La historia de los derechos humanos
Desde un deseo del espíritu al reconocimiento por parte de las leyes
En lo profundo de la mente y el espíritu del ser humano yace la convicción de que todas y cada una de las personas tienen derechos, como el de poder vivir libres de opresiones, de tomar decisiones razonables y de no ser víctimas de la crueldad. Casi todos lo sentimos así de un modo instintivo, aun cuando no creamos que el logro de esos derechos sea fácil.
A lo largo de la historia, la mayoría de las sociedades sólo concedían derechos a unos cuantos afortunados. En el siglo xviii, en Europa, surgió el concepto de "la ley natural", basada en un orden universal que definía esos derechos para todos. Esa filosofía tuvo un enorme impacto en la Revolución de Estados Unidos en 1776 y en los conceptos consagrados en la Constitución del país, la cual sigue siendo hoy el documento que rige sobre todo el derecho estadounidense.
En todas las naciones civilizadas se hacen intentos por definir y reforzar los derechos humanos. La esencia de este concepto es la misma en todas partes: los derechos humanos son los que toda persona tiene por el simple hecho de ser humana; son derechos universales e igualitarios. Además, los derechos humanos son inalienables. Pueden ser suspendidos en ciertos momentos, ya sea acertada o erróneamente, pero la idea misma de esos derechos inherentes no puede ser suprimida. Nadie puede perder esos derechos, por lo mismo que no puede dejar de ser humano.
La evolución del concepto
Por tradición, todos los grupos humanos, desde los clanes de los moradores de la selva hasta los sofisticados habitantes urbanos, han tenido ideas de justicia, equidad, dignidad y respeto. Sin embargo, la idea de que todos los seres humanos, por el simple hecho de serlo, tengan ciertos derechos inalienables que pueden invocar para protegerse de la sociedad y de sus gobernantes era la opinión de una minoría en la época anterior al siglo xvi.
Muchas sociedades premodernas creían que los gobernantes estaban obligados a actuar con sabiduría y por el bien de todos. No obstante, se creía que esa obligación provenía de un mandato divino o de la tradición, no que estuviera basada en un concepto de derechos humanos personales que todo individuo ordinario pudiera invocar para defenderse de un gobierno injusto.
La primera persona a quien se acreditó la creación de una teoría completa de los derechos humanos fue el filósofo británico John Locke (1632-1704). Él escribió que los pueblos forman sociedades y las sociedades instauran gobiernos a fin de garantizar para sí el disfrute de los derechos "naturales".
Locke definió el gobierno como un "contrato social" entre gobernantes y gobernados. A su juicio, los ciudadanos sólo están obligados a ser leales a un gobierno que proteja sus derechos humanos. Esos derechos pueden incluso tener precedencia sobre las pretensiones y los intereses del gobierno. Un gobierno sólo puede ser legítimo si respeta y protege sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos.
Sin embargo, la teoría de Locke era limitada ya que no consideró los intereses de todas las personas, aun cuando en sus escritos el autor se expresaba en términos universales. Su enfoque real era la protección de los derechos de los varones europeos que tenían propiedades. Él no les reconoció plenos derechos a las mujeres, a los pueblos indígenas, a los criados y a los trabajadores asalariados. Pese a ello, el pensamiento de Locke y de otros personajes de su época fue un avance importante.
Ampliación de los derechos
El tema de muchas de las grandes luchas políticas de los dos últimos siglos ha sido la expansión del alcance de los derechos protegidos. Algunos de esos temas han sido el derecho de voto para todos los ciudadanos; la opción de que los trabajadores cabildeen para conseguir mejores condiciones de paga y de trabajo; y la supresión de la discriminación por causas de raza y de género.
En todas esas luchas, los grupos desposeídos ejercieron sus limitadas libertades para exigir el reconocimiento legal de los derechos fundamentales que aún se les negaban. La esencia del argumento en todos los casos fue ésta: "nosotros" no somos menos humanos que "ustedes" y, como tales, todos somos acreedores a los mismos derechos básicos y a que el Estado nos conceda el mismo grado de interés y el mismo respeto. La aceptación de esos argumentos ha dado lugar a cambios sociales y políticos radicales en el mundo entero.
En todo el planeta, los regímenes que les han negado a sus ciudadanos sus derechos básicos han carecido de estabilidad a largo plazo. Una causa importante de la caída de la Unión Soviética fue la renuencia cada día mayor de los ciudadanos de los países del bloque comunista a aceptar la negación sistemática de sus derechos humanos internacionalmente reconocidos. En América del Sur y Centroamérica, los gobiernos militares represivos cayeron en la década de 1980. En Asia y África, la liberalización y la democratización han sido más irregulares, pero reales a fin de cuentas. Corea del Sur y Sudáfrica, por ejemplo, son dos muestras notables del progreso de los derechos humanos.
La enseñanza del pasado reciente es que la gente opta por los derechos humanos internacionalmente reconocidos, siempre que se le da oportunidad de elegir. Además, a pesar de las limitaciones presentes, vivimos en un mundo donde se ha reducido el número de los gobiernos que se atreven a negar a sus ciudadanos esa libertad de elección.
(Este artículo es el primero de una serie sobre los derechos humanos).
(fuente: El Servicio Noticioso desde Washington es un producto de la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://usinfo.state.gov/esp)
Desde un deseo del espíritu al reconocimiento por parte de las leyes
En lo profundo de la mente y el espíritu del ser humano yace la convicción de que todas y cada una de las personas tienen derechos, como el de poder vivir libres de opresiones, de tomar decisiones razonables y de no ser víctimas de la crueldad. Casi todos lo sentimos así de un modo instintivo, aun cuando no creamos que el logro de esos derechos sea fácil.
A lo largo de la historia, la mayoría de las sociedades sólo concedían derechos a unos cuantos afortunados. En el siglo xviii, en Europa, surgió el concepto de "la ley natural", basada en un orden universal que definía esos derechos para todos. Esa filosofía tuvo un enorme impacto en la Revolución de Estados Unidos en 1776 y en los conceptos consagrados en la Constitución del país, la cual sigue siendo hoy el documento que rige sobre todo el derecho estadounidense.
En todas las naciones civilizadas se hacen intentos por definir y reforzar los derechos humanos. La esencia de este concepto es la misma en todas partes: los derechos humanos son los que toda persona tiene por el simple hecho de ser humana; son derechos universales e igualitarios. Además, los derechos humanos son inalienables. Pueden ser suspendidos en ciertos momentos, ya sea acertada o erróneamente, pero la idea misma de esos derechos inherentes no puede ser suprimida. Nadie puede perder esos derechos, por lo mismo que no puede dejar de ser humano.
La evolución del concepto
Por tradición, todos los grupos humanos, desde los clanes de los moradores de la selva hasta los sofisticados habitantes urbanos, han tenido ideas de justicia, equidad, dignidad y respeto. Sin embargo, la idea de que todos los seres humanos, por el simple hecho de serlo, tengan ciertos derechos inalienables que pueden invocar para protegerse de la sociedad y de sus gobernantes era la opinión de una minoría en la época anterior al siglo xvi.
Muchas sociedades premodernas creían que los gobernantes estaban obligados a actuar con sabiduría y por el bien de todos. No obstante, se creía que esa obligación provenía de un mandato divino o de la tradición, no que estuviera basada en un concepto de derechos humanos personales que todo individuo ordinario pudiera invocar para defenderse de un gobierno injusto.
La primera persona a quien se acreditó la creación de una teoría completa de los derechos humanos fue el filósofo británico John Locke (1632-1704). Él escribió que los pueblos forman sociedades y las sociedades instauran gobiernos a fin de garantizar para sí el disfrute de los derechos "naturales".
Locke definió el gobierno como un "contrato social" entre gobernantes y gobernados. A su juicio, los ciudadanos sólo están obligados a ser leales a un gobierno que proteja sus derechos humanos. Esos derechos pueden incluso tener precedencia sobre las pretensiones y los intereses del gobierno. Un gobierno sólo puede ser legítimo si respeta y protege sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos.
Sin embargo, la teoría de Locke era limitada ya que no consideró los intereses de todas las personas, aun cuando en sus escritos el autor se expresaba en términos universales. Su enfoque real era la protección de los derechos de los varones europeos que tenían propiedades. Él no les reconoció plenos derechos a las mujeres, a los pueblos indígenas, a los criados y a los trabajadores asalariados. Pese a ello, el pensamiento de Locke y de otros personajes de su época fue un avance importante.
Ampliación de los derechos
El tema de muchas de las grandes luchas políticas de los dos últimos siglos ha sido la expansión del alcance de los derechos protegidos. Algunos de esos temas han sido el derecho de voto para todos los ciudadanos; la opción de que los trabajadores cabildeen para conseguir mejores condiciones de paga y de trabajo; y la supresión de la discriminación por causas de raza y de género.
En todas esas luchas, los grupos desposeídos ejercieron sus limitadas libertades para exigir el reconocimiento legal de los derechos fundamentales que aún se les negaban. La esencia del argumento en todos los casos fue ésta: "nosotros" no somos menos humanos que "ustedes" y, como tales, todos somos acreedores a los mismos derechos básicos y a que el Estado nos conceda el mismo grado de interés y el mismo respeto. La aceptación de esos argumentos ha dado lugar a cambios sociales y políticos radicales en el mundo entero.
En todo el planeta, los regímenes que les han negado a sus ciudadanos sus derechos básicos han carecido de estabilidad a largo plazo. Una causa importante de la caída de la Unión Soviética fue la renuencia cada día mayor de los ciudadanos de los países del bloque comunista a aceptar la negación sistemática de sus derechos humanos internacionalmente reconocidos. En América del Sur y Centroamérica, los gobiernos militares represivos cayeron en la década de 1980. En Asia y África, la liberalización y la democratización han sido más irregulares, pero reales a fin de cuentas. Corea del Sur y Sudáfrica, por ejemplo, son dos muestras notables del progreso de los derechos humanos.
La enseñanza del pasado reciente es que la gente opta por los derechos humanos internacionalmente reconocidos, siempre que se le da oportunidad de elegir. Además, a pesar de las limitaciones presentes, vivimos en un mundo donde se ha reducido el número de los gobiernos que se atreven a negar a sus ciudadanos esa libertad de elección.
(Este artículo es el primero de una serie sobre los derechos humanos).
(fuente: El Servicio Noticioso desde Washington es un producto de la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://usinfo.state.gov/esp)
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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