Por Patricia Arancibia Clavel
Gabriel Salazar Vergara (75), Premio Nacional de Historia el 2006, es un referente de la historiografía social en Chile. Hombre de profundas convicciones de izquierda, conoce como nadie al mundo popular, sujeto de sus investigaciones y estudios históricos. Respetado por sus pares y querido por sus alumnos de la Universidad de Chile, es un fuerte crítico del modelo neo-liberal y de la clase política en general. En esta entrevista nos da su visión del difícil momento que está viviendo el país.
- ¿Cuál es el contexto histórico en el cual se están desenvolviendo las movilizaciones sociales en Chile?
- Es difícil sintetizar, pero a partir de los años '80 el mundo enfrentó un verdadero cambio de época que en Chile es notorio y extremo: quedó atrás el capitalismo industrial, cuyo centro era la fábrica, para dar paso al capitalismo mercantil y financiero, con sus mall, shopping center, etc. Eso implicó que la sociedad pasó a ser de servicios y más notoriamente, de consumo, donde el crédito aparece como un factor determinante. Esa inyección potente de crédito para el consumo, diferencia profundamente esta época de la anterior.
- ¿Fue un cambio positivo? El crédito ha permitido que mucha gente tenga acceso a bienes impensables en los '60 o '70…
- Sí y no. Es un hecho que con este modelo tienes y consumes más que antes, cuando había una pobreza abiertamente material: cabros chicos sin zapatos, harapientos, gente que pedía un pedazo de pan, por amor de Dios. Hoy en cambio, la pobreza no es material: el flaite te cobra peaje y anda con jeans de marca, pero el 13% de estos jóvenes no trabajan ni estudian. No son pobres, claro, y la Concertación feliz porque redujo la pobreza de acuerdo al índice de consumo material del 44% al 14%. Pero no se dio cuenta que el problema está por dentro. Los indicadores de desarrollo humano del PNUD muestran desde 1998
-cuando se inician las mediciones- que los chilenos tienen un permanente malestar interior; que los parámetros macroeconómicos son todos buenos, pero los de desarrollo humano, todos malos. Hay un fuerte contraste que ellos llamaron la "paradoja de la modernización".
- ¿De ahí la masividad de las protestas y movilizaciones?
- Aquí tenemos más menos un 48% de trabajadores con empleos precarios que sube a 60% si se considera a los profesionales a honorarios por proyectos temporales. Eso implica inseguridad a futuro. Luego, hay una caída en la tasa de nupcialidad espectacular, del 60% en 10 años y una tasa de separaciones aún mayor, lo que tiende a la desintegración de las familias clásicas. Ello es correlativo con el 58% de niños "huachos", el doble del siglo XIX, a lo que hay que sumar una tasa de depresión seria de la población, un incremento en el índice de violencia intrafamiliar, femicidios y delincuencia. Todos estos indicadores reflejan ese malestar interior que significa una no proyección a futuro. La categoría temporal que nos define es el presente, no el futuro como en los 60, lo que hace que ahora todo quiera resolverse de inmediato y donde las propuestas políticas no tengan sentido porque son para mañana.
- ¿Eso explica el ninguneo estudiantil a los políticos, vengan de donde vengan?
- La evolución del modelo neoliberal debilitó a casi todos los grupos políticos que hablaban de proyección a futuro, prometiendo la revolución, el desarrollo, etc. y como hoy día son todos neo-liberales en Chile y no hay ninguno que se plantee en otra línea, no los representan…
- ¿Incluso el Partido Comunista?
- Es que el PC, aunque no lo diga, no es sino el fulgor de cola de la Concertación. Lo único que han querido en todo este tiempo, es tener diputaditos por aquí y por allá, entrar al Congreso y luego buscar alianzas con la Concertación. En el fondo, están haciendo el mismo juego de la Concertación de hace 20 años atrás.
- Pero quienes aparecen liderando el movimiento estudiantil y del profesorado son militantes del partido. ¿Acaso no lo están instrumentalizando para sus propios fines?
- No. Quisieran, les gustaría y tienden a hacerlo, pero no van a poder porque la cultura de la mayoría de los estudiantes y de los colectivos universitarios que son centenares, es distinta a la cultura PC y no quieren saber nada con partidos ni están dispuestos a someterse a sus normas. Tampoco son anarquistas. La mayoría buscan la autonomía, creen en las asambleas, en la autoeducación. El peso real del movimiento está en las bases y éstas están incómodas con el PC que quiere manejar las cosas desde arriba. Hay malestar con Gajardo, con Martínez, incluso con Camila, quien tiene un lenguaje fluido, no es tonta, es bonita, pero no tiene la fuerza mental teórica discursiva y el ñeque para liderar el movimiento. Ella es vocera, pero no líder y lo que quiere el movimiento es rotación de dirigentes.
- Si las movilizaciones no están incentivadas desde fuera por uno o varios partidos, ¿cómo se articularon?
- Son espontáneas en la medida que se basan en la propia experiencia del mercado, del presente, en el aprendizaje que están teniendo en el día a día y en la acumulación de experiencias históricas que conforman la memoria. El Estado se aisló en sí mismo y los partidos ya no son líderes de los movimientos sociales porque están metidos dentro del Estado.
- ¿Cuál de esas memorias es más fuerte en los "indignados" de hoy?
- Hay varias. La de Frei y Allende y sus utopías, experiencia vital fundamental que da optimismo, alegría de vivir, de ahí que se hiciera una revolución cantando y bailando. Luego la memoria de la lucha contra el terrorismo militar, una memoria brutal que quedó grabada a fuego en mucha gente, a la que se suma la memoria de la transición. La Concertación quedó feliz con ella, llegó al gobierno y mantuvo el modelo, pero para quienes lucharon contra Pinochet, la desazón y desencanto fue muy grande: los socialistas dejaron de ser socialistas, los DC comunitaristas y los radicales republicanos. Por último, está la memoria del mercado…
- Como memoria, la más cercana al movimiento estudiantil…
- Claro, una memoria que da cuenta de las irregularidades del modelo liberal en el mundo, sobre todo después de la crisis asiática, una memoria que además, significa pagar hasta las ganas por una educación y una salud de mala calidad. Entonces, todo este cúmulo de experiencias son internalizadas por la ciudadanía, los actores sociales y especialmente por la juventud. Lo que hacen los pingüinos, es reaccionar contra ella y ahora madura en estas movilizaciones, desde abajo, con autonomía propia. Los partidos son los responsables indirectos de lo que está pasando.
- ¿Por qué?
- Ufff! Los políticos dicen tantas cosas sin sentido, cada vez saben menos, están ajenos a la realidad, no captan el fenómeno en profundidad, se acusan mutuamente y están dando un espectáculo penoso. Y es que les falta la convicción que moviliza a los jóvenes, una convicción que no es a la antigua, dogmática o ideológica, sino una distinta, que viene de adentro, de sus propias experiencias y memorias.
Desde las bases sociales
- Tú has interactuado profusamente con las bases sociales. ¿Cuál es la realidad de los jóvenes de los sectores populares que se movilizan?
- Han internalizado profusamente la precariedad del trabajo del padre que dejó de ser modelo, de la mamá cansada que sustituye al viejo trabajando lejos en lo que sea. La tendencia es solidarizar con ellos, por eso salen a trabajar o a robar a temprana edad y encuentran la fuerza en sus iguales, en la red, la patota. Muchos tienen problemas internos, de seguridad, pues no han tenido afecto paternal, maternal o de quien sea. Es importante la experiencia de amor en la infancia.
- ¿Estas carencias pueden explicar los actos vandálicos que se han observado en algunas de las movilizaciones?
- Yo no creo en la violencia delictual ni la de los encapuchados, pero hay que comprender el fenómeno antes de correr a juzgar a los violentistas y vandálicos. ¿Por qué son violentos? Para empezar, la mayoría son "huachos", tienen déficits afectivos brutales, muchos de ellos no estudian y los que lo hacen tienen un pasado tortuoso de vida, injusticias, etc. Otros se desarrollaron en los 80, luchando en las calles con los soldados. Allí se aprendió lo de los encapuchados, porque obviamente no podían mostrar la cara. Esas prácticas de lucha callejera son muy atractivas para los jóvenes frustrados y se trasmiten por razones políticas. Y, otra cosa, no seamos ingenuos, los militares están intactos…
- ¿Qué quieres decir?
- La cultura militar de que dentro del territorio hay un enemigo interno sigue vigente. Se siguen autoeducando en Panamá, Guantánamo y su sistema es cerrado. No se ha metido mano ahí. Ellos han intervenido 23 veces en nuestra historia, siempre para apagar los movimientos antiestablichment y, ¿quién nos dice que de nuevo no lo van a hacer?
- ¿Ves, en serio esa posibilidad?
- En estos momentos es más difícil que en los '70 y creo que EE.UU. no estaría en esa parada como en Libia e Irak. Es difícil, pero no imposible y ante eso, hay que tener una política ciudadana para evitar una violencia mayor que es la que generan los militares.
- Pero lo que se ve hoy es la violencia de los encapuchados…
- Allende nunca creyó en un golpe militar, pero aparecieron. Ahora, en lugar que los encapuchados anden haciendo el tonto rompiendo vitrinas y destruyendo, si de verdad somos tantos, somos mayoría y la demanda depende de nosotros, simplemente en vez de quebrar los vidrios, por ejemplo, en La Polar, se hace quebrar ese negocio no comprando. Es otro tipo de táctica.
"Este movimiento va derechito al cuestionamiento del modelo"
- ¿Qué salida ves a este momento histórico?
- Es una situación espantosamente compleja. Este movimiento va derechito a plantear el cuestionamiento del modelo y del Estado. Yo entiendo que la derecha tenga que defenderse como pueda. Está en una pésima posición y no puede ceder porque si cede un ápice, se le cae el modelo en el que cree. La Concertación está en una situación peor porque ni siquiera es su modelo y lo que defiende son cuotas de poder.
- Entonces qué…
- Estamos en otra lógica, no la del diálogo entre dos fuerzas políticas al interior de un marco institucional dado que ambas aceptan. Los jóvenes, pobladores, grupos sindicales no están en esa. Ellos quieren generar un proceso de deliberación por la base, están tratando de levantar asambleas deliberativas para formar un nuevo Estado que responda a las expectativas ciudadanas. Esa es una tarea de mediano plazo que implica mucha autoeducación y requiere tiempo. Este movimiento, que no es solamente estudiantil, tiene dos caminos: negociación con una mesa de diálogo con el gobierno que ha demostrado históricamente que no sirve, o la deliberación que se va ensanchando para llegar a lo que ellos dicen: ejercer el poder constituyente ciudadano y construir libre e informadamente otro Estado.
- ¿Y los costos?
- Evidentemente los paga el beneficiario del modelo actual. Los más perjudicados van a ser los partidos, la clase política con sus negociados, relaciones nepotistas, corrupción. Hablan como si fueran los dueños de la situación cuando la gente no los cotiza. El empresario no tanto, porque la nueva concepción económica destaca que hay que industrializarse, pero de manera inteligente, en armonía con la naturaleza y la sociedad. El nuevo Estado no implica destrucción del empresariado, sino que se mueva en otros parámetros, más solidario e integrado.