por Adrián Ravier
Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.
El fallecimiento de Néstor Kichner deja en la Argentina un escenario político y económico de incertidumbre.
En lo formal, Argentina pierde a un ex presidente, diputado nacional y presidente del partido justicialista. En lo informal, con su desaparición, la Argentina pierde a su líder político, al líder del kirchnerismo y a un serio candidato en las elecciones presidenciales de 2011.
El escenario político
Recorriendo su trayectoria política, uno observa que en sólo 20 años fue intendente de Río Gallegos, gobernador de Santa Cruz y presidente de la nación. Nunca logró ganar una elección nacional y, sin embargo, nadie pudo disputarle el poder que supo acumular y concentrar desde 2003. Basta recordar que no aceptó nunca sus derrotas electorales, e interpretó a los medios como los responsables, a los que identificó como sus enemigos.
Jamás confió en nadie. Era un líder autoritario, ambicioso y solitario. Como en ningún otro gobierno, monopolizó las decisiones y sus ministros no fueron más que títeres. Como ha dicho Joaquín Morales Solá, "su estilo de gobierno convertía a los ministros en meros conserjes sin decisión propia".
Sin Kirchner no hay kirchnerismo. No sorprenderá que el Frente para la Victoria se derrumbe en cuestión de meses. El analista político Santiago Kovadloff acierta en señalar que si bien Cristina Fernández fue su aliada, "no la preparó para recibir su herencia imaginaria". Disiento con el autor mencionado, sin embargo, en que la oposición no se beneficie políticamente de la desaparición de Néstor Kichner. Pienso que sin Kichner, no hay oficialismo, y esa vacante deberá ser reemplazada en 2011, por una lucha intensa de poder.
Es demasiado pronto para imaginar la contienda de 2011, pero lo cierto es que la oposición —dentro y fuera del justicialismo— ya no necesita buscar consensos o alianzas para enfrentar al oficialismo. Por supuesto que Cristina Fernández podría presentarse en búsqueda de una reelección, pero su poder se encuentra debilitado sin la fortaleza de su marido y con serios problemas que deberá sortear en lo que queda de su mandato (inseguridad y violencia, inflación y lucha de poder).
La fórmula de centro izquierda seguramente surgirá del radicalismo-socialismo, con nombres propios como los de Ricardo Alfonsín-Julio Cobos-Hermes Binner. El justicialismo parece encontrar en Daniel Scioli (gobernador de la provincia de Buenos Aires) a su principal figura, aunque todavía falta mucho y nadie puede descartar la re-aparición en la escena política del senador nacional Carlos Reutemann, la postulación de algún gobernador o la siempre fuerte presencia del ex presidente Eduardo Duhalde. Mauricio Macri, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, sería la alternativa real de centro-derecha.
El escenario económico
A esta incertidumbre en el campo político, se suma la incertidumbre en el campo económico. Y es que con Kichner desaparece el Ministro de Economía y el plan de gobierno. Los analistas han coincidido en señalar que antes Martín Lousteau o ahora Amado Bodou jamás ocuparon el rol que la cartera de economía requería.
Joaquín Morales Solá señala que Kichner conocía "los manuales básicos de la economía" y era consciente de la popularidad que hubiera perdido si avanzaba en un programa contra la inflación. De ahí que lo mejor era ignorarla o negarla. Después de todo, también sabía que es posible "coexistir un tiempo con la inflación".
Algunos analistas destacan en su haber la recuperación argentina post-2001, pero lo cierto es que cuando Kirchner asume la presidencia en 2003, la economía ya había iniciado el camino de la recuperación.
Tuvo la fortuna de gobernar un país en un contexto internacional sin precedentes, pero al igual que sus aliados (Evo en Bolivia, Correa en Ecuador, Chávez en Venezuela y Castro en Cuba) su política desarrollista, proteccionista y contraria a las instituciones, no logró que el país despegue como sus vecinos Chile y Brasil.
El economista Jorge Avila lo refleja claramente: "No fue un hombre de Estado. Gobernó sembrando cizaña, aisló el país del mundo y lo empequeñeció. [H]ace diez años, el PBI argentino era de $300.000 millones y el brasileño de $700.000 millones; en la actualidad, el PBI argentino es de $400.000 millones y el brasileño excede los $2 billones. En una década, el peso económico relativo de Argentina cayó a la mitad (de un 40% a un 20%). Lo peor del caso es que Kirchner veía este desarrollo como algo 'normal y hasta inevitable'".
Lo cierto es que los mercados han valorado positivamente la noticia, y esto obedece a la desaparición de Kirchner en la contienda electoral de 2011. El mercado encuentra en cualquiera de los candidatos mencionados, una mayor apertura al diálogo, el fin del autoritarismo, la reinserción de la Argentina en la economía global y un clima más propicio para las inversiones.
En definitiva, el propio Lula ha demostrado que una izquierda moderada también puede iniciar el cambio que países como Brasil o Argentina necesitan.
Debemos distinguir a Kirchner del kirchnerismo. Quien escribe no deseaba la desaparición del ex presidente, pero sí anhelaba el fin del kirchnerismo.