LA CONDENA
Quiénes son, por qué abortaron, cómo las descubrieron, qué castigos reciben.
La investigación de la Defensoría
Claudia Castelletti, abogada
Hacerse un aborto en Chile, por las razones que sean, es un delito. Esto, desde que en 1989 el gobierno militar proscribiera toda forma de aborto en la legislación chilena, incluido el aborto por razones terapéuticas, que existía desde 1931. Y, aunque son pocos los casos que llegan a la justicia, lo cierto es que hay chilenas que son detenidas, procesadas y condenadas por aborto.
¿Quiénes son esas mujeres? ¿Por qué abortaron? ¿Cómo fueron descubiertas? Un reciente estudio de la Defensoría Penal Pública, titulado Aborto e Infanticidio, Cómo Sostener una Adecuada Defensa, arroja un perfil. En él se estudiaron las 250 carpetas investigativas que había en la institución y que corresponden a mujeres que no pudieron pagar un abogado particular y fueron representadas por la Defensoría entre 2003 y 2009. La abogada Claudia Castelletti, subjefa del departamento de estudio de la Defensoría, comenta los hallazgos.
¿Quiénes son las mujeres condenadas por aborto?
El estudio derribó varios mitos, como el estereotipo de que quien aborta es una mujer joven e irresponsable que está viviendo la sexualidad de forma alocada. No es así; nos dimos cuenta de que tienen entre 20 y 35 años, ya han sido madres y están solas. Es decir, son madres solteras, jefas de hogar, que no cuentan con el respaldo y el apoyo de sus parejas.
¿Dónde se realizan lamayoría de los abortos?
En la casa, mayoritariamente. Y con ayuda de la madre o de una amiga. Eso también es interesante, porque las otras personas involucradas en el aborto son normalmente mujeres. Al ser descubiertas, no sólo se imputa a la embarazada, sino también a la mamá, o la amiga que la ayudó a abortar.
¿Cómo se descubre que ellas abortaron?
No es que el sistema penal persiga a estas mujeres. Las descubre cuando llegan a hospitales o postas públicas desangrándose o con alguna complicación posterior al aborto. En general son mujeres pobres, con una educación mínima que si ven que sangran creen que se van a morir, aunque muchas veces sea un proceso normal del aborto.
¿Qué pasa cuando llegan a urgencia?
Llegan angustiadas y vulnerables. Y, como no las atienden hasta que digan qué pasó, terminan contándolo todo.
¿El médico está obligado a denunciar?
Creo que eso es discutible. En principio hay una obligación para todos los profesionales de la salud a denunciar los ilícitos que se cometan. Pero está en la zona gris del secreto profesional. Es un tema que debieran explorar en las comisiones de ética de los hospitales. Porque una cosa es que el médico observe que hay signos de una pérdida o un aborto y otra que la mujer confiese que se lo hizo en un momento de riesgo vital, porque ella cree que se está muriendo.
¿Qué pasa una vez que ella le dice al médico que ha abortado?
Hay un carabinero en todas las postas. Se llama al carabinero y luego al fiscal. Así entran estos casos al sistema.
¿Y en las clínicas?
No sabemos qué pasa en las clínicas. En las urgencias de las clínicas no hay carabineros.
¿Cómo trata el sistema a las mujeres que abortan?
En general, no sabemos cuántos casos desestima el fiscal antes de que lleguen a tribunales. Lo que pasa es que el fiscal tiene una tarea difícil: probar que esa mujer estuvo embarazada y que abortó. Imagínate: te denuncian que te hiciste un aborto hace un mes y nunca fuiste a control por ese embarazo. ¿Cómo se prueba que hubo un embarazo?
¿Qué penas se les aplica?
Por ley corresponde presidio menor en su grado máximo; es decir, hasta 5 años. Ése es el marco penal base y va bajando si la mujer no tiene antecedentes penales. También hay otras atenuantes, como irreprochable conducta anterior, colaborar con la justicia. En general no se les da una pena privativa de libertad. Generalmente salen por suspensión condicional. Esto significa que se someten a determinadas obligaciones durante un determinado lapso, como presentación a la autoridad. Si se comporta bien entre 1 y 3 años, lo que se acuerda con el fiscal, y en ese plazo no vuelve a cometer delito, se sobresee definitivamente.
¿Encontraron casos de reincidencia por aborto?
No hay condenadas por aborto que sean reincidentes.
¿Cuáles son las razones esgrimidas por estas mujeres para abortar?
Un porcentaje significativo dice que el embarazo es producto de una relación no consentida: violación o estupro. Otra causal importante son las mujeres que están solas y ya tienen hijos y dicen: "no puedo traer otro hijo al mundo porque nadie me ayuda y no tengo cómo vivir con esta otra guagua".
"Las condenadas por aborto son mujeres que tienen hijos anteriores y están solas. Es decir, son madres solteras, jefas de hogar, que no cuentan con el respaldo y el apoyo de sus parejas", señala Claudia Castelletti, abogada de la Defensoría Penal Pública.
A mí me condenaron
Tiene 28 años, es historiadora, vive en Providencia, estudió en un colegio particular pagado y hace un año la condenaron por aborto. La mujer que entrega este testimonio no quiere dar su nombre. Dice que esta condena ha tenido ya demasiadas consecuencias, entre otras, cada vez que va a pedir trabajo, el tema aparece en su certificado de antecedentes.
"Pasó hace siete años y ha sido una pesadilla que quiero dejar atrás. Yo tenía 21 años, estudiaba en la universidad y llevaba 3 años pololeando. Mi pololo de entonces, ex alumno del colegio San Ignacio de Pocuro, ya era padre y apenas le dije que estaba embarazada, su respuesta fue que no podía tener otro hijo. Él se puso a buscar datos de dónde hacer un aborto y encontró un ginecólogo que nos cobró 400 mil pesos; pagamos en efectivo con lo que yo había ahorrado para las vacaciones. Más que tomar una decisión, me dejé llevar. Estaba confundida.
El doctor me citó en una casa en Macul, donde se realizó el aborto; yo tenía 4 semanas de gestación. Entré sola, mi pololo se quedó esperándome fuera. No recuerdo mucho, porque me he esforzado en olvidarlo, pero fue algo rápido e impersonal. Al salir de la casa, subí a la camioneta y casi de inmediato nos interceptó la policía: la PDI estaba siguiendo al doctor. Nos detuvieron. Nos interrogaron. Yo confesé todo, estaba muerta de miedo.
Lo que siguió de ahí en adelante ha tenido grandes consecuencias emocionales para mí, que he tratado de superar con 5 años de terapia. No es que me arrepienta del aborto, sino que fue muy duro enfrentar un proceso penal y tener que hacerlo completamente sola.
Mi familia me dio la espalda: mi hermano dejó de hablarme; mi mamá lloró y me pasó plata para un abogado; y mi papá hasta hoy no sabe, no le contaron. Mi pololo también se hizo a un lado. No me acompañó ni a los careos con el obstetra ni a los interrogatorios. Él no recibió condena alguna. A mí, luego de un largo proceso, hace un año me dieron 561 días de pena remitida; no fui a la cárcel pero una vez al mes tengo que ir a firmar al Centro de Reinserción Social; en marzo próximo firmaré por última vez. También quedé con arraigo y mi hoja de antecedentes manchada, que es lo que más me ha pesado.
Recuerdo una vez que postulé a un trabajo en La Moneda, donde había una vacante en un departamento de estudios. Llegué a la puerta con mi mejor traje y le entregué el carnet a la carabinera que está en la puerta. Ella ingresó mis datos al computador, miró la pantalla y me dio una mirada tan aterradora que no fue necesario decir nada. Volví a mi casa desolada, sintiendo cómo, una y otra vez, cuando alguien se entera, soy nuevamente juzgada y condenada. No soy una delincuente ni una mala persona. Mi error fue haberme embarazado chica y no haber tenido el apoyo para seguir adelante con ese embarazo".
LA ACOGIDA
Más amor, menos condena
Jorge Reyes
El abogado Jorge Reyes forma parte del movimiento Pro Vida y del Proyecto Esperanza, un programa de acompañamiento para mujeres que han abortado. Opina que ellas sufren y que condenarlas judicialmente por aborto es un error garrafal. Aplaude nuestra legislación pro vida, pero denuncia la falta de instancias de información y contención emocional para que las mujeres conflictuadas o con embarazos problemáticos puedan pasar el trance sin abortar.
"En el Proyecto Esperanza hemos atendido alrededor de 300 personas. La mayoría mujeres que han tenido pérdidas o se han provocado un aborto, y también algunos hombres: son padres que estaban comprometidos con ese embarazo y no pudieron impedir que ella abortara. Y lo que vemos es que todos, incluso varios años después, desarrollan el llamado síndrome post aborto: dolor profundo, soledad, pesadillas, desear que nunca hubiera sucedido o que alguien lo hubiera evitado. A partir de esa experiencia afirmo que la mujer que aborta es una mujer que se apaga y que por muy terrible que sea la situación, el aborto no soluciona nada".
"En 2002, Gladys Pavez salió en la prensa pidiendo un aborto porque su guagua tenía una malformación grave y ella pensaba que se iba a morir. Yo en ese tiempo era panelista de El Termómetro y le ofrecí ayuda al aire. Ella aceptó y realizamos un proceso de consejería y seguimiento médico con el doctor Jorge Valenzuela, del Hospital J.J. Aguirre, quien le explicó que quien iba a morir no era ella, sino la guagua. E hicimos un proceso de acompañamiento con sicólogos para ayudarla a elaborar el duelo. ¿Y qué pasó? La señora Gladys desistió del aborto, porque lo que en realidad necesitaba era información médica oportuna y contención emocional. Lo que veo en estos casos es una falta de compromiso enorme hacia esas pacientes".
"La mayor prueba de que somos un país Pro Vida es la Teletón y cómo nos conmovemos con esas historias. Si existiera aborto, no habría Teletón porque esos niños no nacerían. Sin embargo, tenemos muchas incoherencias. Si el Estado chileno tiene este discurso pro vida, tiene que apoyar a las mujeres que traen al mundo a un hijo con una malformación severa a poder darle una vida digna. Falta mucho por hacer en esta materia y eso lo denuncio como un hecho gravísimo".
"Por lo mismo, creo que condenar a una mujer por aborto es un error. Esto no significa despenalizar el aborto, que es un crimen. Pero el tratamiento hacia esa mujer debiera ser diferente: si ella aborta es porque está enfrentada a una situación extrema. Mi propuesta es que a estas mujeres, en vez de condenarlas, debiera ofrecérseles un tratamiento paliativo de rehabilitación, un proceso de acompañamiento como el del Proyecto Esperanza u otro similar para reparar su dolor y que esto no le vuelva a suceder".