El, alcalde y ella, diputada. Los hermanos Zalaquett aseguran que no fue parte de ningún plan por crear una dinastía política, sino que la vida los fue llevando por ese camino. Pero corrió mucha agua bajo el puente antes de que Mónica (50) y Pablo (49), llegaran, respectivamente, al Congreso y a las alcaldías de La Florida y después de Santiago.
Lo pasan bien juntos, como se nota de inmediato. Se ríen, tiran tallas y cuentan que están continuamente en contacto: veranean juntos, hablan varias veces por semana y comparten una variedad de hobbies como la bicicleta, el tenis y el bridge.
Una casa llena de primos, tíos y amigos
Hijos de padre chileno, descendiente de libaneses, y de madre peruana descendientes de palestinos, la cultura árabe ha sido una impronta importante en sus vidas hasta hoy. "Yo me acuerdo cuando la guerra de 82 el tata escuchaba la radio y yo tengo la imagen de él sufriendo por su pueblo", relata Mónica. Pero ambos reconocen que no tanto como lo fue para sus abuelos y padres, pues ellos son de una tercera generación que ya siente plenamente chilena.
-Mi abuelo Simón nació en El Líbano y llegó a Antofagasta, porque sabía de unas parientes Zalaquett lejanas. Y ahí conoció a mi abuela, que era prima lejana, también zalaquett, pero de Antofagasta. Por lo tanto mi papá es Zalaquett Zalaquett y en Chile todos los Zalaquett son algo nuestro, dice Pablo.
Ambos nacieron en la casa de sus abuelos en Santiago, pero al poco tiempo se mudaron a Las Condes y después a su casa definitiva en Nueva Costanera, "donde ahora están todos esos restaurantes", precisa Mónica.
Según cuenta la actual diputada, "teníamos mucha vida de barrio, Pablo era seco para el fútbol y armaba grupos alrededor de la pelota y yo armaba las barras. ¿Te acordái cómo lo pasábamos bien?".
Pablo:
-Teníamos también ping pong y competíamos contra otros barrios, siempre me encuentro con gente de esos años.
El padre se dedicaba al comercio a través de la Importadora Zalaquett, que había sido del abuelo, trayendo repuestos de automóbiles y bicicletas entre otras cosas.
De la infancia guardan gratos recuerdos.
Mónica:
-Tuvimos una infancia feliz, con mucho amor, una familia grande, llena de tíos y primos. Veraneábamos juntos en Reñaca en la casa de mi abuelo.
Pablo:
-La mamá era puro corazón. Me pasaba el auto a los 16 años y si yo le hacía un topón ella se echaba la culpa, mi papá no sabía. Era único hijo hombre, bastante regalón.
"Las fiestas se hacían en nuestra casa, siempre estaba abierta a los amigos. Mi mamá incentivaba eso. Mi papá era mucho más estricto, por ejemplo, con las horas de llegada en la noche", recuerda Mónica.
Una nota de tristeza era la situación de su hermana menor, Paulina, quien producto de una negligencia médica al nacer, quedó con cierto nivel de discapacidad. Según Mónica, "ella cumple un rol bien importante en la familia, es muy significativo tener a un familiar cercano con estas características".
En materia académica, Pablo siempre supo que quería estudiar ingeniería comercial en la Universidad Católica. "El papá era estricto con el colegio, de repente me hacía preguntas y yo me ponía nervioso, pero no exigía promedios. Estudié en el Grange y saque 5,9, lo que no me alcanzaba para la UC, así que tuve estudiar como loco para la Prueba de Aptitud, a la Mónica le consta", dice su hermano.
"¡Cuántas veces yo llegaba a las 3 de la mañana y veía la luz prendida y era Pablo estudiando!", se ríe Mónica. "Pero él sacó puntaje nacional y a mí no me dio para estudiar lo que yo quería, que era periodismo en la Católica. Yo era de promedio 6,4, súper buena alumna, me iba regio en el Villa María. Dimos la prueba el mismo año, pero yo me dediqué más a bailar, a salir, a pololear. Estudié, pero no me maté."
Terremoto en la familia
Pablo dice que su "destino natural", era dirigir la empresa familiar. "Yo era único hijo hombre y tenía que hacerme cargo de la importadora Zalaquett. La familia era la dueña, pero yo iba a ser el gerente general, era lo natural, nunca me lo cuestioné", explica.
"Lo antinatural -continúa- fue que llevaba un semestre estudiando Ingeniería y me encontré con que la empresa quebró en la crisis de los 80, cuando se devaluó el dólar y nuestras deudas se triplicaron". Su semblante se pone serio: "Ahí me encontré sin nada que dirigir, fue fuerte, nos embargaron la casa".
Mientras él se iba a vivir con un tío y su hermana con unos amigos de la familia, sus padres emprendieron rumbo a Bolivia, a trabajar en la fábrica de los Said. Pabló entró a la UC y Mónica empezó a estudiar traducción de inglés y francés, porque la madre le pidió no cursar una carrera larga que implicara quedarse varios años en Santiago, lejos de ella.
Y entonces, en 1984, una nueva desgracia golpeó a los Zalaquett, esta vez más dura que la pérdida de la empresa. En un paseo de su madre con unos amigos de Pablo que estaban en Bolivia de vacaciones, mientras él hacía una pasantía en un banco, el auto se volcó en la carretera y la madre falleció. Mónica estaba de viaje en EEUU con unas amigas y Pablo la convenció de regresar, pero sin decirle de inmediato la verdad. También el padre estaba en EEUU en viaje de negocios cuando murió su esposa.
Después de esa desgracia, Mónica decidió mudarse a Bolivia para acompañar a su papá, mientras su hermano terminaba sus estudios en Chile.
Mónica:
-Y ahí cambió mi vida de nuevo. Yo tenía amigos en Bolivia y entré a trabajar al hotel Sheraton, en el área comercial, donde me sirvieron los idiomas. Como a los 7 meses me llamaron de LAN porque no tenían a nadie chileno en su oficina en Bolivia, para hacerme cargo de promocionar Chile, no para vender pasajes. Eso fue súper atractivo: promocionar mi país, para que los bolivianos viajaran a otros destinos además de Arica e Iquique.
También optó por irse un semestre a Francia con una amiga a perfeccionar el idioma, con la idea de que, al regresar, se mudaría de vuelta a Santiago para titularse de traductora.
"Pero en ese minuto conocí a mi marido, Dieter Garafulic. Su familia eran empresarios de la minería y tenían medios de comunicación. Pololeamos 6 meses y listo", recuerda con una sonrisa.
Mientras tanto, Pablo combinaba la vida universitaria con su vocación por la acción social.
-Siempre me he dedicado al tema social desde el movimiento religioso que yo conocí, los Legionarios de Cristo, pero no con la fuerza y la pasión que pasa después de la muerte de la mamá. Ahí lo tomé como una forma de vida. Desde los 18 años hasta los 37 me dedique casi 3 horas diarias a ayudar a los demás a través de múltiples fundaciones, trabajos de verano e invierno, un hogar de menores, etc.
Al mismo tiempo, se iniciaba en el mundo del trabajo, primero en la Cámara Nacional de Comercio, después en Sonda y finalmente formando sus propias empresas. "Al principio tuve una empresa editorial, de diseño, publicidad, revistas corporativas y esas cosas. Después me asocié con Cristina Bitar, que ya había formado Captiva, y al poco tiempo creamos Hill& Knowlton Captiva", cuenta.
Actividades que le permitieron ir formando redes de todo tipo y que tal vez explican que Hernán Büchi le pidiera que lo ayudara, como presidente de la juventud del comando, en su campaña presidencial de 1989. "Recorrí todo Chile con él", recuerda, con un dejo de orgullo y nostalgia.
"Me acuerdo que hablábamos harto por teléfono y tú me ibas contando lo que veías en el norte, el sur, porque fue una experiencia súper potente para ti", dice su hermana.
Inquietudes sociales y emprendimientos bolivianos
Por entonces Pablo aún creía que los políticos hablaban mucho y hacían poco. "Me di cuenta de que tenía una buena formación económica, pero no humanista. Así que me casé en el 90 y me fui a estudiar un master Ciencias Políticas dos años en Pamplona. Ahí estuve con gente como Rodrigo Alvarez y Joaquín Villarino".
Y allá conoció, en la España de Felipe González, el proyecto Generacion Empresarial, del cual se hizo presidente en la versión chilena por seis años. "Entonces en Chile no se hablaba de responsabilidad social empresarial, nosotros abrimos esa discusión acá. Hoy todos hablan de la ética de los negocios y de responsabilidad social del empresariado", recuerda.
A todas estas, Mónica seguía en Bolivia. "Me casé y estuve allá todos los 90. Con una amiga pusimos una agencia publicitaria y vi que había un mundo para emprender. Luego, con otras dos amigas, vimos que habíia una mano de obra maravillosa y se nos ocurrió hacer una oferta de una joyería moderna. Así nace Rafaella Pitti", explica. "¡Yo soy pyme!", agrega riendo.
En la casa de su familia se hablaba mucho de política, pero ella no participaba activamente, sino sólo como actor interesado. Con todo, fue allá, en un encuentro de la Upla en Santa Cruz, donde conoció a Pablo Longueira, quien más adelante sería un personaje para ella y su hermano.
Y entonces, después de la segunda vuelta presidencial entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín, este último, junto a Longueira, le pidieron a Pablo Zalaquett que fuera candidato a alcalde. "Al principio dije que no, pero en junio del 2000 me ofrecieron la Florida y acepté", relata. "En realidad, pensaba ser concejal cuatro años, y compartir ese trabajo con dedicar medio día a mis empresas, pero gané", recuerda sonriendo. Y no fue poca cosa, pues derrotó a Gonzalo Duarte, quien a la sazón era nada menos que presidente de los alcaldes de todo Chile.
Los Zalaquett se zambullen en la política
¿Y a quién le pidió Pablo que fuera su jefe de campaña? A su hermana Mónica, lógicamente. "La campaña fue una sexperiencia enriquecedora. Yo veía que él se ganaba los corazones. Creo que Duarte pecó de soberbio, a lo mejor, y pensó que la competencia de un desconocido no iba a calar profundo".
Cuatro años más tarde, en 2004, enfrentando al socialista Germán Correa, Zalaquett fue reelecto en La Florida, nuevamente con su hermana en la jefatura de su comando. Ella todavía se ríe cuando recuerda cómo la gente felicitaba a su hermano por lo "amorosa" que era su "hermana chica".
Un año antes Mónica había decidido volver a Chile. Y ya tenía el "bichito" de la política en la sangre, pues había tomado un curso de management for political campaigning en Washington durante un semestre.
Una vez en Chile, Longueira le pidió a Mónica ser jefa de su comando sur oriente por la senatorial de Sanmtiago y ahí, dice, "creció mi compromiso con la política como camino de servicio público". Trabajó varios años en la Radio Agricultura y, en 2008, volvió a ayudar a su hermano en su tercera campaña alcaldicia, esta vez en la Municipalidad de Santiago, donde volvió a derrotar a una figura concertacionista de renombre, el ex alcalde Jaime Ravinet.
"En 2008 me meto de lleno en la campaña de Santiago, pero el programa de radio me hizo ver que debía hacer más que sólo hablar. Ahí me buscó la UDI para invitarme a ser candidata a diputada y acepté, después de haber dicho que no un par de veces antes".
Ahora hay Zalaquett en política por al menos otros cuatro años... si tienen los votos. El alcalde ya ha dicho que repostulará en la elección de este año, probablemente compitiendo con Carolina Tohá, y Mónica dice que espera obtener otro período en la Cámara.
Las diferencias vienen después de eso. Mientras ella asegura que ocho años en el Congreso "son suficientes para desarrollar una labor", él dice que le gustaría seguir en un cargo ejecutivo, aunque no en otra alcaldía, sino tal vez en un ministerio o, por qué no, en un palacio que está entre la Alameda y la Plaza Constitución.