Todos, por una educación de calidad para todos
SEBASTIÁN PIÑERA
Presidente de la República
En los próximos días presentaremos al Congreso Nacional dos importantes reformas, íntimamente vinculadas entre sí, y que tendrán un impacto muy positivo en la calidad de vida, las oportunidades y el futuro de todos los chilenos, pero especialmente de nuestros niños y jóvenes. Me refiero a la Reforma Educacional y a la Reforma Tributaria.
Los objetivos de la primera son fundamentalmente dos. Primero, mejorar la calidad, acceso y financiamiento de la educación, en sus tres niveles: preescolar, escolar y superior. Y segundo, fortalecer el derecho irrenunciable de los padres y alumnos a elegir libremente el tipo de institución al que quieren asistir, de acuerdo a sus propios valores y principios.
En la sociedad moderna, del conocimiento y la información, la educación hace la diferencia entre los países que logran alcanzar el desarrollo y derrotar la pobreza, y aquellos que se quedan atrapados en sus desigualdades y penurias. Porque así como una buena educación abre las puertas a un mundo de oportunidades, su ausencia puede condenar a un niño o joven a una vida de frustraciones y miserias.
Por eso el Gobierno y la sociedad chilena han puesto a la calidad, equidad y libertad de la educación en el corazón de sus preocupaciones y prioridades.
En dos años hemos avanzado mucho. Aumentamos significativamente las becas y subvenciones de los estudiantes y las remuneraciones de nuestros profesores. Creamos 60 Liceos Bicentenario de Excelencia, equivalentes al Instituto Nacional, en todas las regiones. Implementamos la Beca Vocación de Profesor, que está permitiendo que miles de jóvenes talentosos estudien pedagogía completamente gratis. Y potenciamos y flexibilizamos el estatuto y la carrera docente para premiar a tantos buenos directores y profesores que se esfuerzan, todos los días, por dar a nuestros niños y jóvenes una buena educación.
Los frutos de este esfuerzo ya se empiezan a notar. Luego de décadas de estancamiento, las pruebas Simce de los últimos dos años muestran que la calidad y equidad de la educación, especialmente la de los estudiantes más vulnerables y de clase media, han comenzado, por fin, a mejorar significativamente.
Pero no podemos bajar los brazos. Todavía nos queda un largo camino por recorrer para saldar esta deuda histórica y compromiso moral que tenemos con miles de niños y jóvenes que aún esperan por una educación que les permita desarrollar en plenitud sus talentos, realizarse como personas y buscar su felicidad.
Este esfuerzo debe comenzar lo más cerca posible de la cuna, a fin de corregir a tiempo las desigualdades de origen. Con esta reforma garantizaremos cobertura gratuita y de calidad en la educación preescolar a todos de los niños pertenecientes al 60% de las familias más vulnerables y de clase media; es decir, aquellas que tienen un ingreso mensual de hasta $700.000, aproximadamente. Esto supone aumentar en 75.000 los cupos y en un 20% la subvención que reciben los niños de kínder y prekínder.
En materia escolar, extenderemos la subvención preferencial, cuyo monto acabamos de aumentar en un 21%, desde la educación básica a la media, y sumaremos a más de 700.000 nuevos alumnos de clase media que hoy están excluidos de ella.
La reforma también se hace cargo de las aspiraciones, sueños y necesidades de los estudiantes de la educación superior, garantizando a todos los jóvenes con mérito que pertenezcan al 60% de hogares vulnerables y de clase media una beca para financiar sus estudios en universidades, institutos y centros de formación técnica. Esto supone más que triplicar su número de beneficiarios, pasando de 118 mil el año 2009 a más de 400 mil al término de nuestro gobierno. Y exigiremos menores puntajes en la PSU para acceder a ellas a los alumnos pertenecientes al 40% más vulnerable, de manera de nivelar la cancha, dándoles más facilidades de acceso a ella a quienes han tenido menos oportunidades en la vida.
Además, estableceremos un nuevo sistema de créditos a tasas subsidiadas de sólo un 2% anual para todos los estudiantes de educación superior que lo requieran, y no pertenezcan al 10% de hogares de mayores ingresos. Y para que ese crédito no se transforme en una pesada mochila, estableceremos que su monto no exceda el 10% de sus rentas mensuales ni se extienda más allá de 180 cuotas, al cabo del cual el saldo se extinguirá automáticamente. Este sistema será administrado y financiado directamente por el Estado, que reemplazará a los bancos, de manera de asegurarnos de que ningún joven de esfuerzo y mérito quede fuera de la educación superior por falta de recursos; y ninguna familia vea transformado su sueño de tener un hijo profesional en una pesadilla por el exceso de endeudamiento.
Por cierto, un esfuerzo de esta envergadura requiere contar con un financiamiento permanente, responsable y sostenible en el tiempo. Para ello, el lunes presentaré al Congreso una reforma tributaria que nos permitirá recaudar entre US$700 millones y US$1.000 millones adicionales, que destinaremos íntegramente a financiar la reforma educacional, y cuyo buen uso será fiscalizado por la Agencia de Calidad y la Superintendencia de Educación que estamos creando, de forma de no sólo gastar más, sino también mejor.
A las empresas se les requerirá un esfuerzo adicional. Se eliminarán algunas franquicias que ya no se justifican y se aumentará el impuesto a sus utilidades del 17 al 20%. Se trata de un alza moderada, que no afectará el ahorro, la inversión y el crecimiento de nuestra economía, que son, a fin de cuentas, los instrumentos más eficaces para crear empleos, derrotar la pobreza, financiar los programas sociales y alcanzar el desarrollo.
Junto con ello, les aliviaremos la carga tributaria a las personas y familias, reduciendo entre un 10 y un 15% las tasas de impuestos a la renta que actualmente pagan, y permitiéndoles descontar de ellos hasta la mitad de los gastos en que incurren en la educación de sus hijos. Además, rebajaremos del 0,6 al 0,2% el impuesto de timbres y estampillas que grava los créditos, beneficiando así a 2,8 millones de personas y casi 400.000 pymes; y reduciremos gradualmente los aranceles de manera de fortalecer las exportaciones y el tipo de cambio. También, amortiguaremos el impacto de las alzas en el precio internacional de los combustibles, fortaleciendo el carácter variable de su impuesto específico, de manera que su monto baje si el costo sube, haciendo que el Fisco recaude menos, para que los consumidores también paguen menos. Ello, unido al proyecto de ley que subsidia por los próximos 10 años el transporte público en todas las regiones de Chile, significará un alivio muy importante para las familias más vulnerables y de clase media.
Finalmente, la reforma incrementa el impuesto a los licores de mayor graduación de alcohol e introduce una importante innovación en nuestro sistema tributario, al establecer impuestos verdes, para desincentivar aquellos productos que afectan negativamente el medio ambiente o la calidad de vida de las personas; y subsidios verdes para promover su reciclaje.
En estos tiempos, en que el mundo está cruzado por recesiones y crisis económicas, necesitamos más que nunca cuidar a Chile y evitar todo asomo de populismo. Por eso, termino estas palabras invitando a los jóvenes a valorar y aprovechar este gigantesco esfuerzo que la sociedad chilena está haciendo para financiar esta reforma educacional. Ninguna generación anterior había tenido tantas oportunidades de educarse, crecer y desarrollar sus talentos como la de ustedes. Pero nada que pueda hacer el Gobierno, el Congreso, sus profesores y aún sus propias familias será suficiente si falta lo fundamental, que es su propia voluntad y compromiso por salir adelante, ser buenos estudiantes y mejores personas y ciudadanos. Sólo así podremos hacer de Chile esa patria más libre, más próspera, más justa y más feliz que siempre hemos soñado.
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