En su primera cadena voluntaria de TV y Radio, el Jefe de Estado señaló que el principal desafío del país es "enfrentar las urgencias actuales", especialmente en materia de vivienda, educación, salud y conectividad vial, junto con "volver a poner en marcha el aparato productivo y proteger y crear 60 mil oportunidades adicionales de empleo, especialmente en las regiones afectadas".
El Mandatario precisó que su primera semana de gobierno ha estado centrada en "elaborar un sólido plan de acción para enfrentar" los efectos del terremoto, reafirmando que "no descansaremos mientras exista un sólo chileno afectado por la emergencia"
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Lee acá el discurso del Jefe de Estado:
Queridos compatriotas:
Hoy se cumplen 19 días desde la madrugada en que la tierra se remeció bajo nuestros pies y el mar azotó nuestras costas, trayendo muerte, dolor y destrucción a nuestra gente y enfrentándonos, una vez más, a la adversidad.
Hoy se cumplen también 7 días desde que, por decisión libre y democrática del pueblo de Chile, asumí el honor y la responsabilidad de encabezar nuestro Gobierno.
Durante estos 7 días hemos recorrido intensamente las zonas afectadas. Hemos compartido con los damnificados y hemos trabajado sin descanso para dimensionar la magnitud y consecuencias de esta tragedia y, por sobre todo, para elaborar un sólido plan de acción que nos permita enfrentarla y superarla.
El terremoto que nos afectó fue el quinto más grave en la historia conocida de la humanidad. Liberó 800 veces más energía que el que sacudió a Haití, y desató 900 veces más energía que la que produjo la bomba atómica de Hiroshima.
Sin duda lo más doloroso, lo más sensible, son las pérdidas de vidas humanas, porque son irrecuperables, y ya superan las 400; los desaparecidos, que ya suman más de 100; los 800 mil damnificados y los más de 2 millones de chilenas y chilenos afectados por este terremoto o por el maremoto que lo sucedió. Conozco, siento y comparto el sufrimiento de esos millones y millones de compatriotas.
Sé también que hubo graves y costosas pérdidas materiales. Más de 200 mil viviendas destruidas o gravemente dañadas; 2.750 escuelas inhabilitadas, y casi 1 millón de niñas y niños de nuestro país que no han podido iniciar normalmente su año escolar; 35 hospitales inutilizables o severamente dañados.
Adicionalmente, nuestros edificios públicos, nuestro patrimonio cultural, así como nuestras carreteras y caminos, puertos y aeropuertos, nuestras iglesias, estadios, obras de regadío, redes de transmisión eléctrica y de telecomunicaciones, y también las instalaciones y equipamiento de nuestras Fuerzas Armadas, empresas públicas y privadas, fueron también gravemente afectadas por esta tragedia.
Todo esto, incluyendo las pérdidas de producción y gastos de la emergencia, se traduce en una pérdida patrimonial para nuestro país que estimamos cercana a los 30 mil millones de dólares. Esto representa el 17% de lo que nuestro país produce, lo que los chilenos producimos durante todo un año.
Chilenas y chilenos:
El mejor homenaje que podemos hacer a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, a nuestros hermanos desaparecidos o damnificados, y a esos miles y miles de héroes anónimos que entregaron todo, incluso muchos de ellos sus propias vidas, para ayudar a los que lo necesitaban, no es dejarnos quebrar por la tragedia. Todo lo contrario. En tiempos de adversidad se mide el verdadero temple de un pueblo y la verdadera nobleza de su alma. Y Chile es un pueblo con coraje y con un alma noble.
Llegó el tiempo, no de olvidar, pero sí de ser capaces de secar nuestras lágrimas, poner manos a la obra y trabajar sin descanso para enfrentar esta tragedia, para superar esta emergencia y para reconstruir, y mejor, nuestras viviendas, nuestras escuelas y nuestros hospitales. En dos palabras, para poner toda nuestra alma y nuestro corazón en la noble y exigente tarea de reconstruir, de volver a levantar nuestro país, piedra por piedra, adobe por adobe, ladrillo por ladrillo.
Y sabemos que para enfrentar con éxito este desafío, desde la misma madrugada del día de la tragedia, y desde hace una semana como Presidente de Chile, hemos realizado un profundo y amplio diagnóstico de la tragedia y de sus consecuencias. Hemos elaborado un ambicioso y sólido plan de trabajo para que seamos capaces de enfrentar esta crisis y de iniciar pronto la reconstrucción.
La primera etapa fue, sin duda, enfrentar la emergencia inmediata. Darle sepultura a los seres queridos que habían perdido sus vidas, buscar a los desaparecidos, rescatar a los que seguían atrapados bajo los escombros, consolar a las víctimas y también reponer el orden público, garantizar la seguridad ciudadana, proveer agua y electricidad a todos los que lo requerían, y alimentos a nuestras familias.
Gracias a Dios, esta etapa está llegando a su fin. Pero que quede claro: no vamos a descansar un segundo, mientras exista un solo chileno que siga afectado por esta emergencia.
La segunda etapa es enfrentar las urgencias del día de hoy. Otorgar viviendas o soluciones de emergencia a los que perdieron sus viviendas, antes que se inicie el invierno.
Garantizar a todas las niñas y niños de nuestro país afectados por la tragedia, el inicio del año escolar dentro de los próximos 40 días.
Y quiero asegurarles a todos sus padres que ningún niño o niña de nuestro país va a perder su año escolar debido a esta catástrofe.
También tenemos que proveer atención de salud a los afectados por la destrucción y daños de nuestros hospitales, mediante hospitales modulares, de campaña, prefabricados o de emergencia.
Tendremos también que restablecer la conectividad, reparando caminos, carreteras, puentes, puertos y aeropuertos dañados.
Volver a poner en marcha nuestro aparato productivo y proteger, creando 60 mil nuevas oportunidades de trabajo, de empleo, especialmente en las regiones más afectadas y a los que más lo necesitan.
Luego deberemos acometer la etapa más difícil y más desafiante: reconstruir, y mejor, nuestras viviendas, nuestras escuelas, nuestros hospitales, nuestras obras públicas, y también los equipos y maquinarias que esta tragedia destruyó.
Esta formidable y exigente tarea de reconstrucción nos exigirá, sin duda, durante los próximos 4 años, cuantiosos recursos, esfuerzos y sacrificios, tanto públicos como privados y nos permitirá levantar Chile y ponerlo nuevamente en la senda del progreso y del bienestar para todos y cada uno de sus hijos.
Quiero ratificar hoy también nuestro fuerte compromiso con una política macroeconómica responsable, con mantener la competitividad de nuestra economía y con la recuperación del equilibrio fiscal estructural.
Sin embargo, la crisis económica que nos golpeó el año pasado y el terremoto y maremoto que nos golpearon el 27 de febrero, exigen una aproximación gradual a algunos de estos objetivos, los cuales estarán plenamente logrados hacia el fin de nuestro gobierno.
Amigas y amigos:
Dios y el destino han puesto sobre nuestros hombros, los hombros de la generación del Bicentenario, este formidable desafío. Pero todos sabemos que los golpes de la adversidad son amargos, pero nunca estériles. Es en la adversidad donde salen a la luz las mejores virtudes, fortalezas y heroísmo de nuestro pueblo, que en otras circunstancias quizás permanecerían dormidos.
Chilenas y chilenos:
El desafío de levantar Chile, va mucho más allá de simplemente reconstruir lo que el terremoto y maremoto destruyeron. Consiste en algo más grande y más noble, consiste en construir un país nuevo, un Chile mejor, con mejores viviendas, mejores escuelas, mejores hospitales, pero también, con mejores y más sólidos valores.
Quiero que todos ustedes sepan, que durante los próximos 4 años, el gobierno que tengo el honor y responsabilidad de encabezar, sentirá sus dolores y sufrimientos como si fueran propios. Compartiremos sus anhelos y sus esperanzas como si fueran nuestros anhelos y nuestras esperanzas. Y trabajaremos incansablemente, incluso mientras muchos de ustedes duermen, para enfrentar y superar esta tragedia, para construir un Chile más libre, más grande, más justo, más fraterno y para que todas las familias y todos nuestros hijos de esta maravillosa patria tengan una vida más plena y más feliz.
Queridos compatriotas:
Estos son tiempos de unidad y no de división. Son tiempos de generosidad y no de egoísmos. De urgencias y no de dilaciones. Tiempo de fraternidad y no de odiosidad. De eficiencia y no despilfarro. Y, por sobre todo, son tiempos de fortalezas y no debilidades. De coraje y no de temor. Y de esperanza y no frustraciones.
Queridas chilenas y chilenos:
Éste, nuestro Chile, es un país bendito por Dios y él no pone sobre nuestros hombros una carga que no seamos capaces de sobrellevar.
Por eso, y con el compromiso de todos ustedes y con la ayuda de Dios, los invito una vez más a levantar nuestros corazones, a mirar el horizonte, a escudriñar el futuro, porque todos sabemos, vienen tiempos mejores.
¡Viva Chile, muy buenas noches y muchas gracias por su atención!