Autor: Sergio Melnick
22-6-2008
Qué pena tan grande ha sido escuchar a algunos diputados de la Concertación en el "debate" sobre la Ley de Educación. Todo este guirigay es por un concepto de educación pública, a mi juicio, erróneo. La responsabilidad estatal en la educación es evidente. La administración directa de establecimientos educacionales es un grave error.
Los gobiernos son malos administradores en el largo plazo. Su rol es hacer las políticas públicas, establecer los controles, estándares, regular, mantener la seguridad, garantizar la información y transparencia, y otras cosas de esa naturaleza.
Los funcionarios estatales no deben producir telenovelas, recoger la basura, sacar cobre o petróleo, o construir caminos. Eso no es el "servicio público".
Los parlamentarios que defienden los colegios fiscales han quintuplicado el presupuesto, pero no mandan a sus hijos ahí. ¿Quién los entiende entonces? Jamás tocan la frase "estatuto docente" que es el origen de la mayoría de todos los problemas actuales, particularmente en las municipalidades.
La discusión de la izquierda es un eterno discurso de los "hay que", "alguien tiene que" y se olvidan que han estado a cargo del tema por dos décadas.
¿Cuál es la pelea de fondo? ¿Por qué los profesores que han protestado sólo quieren ser empleados del gobierno?
Simple: Porque es más fácil, menos exigente, porque no deja que nadie se destaque mucho, protege a los pencas y no premia a los buenos.
La exaltación y sofoco del diputado Paredes fueron insólitos, más aun cuando se habla de educación, donde se esperaría un poco de reflexión y profundidad. Se avergüenza en sus palabras- de Viera-Gallo y de su propio gobierno. Alejandra Sepúlveda, más prudente, pero nos dice que la Concertación se perdió en el camino. Que la educación es un fracaso- Y acusa: "Nos vendimos a los intereses de algunos". Ya no está en la Concertación.
Ximena Vidal, PPD, recalca correctamente que los parlamentarios no representan a gremios, sino a ciudadanos. Que el sistema político no da para más. Exige respecto al Parlamento. La discusión de estos días, dice. Ha sido trasnochada y reiterativa. Acusa directamente a los profesores que movilizan estudiantes. Tuma, también muy exaltado, sostiene que no necesitan los votos de la derecha para legislar. Es decir, que hay que pasar la aplanadora cada vez que se pueda. Por eso van matando a la democracia, como ya lo hicieron una vez. Denise Pascal, del PS, ponderada, acuña un nuevo concepto: educación "pública pública". Cree que se acabará la educación pública en 40 años y que el sistema "público público" debe educar a la mitad del país a lo menos. Una cifra que proviene de una iluminación, un voluntarismo típico.
La intolerancia de algunos era sorprendente. Igual de sorprendente era la defensa a la gratuidad, incluso universitaria, para todos, y hasta usaban su ejemplo personal. Es decir, fundamentando subsidios a los ricos igual que a los pobres.
Por otro lado, los griteríos de los profesores desde las graderías del Congreso no eran de maestros propiamente tales, sino de activistas, incapaces de escuchar con respeto. Y después quieren que los escuchen en las clases, donde se dedican más bien a adoctrinar.
En mi opinión, lo único que realmente interesa es, primero, educación de calidad para todos, sin excepción.
Segundo, con máxima libertad de expresión de los padres. Tercero, con la administración lo más descentralizada posible, siempre lo más cerca que se pueda a la influencia de los padres. Cuatro, con la máxima diversidad no con homogeneidad. Quinto, que todos tengan acceso a alguna forma de educación superior, lo que requiere serios cambios al modelo actual.
Por cierto, estoy pensando en una educación para el siglo 21, y no para el siglo 19. No importan los apellidos de la educación, sólo calidad, diversidad e igualdad de oportunidades.
La Presidenta ha sido literalmente traicionada por sus propios seguidores. Una parte de la izquierda recurre a la violencia cuando la mayoría opta por un camino que no le acomoda. Veremos en estos días la evidencia de ello. Personalmente, creo que el famoso acuerdo hará muy poco por la educación.
Pero es lo que nuestros líderes, de ambas coaliciones, mayoritariamente, han acordado por ahora, y es lo que debemos hacer. La capacidad de lograr acuerdos es un capital social invaluable para el futuro, que la izquierda nunca ha valorado adecuadamente.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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