Joseph E. Stiglitz / Estancamiento deliberado
JOSEPH E. STIGLITZ / Publicada el 17/02/2014 04:46:31 a.m. Poco después de que estallara la crisis financiera mundial en 2008, advertí sobre que a menos que se adopten políticas adecuadas, se podía asentar un malestar al estilo japonés -crecimiento lento e ingresos casi estancados durante muchos años.
De hecho, la respuesta a la crisis de los formuladores de políticas agravó algunos problemas y creó otros nuevos. A ambos lados del Atlántico, es probable que este año el PIB crezca mucho más rápido en comparación con el de 2013.
Cada desaceleración en algún momento llega a su fin. La característica que distingue a una buena política es que logre que la desaceleración sea más corta y menos profunda de lo que habría sido si dicha política no se hubiese implementado, pero no fue así.
El PIB real per cápita es más bajo en la mayoría de los países del Atlántico del Norte en comparación con su nivel en 2007; en Grecia, el tamaño de la economía se ha reducido en aproximadamente 23 por ciento. Alemania, el europeo con mejor desempeño, ha registrado un mísero crecimiento anual promedio de 0.7 por ciento durante los últimos 6 años. La economía de EU continúa teniendo un tamaño 15 por ciento menor al que habría tenido si su crecimiento hubiese continuado, aun en caso de que dicho crecimiento se hubiese mantenido en la trayectoria moderada que registraba antes de la crisis.
Pero incluso estas cifras no relatan la historia completa sobre cuán mal están las cosas, porque el PIB no es una buena medida del éxito. Mucho más relevantes son los ingresos de los hogares. La mediana del ingreso real en EU está por debajo del nivel de 1989; la de los trabajadores varones a tiempo completo en la actualidad es más baja a la de 40 años atrás.
Algunos analistas, como el economista Robert Gordon, han sugerido adaptarnos a una nueva realidad en la que el crecimiento a largo plazo de la productividad estará muy por debajo del nivel en el que se ubicó durante el último siglo. Nadie debería tener mucha confianza en una bola de cristal que realiza predicciones para las futuras décadas. No obstante, una cosa parece estar clara: a menos que las políticas de los gobiernos cambien, tenemos por delante un largo periodo de decepciones.
Los mercados no se autocorrigen. Los problemas fundamentales subyacentes podrían agravarse. El aumento de la desigualdad debilita aún más la demanda; y, en la mayoría de los países, la crisis sólo ha agravado la desigualdad.
Los superávits de las balanzas comerciales de los países del norte de Europa han aumentado, incluso mientras el superávit de China se ha moderado. Los mercados nunca han sido muy buenos en cuanto a lograr por su propia cuenta transformaciones estructurales de forma rápida; la transición de la agricultura a la manufactura, por ejemplo, no fue de forma suave y calmada; estuvo acompañada por una importante desarticulación social y por la Gran Depresión.
Esta vez no ocurre algo distinto, pero en algunos aspectos la situación podría ser más grave: los sectores que deberían estar creciendo, reflejando las necesidades y deseos de los ciudadanos, son los de servicios, como salud y educación, que tradicionalmente se financian con fondos públicos. Pero, en lugar de que los gobiernos faciliten la transición, la austeridad la está inhibiendo.
Un malestar general es mejor que una recesión y una recesión es mejor que una depresión. Pero las dificultades de ahora no son el resultado de las leyes inexorables de la economía, no son ni siquiera una especie de penitencia que pagar por los pecados cometidos en el pasado.
Nuestras dificultades actuales son el resultado de políticas erróneas. Existen alternativas. Pero no las vamos a encontrar en la complacencia autosatisfecha de las élites, cuyos ingresos y carteras de acciones una vez más se disparan al alza. Aparentemente, sólo algunas personas deberán ajustarse a un estándar de vida más bajo de forma permanente. Desafortunadamente, lo que ocurre es que dichas personas conforman la gran mayoría de la población.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro más reciente es El precio de la desigualdad.
Copyright: Project Syndicate, 2014.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.
De hecho, la respuesta a la crisis de los formuladores de políticas agravó algunos problemas y creó otros nuevos. A ambos lados del Atlántico, es probable que este año el PIB crezca mucho más rápido en comparación con el de 2013.
Cada desaceleración en algún momento llega a su fin. La característica que distingue a una buena política es que logre que la desaceleración sea más corta y menos profunda de lo que habría sido si dicha política no se hubiese implementado, pero no fue así.
El PIB real per cápita es más bajo en la mayoría de los países del Atlántico del Norte en comparación con su nivel en 2007; en Grecia, el tamaño de la economía se ha reducido en aproximadamente 23 por ciento. Alemania, el europeo con mejor desempeño, ha registrado un mísero crecimiento anual promedio de 0.7 por ciento durante los últimos 6 años. La economía de EU continúa teniendo un tamaño 15 por ciento menor al que habría tenido si su crecimiento hubiese continuado, aun en caso de que dicho crecimiento se hubiese mantenido en la trayectoria moderada que registraba antes de la crisis.
Pero incluso estas cifras no relatan la historia completa sobre cuán mal están las cosas, porque el PIB no es una buena medida del éxito. Mucho más relevantes son los ingresos de los hogares. La mediana del ingreso real en EU está por debajo del nivel de 1989; la de los trabajadores varones a tiempo completo en la actualidad es más baja a la de 40 años atrás.
Algunos analistas, como el economista Robert Gordon, han sugerido adaptarnos a una nueva realidad en la que el crecimiento a largo plazo de la productividad estará muy por debajo del nivel en el que se ubicó durante el último siglo. Nadie debería tener mucha confianza en una bola de cristal que realiza predicciones para las futuras décadas. No obstante, una cosa parece estar clara: a menos que las políticas de los gobiernos cambien, tenemos por delante un largo periodo de decepciones.
Los mercados no se autocorrigen. Los problemas fundamentales subyacentes podrían agravarse. El aumento de la desigualdad debilita aún más la demanda; y, en la mayoría de los países, la crisis sólo ha agravado la desigualdad.
Los superávits de las balanzas comerciales de los países del norte de Europa han aumentado, incluso mientras el superávit de China se ha moderado. Los mercados nunca han sido muy buenos en cuanto a lograr por su propia cuenta transformaciones estructurales de forma rápida; la transición de la agricultura a la manufactura, por ejemplo, no fue de forma suave y calmada; estuvo acompañada por una importante desarticulación social y por la Gran Depresión.
Esta vez no ocurre algo distinto, pero en algunos aspectos la situación podría ser más grave: los sectores que deberían estar creciendo, reflejando las necesidades y deseos de los ciudadanos, son los de servicios, como salud y educación, que tradicionalmente se financian con fondos públicos. Pero, en lugar de que los gobiernos faciliten la transición, la austeridad la está inhibiendo.
Un malestar general es mejor que una recesión y una recesión es mejor que una depresión. Pero las dificultades de ahora no son el resultado de las leyes inexorables de la economía, no son ni siquiera una especie de penitencia que pagar por los pecados cometidos en el pasado.
Nuestras dificultades actuales son el resultado de políticas erróneas. Existen alternativas. Pero no las vamos a encontrar en la complacencia autosatisfecha de las élites, cuyos ingresos y carteras de acciones una vez más se disparan al alza. Aparentemente, sólo algunas personas deberán ajustarse a un estándar de vida más bajo de forma permanente. Desafortunadamente, lo que ocurre es que dichas personas conforman la gran mayoría de la población.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro más reciente es El precio de la desigualdad.
Copyright: Project Syndicate, 2014.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en “Responsabilidad Social Empresarial” de la ONU
Diplomado en “Gestión del Conocimiento” de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU(
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