Más allá de ''Los Carejarro''
Narcos VIP en Chile
El comercio de drogas ilícitas es un fenómeno global que mueve más dinero que el PIB de muchos países. Cuando la crónica roja está copada con la historia de una banda relegada a la periferia de Santiago, vale la pena recordar quienes han operado desde el país las redes de narcotráfico a gran escala sin la espectacularidad de las cámaras de por medio.
Felipe Saleh
Cuando Ariel Marín, abogado de la banda de narcotraficantes liderada por Iván Caviares y bautizada como "Los Carejarro", vinculó al fiscal Juan Pablo Buono-Cuore con la organización, al mismo tiempo que dos efectivos de Carabineros eran dados de baja por aparecer en grabaciones telefónicas obtenidas durante la investigación, la alarma se encendió inmediatamente entre las autoridades aludidas.
Por primera vez se constató públicamente y con tanta evidencia que los narcotraficantes locales eran capaces de penetrar el tejido social por donde menos se pensaba. Dueños de caballos y autos lujosos, desde mediados de junio la prensa se encargó de caracterizar a esta organización como un "imperio", o "la banda de narcotráfico más grande de Chile".
Aunque la historia tiene buena parte de los ingredientes necesarios para presentarla como el principio de la "mexicanización" del país, el fenómeno del trafico de drogas y el lavado de dinero hace mucho que tiene alcance global y en ese contexto, los "Carejarro", "Los Guatones" o "Los Gaete" son sólo ejemplos pequeños, muy reducidos y de poca monta en relación a grandes operaciones de lavado de activos descubiertas en Chile, pero difundidas con menos ruido por la prensa.
El recaudador de las FARC
"Mucho más difícil de entender, y no digamos de combatir, es la difusión de los negocios de la droga en el entramado de la vida económica local y global, así como sus amenazadoras implicaciones políticas. Y sin embargo, más que ningún cartel, capo o jefe militar rebelde, es a esta generalización de alcance global del negocio a la que se enfrentan quienes luchan contra la droga", escribe Moisés Naím, director de la afamada revista Foreign Policy, en su libro "Ilícito", una completa e ilustrativa crónica de los negocios ilegales alrededor del mundo.
La tesis del autor, que es la que está mandando el razonamiento actual sobre el crimen organizado global, es que existen cinco grandes guerras que se pelean: contra el tráfico de drogas, personas, armas, piratería y lavado de activos. Y Chile no está fuera de ese contexto.
Y en el país, el Ministerio Público, las policías y la Unidad de Análisis Financiero (UAF) lidian todos los días contra organizaciones en ocasiones más tecnificadas y de alcances mayores que las bandas del sector sur de la capital.
Prueba de ello es que la semana pasada se conoció la sentencia contra la organización desbaratada en la "Operación Pilar del Norte", en que la policía logró frustrar el envío de 400 kilos de cocaína, descubriendo que este grupo operaba desde 2005.
En Chile la banda era liderada por el ciudadano israelí Oren Cohen, pero se estableció que el jefe del grupo era un mexicano apodado "el Bolívar". Entre los implicados está el colombiano José Manuel Cuellar, que trabajaba como captador de dinero para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Curiosamente los diez implicados en esta red fueron absueltos del delito de asociación ilícita, y condenados sólo por tráfico de drogas. Sin duda un duro golpe para las intenciones penales del Ministerio Público.
El mercado de las drogas genera ganancias que superan los 32 mil millones de dólares anuales, según la cifra entregada por la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (ONUDD).
Este monto representa más que el Producto Interno Bruto del 88% de los países del mundo. "Hoy no existe ningún país lo suficientemente aislado como para engañarse a sí mismo o engañar a sus críticos, imaginando que no tiene arte ni parte en el tráfico global de drogas", escribe Moisés Naim.
"A diferencia de los años 80 y 90, cuando la encarnación del narcotráfico era Pablo Escobar y las organizaciones resultaban claramente distinguibles, hoy la epidemia parece no tener cara y si demasiados tentáculos. Uno añora los días de Pablo Escobar (narcotraficante colombiano que controlaba gran parte del negocio de drogas del mundo desde Colombia en los años 80) en el sentido que entonces se estaba luchando contra el crimen organizado. Hoy se está luchando contra señores de la guerra y esta gente tiene vínculos mucho más fuertes con las mafias internacionales", explica Francisco Thoumi, director del Centro de Estudios y Observatorio de Drogas y Delito en Colombia.
El refugio en la nieve
Algunos de los nuevos protagonistas han aterrizado en Chile, más sofisticados y bastante lejos de la periferia donde operaban las bandas que hoy protagonizan la crónica roja.
Es el caso del traficante colombiano Hernán Prada Cortés alias "Ramazote" que se instaló en Chile a principios de esta década junto a varios de sus secuaces para "enfriarse" o esconderse en un lugar seguro donde no existiesen órdenes de detención en su contra. Prada compró un departamento en Valle Nevado por 250 mil dólares pagados al contado y un todoterreno nuevo. Sus testaferros se alojaron en el hotel Radisson.
Prada fue detenido en Colombia, en octubre de 2005. Una de sus cómplices Adriana Forero, salió de Chile con destino a Ecuador en agosto de 2006, lo que indica que la red gozaba de buena salud, después de que el patrón cayera. La mujer fue detenida en Quito.
Ramazote, según la DEA, estuvo involucrado entre otros casos, en la internación de 2 toneladas de cocaína vía centroamérica. Una cantidad que hace parecer niños de pecho a los sobrexpuestos "Carejarro". Por otra parte, el Servicio de Impuestos Internos logró determinar que Prada creó la sociedad Nancagua S.A. a principios de los '90 y algunos de sus secuaces, como el chileno Álvaro González García, ex gerente del hotel Embassy Suites, aún están prófugos.
El imperio de los cambistas
Cifras del Ministerio Público revelan que entre 2004 y 2007 se investigaron 106 causas por lavado de dinero y aún existen unos 28 millones de dólares cuyo origen se rastrea.
Una de las causas más emblemáticas se conoció en marzo del año pasado. Esta vez la operación se llamó Suspiro Europeo y desarticuló una red de lavado desde casas de cambio, liderada por el "clan Mazza".
La estrategia consistía en ingresar dinero proveniente del narcotráfico físicamente, a través de correos humanos y luego enviarlo a Estados Unidos y regresarlo a Colombia como dólares limpios.
Esta familia está acusada de lavar US$280 millones en el mercado local. El chileno Mauricio Mazza, uno de los líderes de la organización, está preso en Estados Unidos. Igual que Fernando Zevallos, ex dueño de la aerolínea Aero Continente, quien purga prisión en Perú. Sobre él pesa una solicitud de extradición decretada por el magistrado Victor Montiglio.
Zevallos estaba vinculado con el cartel peruano de Los Norteños que mantenían fuertes vínculos con el narco mexicano, enfrentando actualmente 16 cargos en la justicia norteamericana.
La mano de la CIA
El caso del sirio Kassem Al Samiri Mohamed detenido el año pasado, demuestra que las mafias internacionales no dejan de mirar a Chile como un lugar desde donde operar. En un departamento en Ñuñoa se encontraron 60 kilos de cocaína, que serían vendidos en 100 mil dólares cada uno en sus destinos, de preferencia Europa y el Medio Oriente.
Se logró determinar que la organización tenía su centro de operaciones en Paraguay y la función del Al Samiri era recibir a los correos humanos y planificar la ruta que seguiría la droga.
Otra familia que formaba parte de la "realeza" del narcotráfico es la que formaban los hermanos Patricio y Arturo Gálmez, que traficaban cocaína usando como fachada la empresa bananera Kristel Food.
Ambos están involucrados en el traslado de toneladas de droga en distintos países. Arturo Gálmez está encarcelado en Alemania. Hasta ahora se ha logrado determinar que los hermanos Gálmez lograron blanquear cinco millones de dólares comprando terrenos, casas y vehículos en la Cuarta Región.
Hoy el panorama no es muy alentador en la lucha contra el tráfico de sustancias ilegales. Moisés Naim propone entre otras una alternativa revolucionaria: "la conclusión es que la desregulación, la descriminalización y la legalización tienen que ser opciones de política, sujetas al test de que reducen el valor a los traficantes y el daño a la sociedad. También significa que las políticas que no han probado tener este efecto deben reevaluarse".