Miércoles 02 de Junio de 2010
Pragmatismo: palabras y hechos
Excelente tema, buena polémica. Vamos a seguir con ella, entonces, para cortar con esa tan pragmática actitud de dar las discusiones por cerradas en cuanto se exponen los argumentos por primera vez (a riesgo, por cierto, de que la insistencia en nuestra posición nos haga recibir el famoso epíteto: ¡dogmático!).
Primero, la cuestión semántica. Se nos dice que no tiene sentido identificar a los pragmáticos con el dogmatismo. Eso suena bien cada concepto unido a su propia realidad, pero con esa simpleza se tira por la borda la capacidad humana de analizar las palabras y encontrar, detrás de sus máscaras, las realidades que a veces ellas mismas buscan ocultar. Sabe bien el político por joven que sea que a fuerza de repetir eslóganes, gracias a ciertas palabras logra a veces instalarse en una posición cómoda, mientras que con otras pone a su rival al borde del precipicio.
Hasta que llega alguien, el guardián en el centeno, que señala el peligro, que muestra la mentira y lo dice con claridad: la palabreja aquella, oculta a su contraria. Qué incómodo.
Pero no está ahí lo más interesante. El punto es otro: en todas esas situaciones concretas en que los pragmáticos son interpelados para que afirmen un principio, curiosamente siempre encuentran la excepción: es que dicen en esa ocasión no corre el principio, en esa oportunidad las cosas son diferentes. Entonces, por ejemplo, se afirma con toda soltura ser partidario de la dignidad humana y de la libertad individual, pero cuando llega el instante de concluir que la dignidad está presente desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, el pragmático deduce parcialmente lo contrario. Matiza tanto, que anula el principio, propone justo la política cortoplacista que lo niega. Y para defenderse quizás porque tiene que apagar primero en su conciencia la vocecilla que se lo reprocha, dispara contra "los dogmáticos", quienes, consecuentes con el principio, lo defienden a ultranza.
Lo defienden y lo difunden, justamente porque es principio, porque detrás de él no hay nada más, porque vale sí o sí. Porque toda praxis es por él o contra él. No un poquito, sí y otro pichintún, no.
Pero volvamos a otro ejemplo de los pragmáticos. Contraen matrimonio un hombre y una mujer (y para toda la vida, imaginamos). Afirman así los principios de la unidad e indisolubilidad del vínculo (en la voluntad de los contrayentes, digan lo que digan las leyes). Supuestamente los afirman como propósito para sus vidas, porque los consideran principios auténticos y motrices de actos posteriores, también buenos. Pero en cuanto ven una estadística que muestra cómo muchas personas niegan esa realidad en sus vidas, sucumben ante los números y abandonan su convicción.
¿Y por qué no lo hacen ante un solo caso en contra? ¿Por qué es sólo la estadística lo que los mueve? Porque nunca creyeron en el principio como tal, sino que sólo se guiaron por la tendencia o marea social. Eso, de nuevo, es pragmatismo, aunque de medio pelo (los pragmáticos de verdad ya no se casan, aunque piden que las leyes les ofrezcan después un "de-hecho-monio").
Doctrinarios y pragmáticos estamos de acuerdo, sí, en que ciertamente hay dos derechas en esta materia. Una, derecha; la otra
¿Por cuál votaron los electores de Piñera? ¿Cuál triunfará? Uf, muy difícil saberlo. Sólo una pista: cuando se llama a sectores de la Concertación a unirse a una gran coalición de centroderecha, nadie apela a los pragmáticos del PPD. Ni loco se sugiere que Girardi pueda integrarse acá. Siempre se llama a los doctrinarios de la DC; es a los Walker a quienes se tienta. El senador Espina ha sido el último en sugerirlo.
Saludos,
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