En la segunda vuelta por la presidencia de Chile, el empresario Sebastián Piñera y el ex presidente Eduardo Frei buscarán el 20,1 por ciento de los votos que dejó el ex socialista Marco Enríquez Ominami el pasado domingo.
La segunda vuelta se disputará el 17 de enero próximo, para definir cual de los dos candidatos sucederá en el cargo a la presidenta Michelle Bachelet a partir del 11 de marzo 2010.
Piñeira, el candidato de la derecha, ganó la primera vuelta con 44 por ciento de los votos, pero necesitaba 50 por ciento más uno para obtener la presidencia, mientras Frei alcanzó el 29,6 por ciento, Enríquez-Ominami 20,1 por ciento y el izquierdista Jorge Arrate 6,2 por ciento.
Los que dieron el voto a Enríquez pertenecen a grupos heterogéneos, de nivel cultural generalmente alto, especialmente de las ciudades; lo mismo de izquierda que de la derecha, aunque en mayoría simpatizantes del oficialismo de centro izquierda.
"Hay un 71 por ciento de electores que no votó por el candidato del gobierno, el senador Eduardo Frei, y por lo mismo hay altas expectativas y una gran posibilidad para la derecha de ser gobierno después de 20 años de Concertación", dijo la senadora electa Lily Pérez, actual vocera de Piñeira.
Sin embargo, para el vocero de Frei, también electo senador, Ricardo Lagos Weber, "esa cifra es un poquito mañosa porque está sumando la votación de Sebastián Piñera, Jorge Arrate y Marco Enríquez-Ominami".
"Me parece un exceso de optimismo señalar que Frei es minoría. Yo diría que 55 por ciento de los chilenos no votó por la derecha y la matriz común que tenemos es la lucha que se dio para recuperar la democracia", agregó.
"Aquellos que queremos profundizar lo que tenemos en Chile y que queremos más justicia social, estamos representados en parte por Marco Enríquez-Ominami, por Jorge Arrate y ciertamente por Frei y somos mayoría en Chile", indicó el vocero, economista hijo del ex presidente Ricardo Lagos.
Por su parte, Piñera anunció que incorporó a su campaña al economista Paul Fontaine, autor de la propuesta económica presentada por Enríquez.
En cambio, Frei llamó directamente a quienes votaron por Enríquez-Ominami y por Arrate a respaldar la candidatura oficialista.
La baja votación de Frei representó la más grande derrota sufrida por la coalición oficialista desde que llegó al poder en 1990.
Eso llevó a que la presidenta Michelle Bachelet reiterara su apoyo al candidato oficialista y liberó a una ministra, a un subsecretario y al jefe de prensa de La Moneda para que trabajen en la campaña de Frei.
La ministra designada es la vocera gubernamental Carolina Tohá, hija de un ex ministro de Salvador Allende que murió en el Hospital Militar mientras era prisionero de la dictadura. Tohá dijo que buscará ganar la confianza de los votantes de Enríquez-Ominami y de Arrate.
Frei también pretende negociar para contar con el apoyo de Enríquez, un ex abanderado del Partido Comunista y disidente del oficialismo.
Enríquez aclaró que no es dueño del millón 400 votos que obtuvo en la primera vuelta, además de indicar que los dos candidatos finalistas representan más del pasado.
Como sea, Frei necesita los votos situados a su izquierda, de los comunistas y de Enríquez-Ominami, pero también de la clase media y de los adultos menores de 50, así como de los jóvenes y de las mujeres.
Un elemento adverso para su objetivo de llegar de nuevo a La Moneda es el derrotismo que priva en los partidos que integran la gobernante Concertación - el Democristiano, Socialista, Por la Democracia y Radical - a causa de la baja votación lograda el domingo pasado.
Por primera vez desde 1990, el porcentaje alcanzado el domingo por Frei fue el más bajo obtenido por un candidato oficialista, en contraste con la popularidad que ostenta la presidenta Bachelet, del 80 por ciento.
Matemáticamente, a la derecha le falta solamente 6 por ciento de los votos para ocupar la presidencia.
Si Frei logra el apoyo de todo el "espectro progresista", podría superar a Piñera, pero los analistas coinciden en que es un mal candidato para la época, por su falta de carisma y opacidad como político, y porque arrastra los malos resultados de su gobierno, por el mal manejo de la llamada "Crisis Asiática" (1998-1999).
Además, se observa incertidumbre y confusión entre las filas concertacionistas, mientras que en la derecha se muestra una fuerte unidad, lo que favorece a Piñera con vistas al llamado "balotaje" del 17 de enero. Fin