a algo en función de un valor que el individuo asume como superior, se descubre la esencia del ejercicio de la libertad. Si bien la libertad, como he dicho al principio, es la fuente de nuestra eticidad, por su parte la ética es el cauce de la primera. La ética personalista no pretende limitar o coartar la libertad, sino plenificarla en su esencia instrumental. Sin una ética que guie y encauce lo que es en esencia una poderosísima fuerza, corremos el riesgo de ser arrastrados por un caótico torrente, cada vez más lejos de nuestra meta.

A. M. Santos  amsantosmd@gmail.com

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Saludos,
 
RODRIGO  GONZALEZ  FERNANDEZ
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