Natascha, un año de libertad | ||
La joven austríaca que permaneció ocho años secuestrada celebra el aniversario de su huida con una entrevista grabada en Barcelona - Asegura sentir «cada vez más pena» por su raptor Berlín- «Sólo quiero que mi caso, mi persona, sean tratados con seriedad». A punto de cumplirse el primer aniversario de su autoliberación, Natascha Kampusch trata de descolgarse la etiqueta de estrella mediática que la prensa amarilla le ha adjudicado. Ayer, la cadena austríaca ORF emitía una entrevista-reportaje con Kampusch -la tercera desde que el pasado 23 de agosto escapara del domicilio de Wolfgang Priklopil, su raptor durante más de ocho años- en la que desgranaba la que calificó como su «metamorfosis de gusano a mariposa». En estos 12 meses, la joven reconoce haber mejorado sus habilidades sociales, casi inexistentes el verano pasado. «He perdido un poco esa timidez y soy algo menos miedosa en el contacto con la gente», declaró Natascha ante Christoph Feurstein, su entrevistador habitual. Sin embargo, conceptos como la confianza («creo que me llevará mucho tiempo poder volver a confiar en alguien completamente») o la amistad («aún no he averiguado qué significa esa palabra») constituyen dos tareas pendientes para la muchacha, de 19 años. Acerca de su raptor, un técnico de mediana edad que se suicidó horas después de su huida, Kampusch afirmó sentir «cada vez más pena por él». «Era un pobre hombre, perdido y desorientado. Lo que me hizo queda atrás, pero no desaparece, surge una y otra vez. Yo sólo trato de manejar aquellos malos recuerdos y superarlos lo mejor que pueda», puntualizó. «Él trató de manipularme, pero quizá yo también le manipulase a él en algún momento, fue como un forcejeo. Siempre estuvo claro que sólo podía quedar uno de los dos y al final resulté ser yo, no él». La imaginación, en cualquier caso, supuso un refugio para Natascha, obligada a dormir más de 3.000 noches -de los 10 hasta los 18 años- en un zulo de cinco metros cuadrados, en el sótano de Priklopil. «En mi mente siempre fui libre, en los peores momentos recurría a mi fantasía», confesó. Una vez liberada del yugo de su captor, sus problemas han cambiado. Ahora es la prensa sensacionalista la que la atosiga, con bulos como el de su hipotético noviazgo con el hijo de su abogado. «Sería bonito, pero no es verdad, todo eso se lo han inventado», alegó antes de explicar que una cabecera le ofreció la desaparición de las fotos a cambio de una entrevista. Natascha no cedió al chantaje y las imágenes se publicaron. La fama le incomoda. Considera «realmente desagradable» el seguimiento de su vida privada por parte de las cámaras. «No quiero firmar autógrafos porque no soy ninguna estrella de Hollywood», proclamó. «¿Cree que algunos tratan de convertirla en eso?», preguntó entonces Feurstein. «Quizá en eso no, más bien en una especie de Paris Hilton», replicó Natascha. De la relación de Natascha con su familia han brotado ríos de tinta. Su madre, Brigitte Sirny, acaba de escribir un libro, «Años desesperados. Mi vida sin Natascha», a pesar de que la joven hubiera manifestado que se sentía la única legitimada para relatar su propia experiencia. Se calcula que el libro podría generar unos ingresos de alrededor de 100.000 euros. «Es algo que no puedo cambiar... Si a mi madre le gusta aparecer en la radio, en la tele, nadie lo puede evitar. Yo actuaría de otro modo, pero cada uno tiene parámetros de ética distintos», lamentó resignada. Sin embargo, la joven «Se ve regularmente con su madre». Con quien tiene menos relación es con su padre, también demasiado «confiado» con los medios. Natascha se afana ahora por lograr el permiso de conducir y recuperar los cursos escolares que su secuestrador le hurtó. Aún no sabe si acudirá a la universidad. |
Rodrigo González Fernández
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