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miércoles, febrero 06, 2008

Gonzalo Vial

Gonzalo Vial
Los privilegiados, felices escarbando en el basurero social

Los privilegiados chilenos vivimos felices de nosotros mismos y de nuestro país, pero con los pies en un basural.

 

Chile es un gran país de clase media, de modo que los privilegiados somos muchos. No constituimos una clase, ni tenemos los mismos intereses, tampoco —necesariamente— iguales concepciones políticas, sociales, éticas, etc.; sobre todas éstas, polemizamos con ardor pero (en general) con respeto. Nos enorgullecemos de mostrar así pluralismo y la búsqueda de acuerdos, y especialmente de cultivar la "diversidad"... la palabra, hoy, mágica y sagrada.

 

Algunos privilegiados lo somos inmemorialmente. Otros han adquirido esta calidad con esfuerzo, en las profesiones, las letras, las artes, la docencia, los negocios, la administración pública, el Congreso o la política. Sólo tenuemente percibimos ser privilegiados, y es en cambio muy fuerte nuestra conciencia —justificada o no— de que merecemos lo que tenemos. No nos preguntamos sino rara vez por qué ganamos tanto y los pobres tan poco, viajamos en automóvil y no en el Transantiago, atiende nuestra salud una ISAPRE y no FONASA, llevamos nuestros hijos a un colegio caro y no a una escuela pública o liceo (salvo a alguno también "privilegiado"). Y cuando, rara vez, respondemos a interrogante tan molesta, nos apresuramos a decir (y creer) que merecemos esas ventajas por el esfuerzo que gastamos para adquirirlas. Y quizás sea cierto.

Así vivimos los privilegiados chilenos, tranquilos, satisfechos.

 

Lo malo es que vivimos sobre un basural... el basural social de los pobres, de los antiguos pobres "extremos", a quienes hemos quitado esta última calificación —dejándolos en "pobres" a secas— que nos molestaba, nos hacía sentirnos incómodos. Aquel basural no es culpa de los pobres, es culpa de "la sociedad", vale decir, del Chile privilegiado, que no les ha dado la oportunidad y la posibilidad de una existencia mínimamente digna. Ellos, según la última CASEN, ganan —por familia de cuatro personas— promedio 67.364 pesos, en el primer diez por ciento de los hogares chilenos, y promedio 165.432 pesos, en el segundo diez por ciento. A ellos, a los pobres "ex extremos" (!), corresponde la cesantía de tasas varias veces superior a la media; los consultorios atiborrados y los hospitales de garrapatas; las 400 mil viviendas inhumanas; la educación nula; las mujeres abandonadas, "jefas del hogar", y sus hijos sin padre; los porcentajes pavorosos de ilegitimidades (perdón... de "ausencia de filiación matrimonial") y de madres adolescentes; la delincuencia infantil, y el reino de los criminales adultos y de los narcos sobre las poblaciones; la trata de blancas impune por la cual acaban de denunciarnos las Naciones Unidas, etc., etc.

 

Este es el basural social a nuestros pies, a los pies de los privilegiados.

Si nos lo critican, nos agachamos y —escarbando en los desperdicios— encontramos algún trozo de vidrio de colores, alguna piedrecita brillante, alguna lentejuela, que nos consuele, que nos autoengañe, que nos permita decir que las cosas "no son tan malas", que "se exagera", que "progresamos, quizás no tan rápido como quisiéramos pero...", etc., etc. El viento se lleva estas palabras vacías. Por ejemplo:

 

1. "La prueba PISA 2007 nos muestra líderes de comprensión lectora en América Latina".

Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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