Sorpresa y preocupación. Ésas fueron las dos palabras que sonaron con más fuerza entre las cúpulas empresariales el jueves pasado. Temprano ese día, el presidente Sebastián Piñera anunciaba que había pedido personalmente a la empresa Suez Energy que relocalizara la central termoeléctrica Barrancones, cuyo emplazamiento había sido aprobado por la Corema de la IV Región a 25 kilómetros de Punta de Choros.
El hermetismo con que actuó el mandatario encendió las luces de alerta entre los principales líderes de la CPC: el episodio dejaba al descubierto la distancia que existe hoy entre ellos y el presidente.
Pero el enfriamiento de los canales de comunicación, según varios líderes gremiales, no es la inquietud mayor. El capítulo de Punta de Choros desnudó viejos temores del mundo empresarial respecto de la forma en que Piñera ejerce su cargo y confirmó ciertas aprensiones que tienen sobre él. "Les preocupa que imponga el 'estilo Uribe', más apegado a la eficiencia que al respeto a las normas y a las instituciones", asegura un miembro del CEP, bastión histórico del poder empresarial chileno.
Acostumbrados al buen trato que por 20 años les dieron los gobiernos de la Concertación y a que hay que "dejar que las instituciones funcionen" -máxima que popularizó Ricardo Lagos en su período-, la derecha empresarial mira con ojos suspicaces la nueva dinámica impuesta por Piñera.
"Nos sentimos incómodos cuando se falta a la institucionalidad, a la cosa portaliana. Los cargos se deben a la autoridad y no a las personas que los ejercen. Entonces no debiera haber cabida para gustitos personales", argumenta un consejero de la Sofofa.
Las interrogantes saltan al tapete: ¿Cuánto ha cambiado el peso y ascendencia de la clase empresarial en Chile? ¿Cómo es la relación a la que aspiran los dirigentes gremiales con el mandatario? ¿Qué pueden esperar de un presidente en cuya capacidad confían mucho más que en su personalidad?
Gen Piñera
Extremadamente inteligente, exitoso en todo lo que emprende y con una tendencia natural hacia la informalidad. Así definen a Sebastián Piñera quienes lo conocen bien. De ahí que no resulte extraña para ellos la impronta que ha dado a su presidencia. "Las instituciones son animales muy pesados y él no anda con eso", explican. Y no es que se desligue de sus obligaciones institucionales, como ir al Congreso o a encuentros empresariales, pero dentro de los márgenes que le exige la legalidad vigente, su estilo de gestión es más informal o más gerencial. "Tengo claro cuál será su respuesta en caso de tener que exponerle dudas sobre un tema de mi gremio. Me diría: velo tú, convérsalo con el ministro, mándame un mail", ejemplifica un abogado.
"Si considera que hay que subir los impuestos por un par de años para financiar la reconstrucción, lo hace. Tampoco desarticulará la Dirección del Trabajo ni suavizará, por ejemplo, la acción del Sernac. Dejó mucho de lado para dedicarse a la presidencia. Ahora su propósito es lograr buenos resultados en todos los ámbitos", dice un miembro de Icare.
Su manera de ser implica, en ese sentido, menos "conversa" y más acción. Piñera pregunta poco. Básicamente porque estudia mucho y siente que va adelante en los temas. Si bien delega en sus ministros, sobre todo en el contacto periódico con los distintos grupos de interés, es él quien tiene la última palabra. Prueba de ello fue el capítulo de Barrancones, en el que los titulares de MedioAmbiente, Economía y Segpres se jugaron por la termoeléctrica.
"Es complicado empoderar demasiado al gabinete, porque Sebastián sabe mucho, estudia los temas, los subraya y cuando se enfrenta a un ministro finalmente sabe tanto o más que él y como es agresivo para hablar, varios se inhiben", dicen desde el entorno de Piñera.
En la misma línea, y debido a su pasado empresarial, siente que conoce las necesidades y realidades de ese mundo. Por lo mismo, sus cercanos aseguran que no les encuentra sentido a las consultas permanentes. "Actúa más como gerente que como presidente", acota un dirigente empresarial.
Y no es que actúe en contra de los empresarios, más bien no entra en esa lógica. "Si considera que hay que subir los impuestos por un par de años para financiar la reconstrucción, lo hace. Tampoco desarticulará la Dirección del Trabajo ni suavizará, por ejemplo, la acción del Sernac o de la Fiscalía Nacional Económica. Dejó mucho de lado para dedicarse a la presidencia. Ahora su propósito es lograr buenos resultados en todos los ámbitos", acota un miembro de Icare.
La sorpresa está en el libreto posible con Sebastián Piñera. Ocurrió con el tema de los impuestos: durante la campaña muchos entendieron que las alzas impositivas de las que hablaba el entonces candidato de la Alianza eran un mensaje político y comunicacional para ganar votos de la Concertación. "Sin embargo, después concretó la promesa y nos golpeó", explican desde la Sofofa, pero matizan: "Si mides el impacto, es poco, porque se entregaron compensaciones a tales alzas con otras rebajas. Entonces, quedó claro que el presidente sabe que no puede generar efectos estructurales. Él entiende lo que hace daño y hace el cálculo".
Barrancones, punto de inflexión
Este modus operandi lo repitió en el episodio de Barrancones. "Sebastián Piñera tiene muy claro que por esta decisión el país no se va a quedar sin energía. Si no, no lo hubiera hecho", asegura un dirigente ligado a la construcción. Otro va más allá: "El presidente se da cuenta de que con esta resolución no aborta el futuro eléctrico ni espanta a los inversionistas. De todas formas quedamos sorprendidos. Al final del día, esto tuvo más costos para él que para el país: dejó marcando ocupado a su gabinete y a las compañías", señala un líder gremial histórico.
El presidente es hábil y está acostumbrado a decidir con una lógica de inversionista. Por eso no extraña que use todo el "crédito" que le dio su aplaudida actuación en el tema de los mineros atrapados para tomar una decisión que le puede traer ciertos costos personales. "Usó su leverage en Barrancones, pero se da cuenta de que ahora quedó en deuda con el sector empresarial. Por eso es seguro que, al menos por el momento, no emprenderá nuevas acciones que puedan perjudicarlos", explica un economista cercano a la Alianza.
De hecho, esta semana el presidente invitó a toda la cúpula de la CPC a almorzar en La Moneda. Ellos interpretaron el convite como un "cariño".
Otros, sin embargo, creen que el telefonazo del mandatario a Suez no es para nada "inofensivo" y que dejó varias ventanas abiertas.
"Piñera no sólo pasó por encima de la institucionalidad. Además, abrió un flanco gigantesco con los ambientalistas, que hoy tienen tribunas que nunca antes tuvieron. Por ejemplo, el domingo pasado el director ejecutivo de Oceana estuvo en el programa Tolerancia Cero, algo impensado tiempo atrás". Suma y sigue: "Lo ocurrido con la termoeléctrica de Punta de Choros tiene su cuota de peligro. Ahora en todo Chile están apareciendo grupos y movimientos que quieren parar las diferentes centrales. Piñera les mandó el mensaje y él es el único responsable de este efecto dominó".
En definitiva, lo que más preocupa dentro de los gremios es la baja tolerancia que el gobierno tiene a la impopularidad -algunos lo atribuyen a la "necesidad" de Piñera de sentirse "querido"- y la proyección que este hecho pueda tener. "Se supone que el gobierno debiera representar los intereses de aquellos grupos más dispersos y no hacerse eco de los grupos de presión que tienen mucho de elitismo", argumenta un miembro de un importante think tank de la derecha. En esta misma línea hay quienes suponen que es un acto deliberado del presidente para reposicionarse en las encuestas. "Quiere ganar puntos y por eso actúa de manera populista, para quedar bien con las masas, las mismas que le reclamaban que cumpliera su promesa de campaña".
Un economista define el vínculo Piñera-empresarios como el que se tiene con esa tía fea, aquella a la que no se quiere mostrar demasiado: "La quiere, le hace gestos, a veces la escucha, pero no quiere sacarla a pasear en público" .
Pero no todas son críticas. Hay sectores del empresariado que apoyan la determinación del mandatario. "Si bien es verdad que su actuación crea cierta incertidumbre, es necesario precisar que hoy la institucionalidad medioambiental es muy feble. Por ejemplo, no prohíbe que empresas contaminantes, como basurales o termoeléctricas, puedan instalarse en un parque nacional. Me imagino que los grandes inversionistas estarán mirando con preocupación lo que pasó con Suez, pero esto es fruto de que los chilenos, incluyendo a los ex gobernantes, no supimos darnos una institucionalidad ambiental adecuada", estima un empresario.
¿Guerra fría?
Quienes conocen el carácter de Sebastián Piñera no se extrañan de que adopte medidas con absoluta libertad, ya que no obedece a la lógica de pertenencia a un grupo o sector y actúa con total autonomía.
"No le gustan los poderes fácticos, porque él nunca lo fue, nunca se metió en los gremios. Fue independiente sin ser presidente y, obviamente, menos va a crear relaciones de dependencia con ellos ahora", explica un cercano a Piñera.
Las diferencias de estilo con el establishment empresarial son antiguas y van más allá. Según un amigo del presidente, a él le "revienta" cuando los empresarios hablan de "nosotros" en alusión a que todos están a un mismo lado de la vereda: la derecha libremercadista. "Él no se siente parte de ese club. Ni siquiera comulga con los mismos curas. Sebastián quería poner de capellán de La Moneda al padre Renato Poblete. Hay una diferencia intrínseca entre los empresarios típicos de este país y él. Se siente más sencillo, más libre, católico, pero no fanático. No es que crea que los demás son fanáticos, pero sí siente que piensan diferente. Él tiene más que ver con los fundadores de la falange que con los empresarios", grafica.
Para un miembro del CEP no es que en la actualidad no existan canales de comunicación entre el mandatario y los hombres de negocios, sino que simplemente son menos formales y eso, a veces, incomoda, porque no da garantías de equilibrio. No es que haya poco acceso, agrega, sino que demasiada informalidad.
"Piñera se entiende directamente con los empresarios. Está entre pares, no le hace falta invitar a Guilisasti a cada gira. No necesita puntales con ese mundo, a diferencia de Ricardo Lagos, que necesitó de un Juan Claro para construir confianzas", argumenta un empresario
Esta idea es reafirmada por varios dirigentes gremiales. En la Cámara Nacional de Comercio reconocen que con Ricardo Lagos tuvieron un diálogo más fluido. "Él entendió la importancia de los gremios y atendía nuestros planteamientos. Hoy la relación con el presidente es cordial, pero en ningún caso estrecha".
Otro tema que echan de menos desde las filas del empresariado son las giras presidenciales. Durante los gobiernos de la Concertación era frecuente que el presidente/a realizara viajes con amplias comitivas, que incluían a varios representantes gremiales. Hoy lamentan que eso no ocurra. "¿Cómo no va a ser distinto que el presidente hable de los vinos chilenos a que esté el productor de esos vinos en la reunión?", reclama un líder del agro.
Hay quienes ven en el enfriamiento de la relación entre el gobierno y los empresarios un cierto diseño preestablecido de gestión. "No es popular ser presidente de derecha ni menos provenir del mundo de la empresa. Por eso Piñera se distancia de esos dos bandos. Primero, les hizo el quite a los políticos de la Alianza, nombrando un gabinete más bien técnico. Ahora se aleja de nosotros y nos pregunta menos sobre materias que podrían requerir nuestro consejo u opinión", dice un banquero.
Un destacado economista define este conflictuado vínculo como el que se tiene con esa tía fea, aquella a la que no se quiere mostrar demasiado: "La quiere, le hace gestos, a veces la escucha, pero no quiere sacarla a pasear en público. Piñera de alguna manera pretende desprenderse de su carga empresarial y por lo mismo durante su mandato se ha dedicado a hacerles guiños a los trabajadores y darles duro a los empresarios".
"Si le sigue importando su posible baja de popularidad y sucumbe nuevamente a las presiones, quedará debilitado. Sin embargo, si actúa en dirección contraria y le da el vamos -por ejemplo- a HidroAysén, su imagen de estadista se impondrá", comenta un empresario.
Si bien reconocen que pese a lo acotada, la relación con el presidente no es mala. Sí reclaman más periodicidad en los encuentros. En definitiva, lo que buscan es poder prevenir problemas futuros y evitar que se cometan ciertos errores que perjudiquen la imagen del sector empresarial.
Por ejemplo, hace dos semanas, durante una reunión entre los dirigentes de la CPC varios objetaron la forma en que el gobierno satanizaba a los dueños de la mina San José. "En un país con instituciones y tribunales, prejuzgar es duro. Aunque los propietarios del yacimiento son cuestionables, la dirección de los ataques y las descalificaciones nos parecieron excesivas".
¿Hay preocupación? Sí, dicen algunos, porque permanentemente, y de forma indirecta, sienten que les manda el mensaje: "Miren, señores, no vengan a decirme qué hacer... este gobierno sabe más que el empresariado".
La prueba de la blancura
¿Qué viene ahora? En el más alto nivel empresarial esperan que el presidente persevere en su mensaje de que lo ocurrido con Barrancones fue "una excepción". En especial, aquellos inversionistas que tienen en sus manos grandes proyectos en los rubros de minería, energía y construcción. En el ambiente se percibe cierto ánimo de paralización en la tramitación de este tipo de emprendimientos, porque tras lo sucedido la semana pasada los seremis quedaron en un mal pie en su toma de decisiones.
Por ello se habla de que Piñera debe rendir la "prueba de la blancura": esto es apoyar un proyecto grande, pese a las resistencias que aquel pueda generar en movimientos ciudadanos. Hoy los empresarios piden a gritos un espaldarazo a su sector, de manera que se evidencie el carácter pro emprendimiento del gobierno.
"Si le sigue importando su posible baja de popularidad y sucumbe nuevamente a las presiones, quedará debilitado. Sin embargo, si actúa en dirección contraria y le da el vamos -por ejemplo- a HidroAysén, su imagen de estadista se impondrá", comenta un empresario.
Son varias voces las que sugieren que Piñera, como Ulises, se ponga cera en los oídos y se amarre al timón cuando le toque tomar la decisión sobre la termoeléctrica Castilla e HidroAysén.