el uso de encuestas para dirimir candidatos de una coalición es un camino seguro para la eternización de los mismos de siempre en la política.
Las encuestas son mal camino para escoger candidatos
La decisión de las dos principales coaliciones de optar por encuestas en vez de primarias debidamente organizadas por el Servel para escoger a sus candidatos a alcaldes refleja una de las falencias más evidentes de nuestra democracia. Porque miden reconocimiento de nombres y preguntan por intención de voto antes de que las personas hayan tenido la oportunidad de conocer las propuestas y posturas de distintos candidatos, las encuestas tienden a perpetuar la falta de renovación y recambio en la elite política. A menos que los partidos entreguen a la gente la potestad para elegir entre distintos aspirantes después de que estos hayan realizado campañas y se hayan hecho evidentes sus fortalezas y debilidades, la democracia chilena seguirá produciendo frustración y descontento entre un electorado que no logra entender por qué tienen más capacidad para elegir como consumidores que como ciudadanos.
Desde que se realizaron por primera vez antes de la contienda presidencial de 1993, las primarias para escoger candidatos han estado llenas de problemas y obstáculos. Aunque finalmente se legisló para que pudieran ser organizadas por el Servel y tuvieran la misma importancia legal que una elección regular, los partidos se han resistido a adoptar el mecanismo de primarias para escoger a sus candidatos a puestos de elección popular. Es verdad que en 2013 las dos coaliciones realizaron primarias presidenciales. Pero en la Nueva Mayoría, la ventaja de Michelle Bachelet era tanta que nadie nunca dudó del resultado de la primaria. En la Alianza, aunque la primaria fue altamente competitiva, la renuncia posterior de Pablo Longueira a la candidatura presidencial y la accidentada forma en que se nombró a la nueva candidata del sector terminó por manchar también el proceso. Lamentablemente, ese mismo año, los partidos de la Nueva Mayoría optaron por no hacer primarias para escoger a sus candidatos al Congreso, mientras que los de la Alianza solo realizaron unas pocas en lugares donde los legisladores en ejercicio no iban a la reelección.
La resistencia a dejar que la gente escoja a los candidatos se hizo más evidente en la temporada electoral de 2016. La Nueva Mayoría y Chile Vamos se resistieron a hacer primarias en la mayoría de las comunas. Solo se realizaron 96 primarias en 93 comunas (53 en Nueva Mayoría y 43 en Chile Vamos), por lo que apenas un tercio de los chilenos tuvo la opción de participar en ellas. Peor aún, ya que en muchas comunas solo una de las coaliciones hizo primarias, el porcentaje de personas que pudo participar en las primarias de la coalición por la que normalmente vota no fue más del 10% de todos los electores del país.
Como existe demanda por escuchar la voz de la gente y hacerse cargo de las preferencias del electorado al momento de escoger a los candidatos, los partidos han optado por usar la singular herramienta de encuestas para decidir qué aspirantes son mejores candidatos. Pero, como se hacen antes de que los aspirantes tengan la oportunidad de hacer campañas de forma legal, las encuestas solo reflejan reconocimiento de nombre, cuestión que, comprensiblemente, favorece a los candidatos que tienen una trayectoria política más larga en los distritos. Las encuestas dañan a los desafiantes. De la misma forma que una encuesta sobre cuál es el producto favorito va a favorecer a las empresas que actualmente dominan el mercado y va a hacer muy difícil que entren nuevos competidores, el uso de encuestas para dirimir candidatos de una coalición es un camino seguro para la eternización de los mismos de siempre en la política.
La democracia supone elecciones. Pero las elecciones solo tienen sentido cuando los candidatos tienen la posibilidad de hacer campaña y de contrastar sus propuestas y visiones con las de sus rivales. Si hay elecciones en las que nadie puede hacer campaña, los electores tendrán pocas herramientas para decidir por qué candidato votar. Es más, mientras menos campañas hay, más fácil resulta a los que ya ocupan puestos reelegirse en sus cargos.
Cuando los partidos pretenden vender el concepto que una encuesta equivale a una primaria, la única reacción posible es denunciar el argumento como falaz. Las encuestas son el peor mecanismo para escoger a los candidatos. Porque fundamentalmente solo reflejan el nivel de conocimiento que existe sobre un candidato antes de que empiece la campaña, las encuestas sistemáticamente discriminan contra las caras nuevas y dificultan la renovación. Peor aún, cuando presentan una encuesta como alternativa legítima al proceso electoral que permite a los candidatos contrastar sus posiciones y a los electores informarse sobre lo que ofrecen los distintos candidatos, los partidos demuestran su poca comprensión o valoración por el sistema democrático en el que dicen creer.
Patricio Navia, Foro Líbero y académico Escuela de Ciencia Política UDP.
FOTO:PABLO ROJAS MADARIAGA/AGENCIAUNO
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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