Lunes 26 de Octubre de 2009
Desembarco del Gobierno en campaña de Frei
Bitar, Cristina
El "desembarco" del Gobierno en la campaña presidencial del senador Frei merece algunos comentarios por la forma y la intensidad con que se ha hecho. El apoyo que las autoridades le brindan al candidato de su propia coalición es algo bastante natural y en sí mismo no debería provocar mayor asombro. En democracia, los gobiernos representan opciones políticas y todo partido o coalición que gobierna quiere siempre legítimamente mantenerse en el poder. Pero una cosa es el apoyo político de las personas que ejercen cargos públicos y otra muy distinta es el uso del cargo para favorecer a su candidato.
Que haya ministros que, en el pleno ejercicio tanto formal como material de su cargo, planteen a determinados sectores sociales que sus problemas se resolverán si gana el candidato oficialista, avalando las promesas de campaña de éste, supera lo que un régimen democrático sano puede aceptar. Frases como "si quieren reforma laboral, voten por Frei", "si quieren que se pague la deuda histórica a los profesores —voten por Frei—, él lo resolverá en marzo", son algunos ejemplos. Así también, la imagen de un intendente bajándose del automóvil asignado a su cargo con propaganda del mismo candidato da cuenta de una actitud generalizada a lo largo del país.
No quiero hacer un juicio a las personas específicas, pero sí me parece que hemos ido perdiendo los límites entre lo que es correcto y lo que no lo es en esta materia. Esto es grave porque se está perdiendo el pudor. El problema es que las autoridades envían señales con sus acciones y estos casos, así como probablemente otros que no conocemos, producen efectos importantes en el aparato del Estado. El jefe de una división que ve lo que hace su ministro entiende que está autorizado para hacer él lo propio a su nivel y probablemente así también lo supone el funcionario subalterno.
Nuestro continente latinoamericano muestra ejemplos muy claros del nivel a que se puede llegar en la captura de la democracia por parte de un partido político que se quiere perpetuar en el poder a cualquier costo. En México en su momento, con el PRI, de la intervención electoral se pasó a la corrupción, de ésta a la infiltración por el narcotráfico y, por último, a hechos tan brutales como el asesinato de un candidato presidencial. Afortunadamente ese gran país salió de tal círculo vicioso y tiene hoy nuevamente un sistema democrático libre y competitivo. Pero comenzamos a ver rasgos preocupantemente parecidos a los de esa historia. Se aprecia una cierta desesperación en algunos dirigentes de la Concertación, que no es normal ni menos sana, porque va más allá del natural deseo de ganar una elección.
La descomposición es grave cuando los gobernantes se convencen de que su opción es éticamente superior a la de sus opositores y, por lo tanto, se ve la disyuntiva electoral como una lucha entre el bien y el mal. Eso es lo que escucho cuando oigo frases del estilo siguiente: "la derecha no puede llegar al gobierno"; "si la derecha gana, tendrá el poder total"; "si la derecha gana, se acabarán los programas sociales", etc. Ya se percibe claramente esa visión algo mesiánica que no reconoce al adversario como una opción diferente, pero legítima. Entonces, piensan algunos, hay que hacer lo que haya que hacer. Si usar el poder del Estado es necesario, se usa. Lo importante es que la oposición no gane.
Pero la estrategia parece no estar dando frutos. Es tal la desesperación por salvar la candidatura del senador Frei a toda costa, que sólo logran resaltar su enorme debilidad. Aprecio y respeto a muchas personas de este gobierno: a ellos les diría que es mejor perder una elección que perder el sentido de la ética democrática.
Fuente
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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